Eugenio Rolheiser, un sacerdote entusiasta formador de chicos y jóvenes

Eugenio era hijo de padres rusos. Su padre era Pedro y su madre, Ana María Berel. Nació el 15 de septiembre de 1924 en Santa Rosa, La Pampa. Entró en la escuela salesiana Domingo Savio de Santa Rosa, en febrero de 1935, donde manifestó su deseo de consagrar su vida a los jóvenes en la Congregación Salesiana, que fue creciendo y madurando en el aspirantado de Ramos Mejía y Bernal, de 1938 a 1943.

Comenzó el noviciado en 1942 en Morón e hizo la primera profesión el 31 de enero de 1943. Fue maestro normal nacional y cursó filosofía en Bernal de 1942 a 1945. Durante los años 1946 a 1949 hizo su trienio práctico en Alta Gracia, trabajando en los oratorios festivos de la zona, y la Teología, en Villada entre 1950 y 1954. Se ordenó sacerdote el 22 de noviembre de 1953.

 

Actividad apostólica

Trabajó pastoralmente, en los colegios pampeanos de Victorica y de Santa Rosa, como consejero y docente. Luego volvió como director a Victorica. Prefecto y ecónomo a General Pirán. Catequista en Mar del Plata. Prefecto en San Miguel de La Plata. Director y párroco de General Pirán. Confesor y luego director y párroco, en San Miguel de La Plata. Director y párroco de San Juan Bosco de La Plata. Vicario parroquial en General Pico, La Pampa.

Fue docente, encargado de la disciplina y de los estudios, responsable de la pastoral y de la economía. Director de primaria, director de la comunidad y párroco. Sobre todo, desarrolló su actividad en la Casa Salesiana de San Miguel donde estuvo 21 años. Luego en General Pico.

Finalmente, dada su salud precaria, a partir del 2011, residió en la Comunidad de la Casa de salud Artémides Zatti de Buenos Aires.

 

Caridad pastoral

“Se preocupa mucho por los chicos –dice el P. Juan Pinto Gros–, sobre todo, por los más necesitados”.

Era un hombre pacífico que trataba de resolver los problemas con calma y en paz, fruto de su paz interior. Era un sacerdote consustanciado con los más pobres y necesitados. Era un alma profundamente mariana que trataba de infundir su amor a la Virgen a cuantos tenían contacto con su apostolado sacerdotal.

Era un entusiasta formador de chicos y jóvenes, siempre presente en medio de ellos, al estilo de Don Bosco. Era el primero en recibir a los chicos a su entrada al Colegio, a la mañana o por la tarde, con su sonrisa encantadora y su palabra buena de saludo afectuoso. Preparaba concienzudamente su palabra para los Buenos Días o para las Buenas Tardes, que dirigía diariamente a todo el alumnado, rehuido para escucharlo y rezar con él. Estaba siempre dispuesto para atenderlos en la reconciliación.

 

Preocupación por las vocaciones

El 10 de diciembre de 1962 el P. Rolheiser le escribe al P. Felipe Salvetti, desde Victorica: “En cuanto a los chicos, se fueron muy contentos, creo que van a ser buenos propagandistas. De ellos, cuatro ya son candidatos maduros, pensaba llevarlos los últimos días de diciembre, o los primeros de enero. Los citaría en Santa Rosa, y de ahí a Buenos Aires, con la estanciera. Hay unos cuantos más, pero todavía no maduros, es decir todavía no convencen.”

En otras cartas, dialoga con confianza y respeto con el Inspector, sea por problemas económicos o comunitarios.

Llama la atención la llaneza y confianza con que aborda directamente distintos temas, a veces conflictivos. Le habla de la salud y otros problemas personales. Responde, por lo que parece, a propuestas hechas por el Padre Inspector. A veces reclama un diálogo personal, que ve siempre postergado, por ejemplo, en el siempre presente tema de la obediencia y cambios de casa o bien de la asistencia a los ejercicios espirituales. Pero aclara que se siente religioso y siempre dispuesto a cumplir con los que le pidan. Y así sucesivamente, se va descubriendo su alma sencilla y noble, de religioso y salesiano, que hace su camino de espiritualidad y santidad.

 

“Buscaba educar evangelizando y evangelizar educado”

El 19 de julio de 1999, es invitado por el Inspector a participar de un curso de formación permanente que se realizaría en Montevideo. Lo va a dirigir el Padre Algorta. A esta invitación, él responde afirmativamente, que irá, a pesar de ciertos temores por su salud.

El 31 de octubre del 2000, recibe la invitación a participar de un congreso de “alemanes del Volga”, a realizarse en la ciudad de Buenos Aires. “El extraordinario perfil religioso de nuestra comunidad –dice la invitación– el brillante trabajo de sacerdotes, religiosos y religiosas, en la custodia del gran tesoro de la fe, como así también el permanente nutrirse de jóvenes de nuestras pequeñas aldeas, en muchas Congregaciones, hace que esta invitación, tenga una connotación especial, hasta familiar…”

También el Consejo Superior de Educación Católica le otorgó en septiembre de 2001, el premio Divino Maestro. En esta ocasión, al entregarle el premio Mons. Héctor Aguer, se destacó su trabajo educativo, a partir de 1954, junto con su apostolado sacerdotal, especialmente en las casas de Victorica y Santa osa, en La Pampa, y General Pirán, Mar del Plata y La Plata, en la Provincia de Buenos Aires. “Es un educador y pastor digno hijo de San Juan Bosco, que buscaba educar evangelizando y evangelizar educado”.

 

Bodas de oro sacerdotales

El 22 de noviembre del 2003 festejó sus bodas de oro como sacerdote. Fue en una celebración eucarística en la capilla del templo parroquial de General Pico a las 19 y posterior cena de agasajo a las 21:30.

En esa ocasión, tomó como lema sacerdotal: “Dame almas y llevaos lo demás”; “Busquen el Reino de Dios y lo demás se les dará por añadidura”; “Auxiliadora Madre Mía”.

Con ese motivo dirigió una carta al Padre Inspector, Antonio Fierens, y a toda la comunidad inspectorial, en la que decía: “Con gran gozo, me hago presente entre Uds. Traté de no faltar nunca, por eso pido perdón, el Padre Inspector y mi Padre Director, saben por qué. Hace tiempo rezamos por toda la Inspectoría, para que, unidos a María Auxiliadora, con Don Bosco en el corazón, sigamos en esta acelerada transición del cambio, en un Don Bosco, que en nuestro pasado era el ‘Modelo’ y ahora se va imponiendo ‘Un Don Bosco actualizado’. Que se acentúe el carisma fundacional en un mundo totalmente cambiado hoy. Una vez más el Personaje del sueño, Dios nos da la solución para el cambio paulatino en el ‘Aquí tienes la Maestra’”. Tuvo un alma profundamente mariana y siempre trató de infundir ese amor a todos los que se acercaban a su apostolado sacerdotal.

 

A la Casa del Padre

El 21 de noviembre de 2012, el P. Eugenio, tenía turno con el neumonólogo y fue trasladado a la Clínica San Camilo de Buenos Aires. Justo a la entrada de la clínica, en la puerta automática que da al patio, el Padre Eugenio se tropezó y cayó de cabeza al suelo. Fue auxiliado de inmediato por la guardia. Le hicieron una tomografía computada y le encontraron un derrame en la cabeza. El Padre Marcelo Ciavatti le administró los sacramentos y estuvo a su lado. Avisaron al sobrino, Sergio Morales, y a la familia. Pero se le declaró luego un ACV y a la mañana del 23, falleció. Tenía 68 años de profesión religiosa, 59 de sacerdote y 88 de edad.

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