Juan Ignacio López, un notable saber litúrgico, con expresión estética

Juan Ignacio había nacido en la ciudad de Buenos Aires el 31 de julio de 1922. Hijo de padres españoles, cursó el primario en La Plata y allí mismo conoció la obra salesiana y sintió la vocación. Ingresó al aspirantado de Bernal donde hizo también el noviciado que culminó con la profesión religiosa el 26 de abril de 1939. Cursó sus estudios de Teología en Córdoba, donde se ordenó de sacerdote el 27 de noviembre de 1949. Se recibió de maestro normal nacional y cursó el profesorado de dibujo. Comenzó el profesorado de Matemáticas, con la intención de cursar más adelante Arquitectura, para lo que tenía grandes cualidades, pero debió abandonar a causa de un estrés. De hecho, colaboró en el estudio de arquitectura del padre Florencio Martínez, con buen resultado y posteriormente, se distinguió, por algunas obras realizadas en la basílica de María Auxiliadora.

 

Entre la liturgia y el arte sagrado

En junio de 1964, el P. Salvador Galant informa al P. Inspector, Luis Ramasso, que el P. López había sido pedido por el Hno. Roberto, director del Profesorado Superior de Religiosos, para dar liturgia y arte sagrado en ese instituto. El P. López, acababa de recibirse en el mismo instituto de Profesor de Dibujo y está considerado como de los mejores alumnos. El mismo Galant daba fe de que Juan Ignacio poseía un notable saber litúrgico, con expresión estética.

El mismo Hno. Septimio Walsh, célebre fundador y director por muchos años del Consejo Superior de Educación Católica (CONSUDEC), elogiaba las dotes del P. López y rogaba al Padre Inspector, le permitiera dar esos cursos en el profesorado.

En 1964, con estos antecedentes fue enviado al Instituto Católico de París (Universidad Católica de Francia) para especializarse en Catequesis. Hizo allí varios cursos en el lapso de dos años. También hizo algunos cursos en Lumen Vitae, en Bruselas. Lamentablemente, el P. López se enfermó de un grave estrés, debido al esfuerzo realizado, y debió ser internado por los salesianos de Turín en una clínica de Maurizio Canavese, donde fue tratado psicológicamente. Al salir de la misma, ya restablecido del mal que lo aquejó, él quería retornar a París para terminar los estudios iniciados, pero el diagnóstico que le entregaron establecía que debería volver a la Argentina e incluso que era algo de lo que debería cuidarse siempre. Así lo informa el director de la Casa Inspectorial, P. Martino Patrucco, en una carta del 2 de febrero de 1966 al Inspector, P. Picchi.

 

Actividad pastoral

Sobresalió en catequesis y actividad parroquial. Como hemos visto, había estudiado Catequesis en París y en Lumen Vitae en Bélgica. En Buenos Aires, fue catequista del Don Bosco de Solís (Congreso) y párroco de Nuestra Señora de los Remedios en el barrio de Floresta. Fue director en Río Turbio, donde animaba una comunidad compuesta por salesianos de experiencia parroquial e incluso misioneros, como el P. Manuel Gonzales, que efectuaba todavía sus correrías apostólicas por la Provincia de Santa Cruz, como él mismo narró luego, en la biografía que escribió de aquel recordado hermano.

Trabajó en el aspirantado de Ramos Mejía, en el Instituto Salesiano de Artes Gráficas y en el Boletín Salesiano. Fue director del colegio de Pico Truncado en la Provincia de Santa Cruz. A fines del 1992, el P. Juan Cantini le consulta si estaría dispuesto a dejar la Patagonia e ir de vicario parroquial a María Auxiliadora de Ramos Mejía. El mismo P. López le había pedido al Inspector salir de Truncado e ir a una parroquia en Buenos Aires. Desde María Auxiliadora de Ramos Mejía, el P. Inspector le propone ser confesor del noviciado de San Justo, pasando una noche y una mañana allí, para atender a los novicios de 6 inspectorías que se formaban allí. Acota, además, que bien podría brindar en ellos, sus habilidades artísticas. Además de estas ocupaciones pastorales, el P. López, estuvo mucho tiempo y en diversos períodos en la Parroquia de San Carlos de Almagro.

 

En mérito de su actividad docente

En 1964, durante el Concilio Vaticano II, que ya había comenzado sus sesiones y publicado la Constitución Sacrosantum Concilium sobe la liturgia, López publicó unos interesantes folletos editados por Bonum. El título de los mismos era “Selecciones y sugerencias” y contenían una importante síntesis catequético-pastoral de las novedades que iba produciendo el Concilio. Contenía además una buena bibliografía, actualizada para la época, sobre formación en catequesis y pastoral. Estos cuadernos, editados a nombre de la Comisión Inspectorial de Catequesis, tuvieron un mérito importante para alentar e iluminar los esfuerzos y la preocupación por la formación, en aquellos tiempos de grandes cambios y novedades.

En febrero de 1972 fue propuesto por la Junta Central Nacional de Catequesis para participar de un curso intensivo de medios de comunicación social en la catequesis. El curso se realizó en México. La propuesta de la Junta era que el P. López se hiciera cargo después de ese trabajo de promoción de los medios de comunicación de la catequesis, como miembro de la Junta, dado que mostraba para ello, gusto y cualidades.

En septiembre de 2001 el P. Hugo Salaberry SJ, presidente del CONSUDEC, le comunica su designación para recibir el premio Divino Maestro por su contribución a la educación católica en la Argentina. Sus últimos años los pasó en la parroquia del Sagrado Corazón de San Justo y en la parroquia de María Auxiliadora de Ramos Mejía, donde ya anciano y enfermo, pasó a la casa de salud.

 

Inquietudes políticas

En 1955, Juan Ignacio López había editado un libro que, por las circunstancias y la magnitud de lo ocurrido, se hizo célebre. Se llamaba El llanto de las ruinas y llevaba de subtítulo La historia, el arte y la religión ultrajados en los templos de Buenos Aires.

Ese libro contenía una crónica de los trágicos sucesos acaecidos en la capital argentina, el 16 de junio de 1955, cuando varios templos porteños fueron incendiados y profanados. Contenía además una serie notable de fotos sumamente ilustrativas de los hechos. Las palabras con que comenzaba el capítulo primero ilustraban bien su contenido: “16 de junio, noche triste de los argentinos. Noche oscura del odio y del sacrilegio y la blasfemia. Noche trágica de la destrucción, del saqueo y del incendio. Del pecado. Noche de la Pasión de Jesús en Buenos Aires…

 

Experiencias patagónicas

Estando de director en Río Turbio tuvo una ocasión especial cuando presidió una Misa y pronunció la homilía frente al presidente Raúl Alfonsín, en El Calafate.

En esa homilía, denominada por él como la homilía de “la reconciliación”, hizo un análisis de los problemas de la Argentina durante los últimos años. Fue entonces cuando propuso un gran “mea culpa” del Ejército e incluso de la Iglesia, recociendo méritos y errores de todos. Habló de la necesidad de una “reconciliación nacional y del gran reencuentro de todos los argentinos”. El segundo tema abordado con entusiasmo por el P. López en su homilía fue el del gran diálogo que después del reencuentro se debía tener entre todos; y sobre “la Argentina que somos y la que queremos ser”. Terminó diciéndole al Presidente de la Nación que, dado que él había sido ungido por el voto del pueblo y considerando que “Vox Populi, es Vox Dei”, Dios mismo lo había ungido “vicario suyo”, en favor de ese pueblo y que en medio del hermoso paisaje patagónico, el más bello del mundo, con la “apabullante majestad del glaciar y la noche sureña”, todos se sentían chiquitos y “querían hacer surgir al pueblo para que él creciera”.

Hay que recordar, que estando en Río Turbio, López había sido nombrado capellán auxiliar del Ejército Argentino.

 

Sus últimos años

El 27 de noviembre de 1999 celebró sus bodas de oro sacerdotales, rodeado del afecto de salesianos, feligreses y exalumnos, en la Basílica de María Auxiliadora de Almagro. Su lema en esa ocasión fue “Como Don Bosco, siguiendo a Cristo Buen Pastor”.

Ya en julio de 2002, el P. Juan Ignacio López había sufrido diversas alteraciones del sueño, por las que estuvo sin dormir por bastante tiempo. Internado en el Centro de rehabilitación de San Juan de Dios, en Hurlingham, pudo ser tratado por especialistas y psicólogos y se le detectó una fuerte apnea de sueño, debida al estrés sufrido en los cambios de los últimos años. Falleció en la Enfermería de Artémides Zatti de Almagro, el 27 de febrero del 2012, con 72 años de profesión, 62 de sacerdocio y 89 de edad.

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