Otro paso en el camino de recibir la vida como viene

 

El 26 de junio pasado se inauguró oficialmente la casa del Hogar de Cristo. Un hecho que quizás pasó desapercibido para la comunidad, pero significa un gran paso en el sueño de darle una mano a nuestros pibes y pibas de algunos barrios del Alto. Contar con un espacio propio donde proyectar y acompañarse, como lo hacen las buenas familias.

El Cordillerano pudo ser parte del encuentro íntimo y emotivo, en el cual Claudio Villanueva quedó como el primer habitante de la casa. Estuvieron presente el padre Pablo de la parroquia San Cayetano, Tito, uno de los jóvenes, Ivana, María y Alfonsia de la comunidad Jesús Misericordioso, “es un momento de gran alegría porque desde el año pasado que, entre todos, comenzamos a levantar estas paredes”, rescataron.

Michael Belmont es parte del equipo de coordinación, “los Hogares de Cristo están en todo el país, hay aproximadamente 170 centros barriales, espacios de puertas abiertas para acompañar a los chicos y chicas que necesitan una familia, un vínculo nuevo” comenzó.

“Una oportunidad para poder repensar y soñar juntos un proyecto de vida mejor y distinto enfrentando las problemáticas que suele haber en estos contextos que tienen que ver con adicciones, situación de calle o conflictos con la ley” detalló.

Se proponen entonces formar una gran familia “a través de estos vínculos que intentan ser sanadores vamos transitando un proceso de crecimiento juntos”.

El dispositivo del Hogar tiene tres instancias: talleres de día, de deportes, arte, rondas de autoayuda, salidas y campamentos donde desarrollan un proceso de vida compartida, “tratamos que los chicos perseveren en la escuela, que retomen aquellos que en algún momento abandonaron”.

Asimismo, generan un espacio de trabajo “esta casita la han hecho prácticamente ellos y vamos a seguir adelante con algún proyecto a nivel nacional o del Estado que nos ayude un poco económicamente para poder construir el salón”, de eso se trata el próximo sueño.

También tienen planificado para cuando se pueda, la construcción de una casa con 24 plazas donde albergar a quienes no cuentan con un techo.

Los distintos Hogares de Cristo del país tienen granjas “espacios para los chicos que necesitan tomarse un tiempo para ellos y salir así de su espacio cotidiano para poder rearmarse y luego volver a seguir luchándola”. La idea es armar una en la Patagonia, más precisamente, en nuestra ciudad.

“No las consideramos un internado, pero sí un lugar de retiro, de apartarse un poco de las luchas cotidianas para al volver, proyectar con mayor fortaleza la vida diaria en el barrio” dijo Belmont.

Por eso la casa fue construida en un lugar puntual, para poder sostener a todos y salir adelante juntos.

Para Claudio nada ha sido fácil en su vida, pero es un claro ejemplo de superación. “Estoy contento por haber empezado a participar de este proyecto y hay que seguir dándole para adelante” dijo.

Dio un breve testimonio: “soy un exadicto al consumo de alcohol, todas las cosas que mencionó Michael, las tuve yo pero me fui integrando a este lindo proyecto y voy a intentar aportar mi experiencia”. Agregó “poder decirles a los chicos que no es bueno llegar a grande en situación de calle y que podés salir adelante, y es lo que quiero hacer”.

Sumado a tener ahora sobre sus hombros el honor y la responsabilidad de ser el primer habitante de la casita, “tengo hijos adolescentes y me puse a pensar también en nietos y me di cuenta que me iba a matar si seguía consumiendo alcohol, podría escribir un libro en realidad pero sigo haciendo historia”.

“¿Quién iba a pensar que después de andar tirado en la calle que iba a llegar a este momento? La vida siempre te da posibilidades, solo hay que saber verlas, ya viviendo en Emaús me hicieron ver que soy una persona que tiene capacidades, ayuda tengo de todos lados y no la puedo desaprovechar” dijo muy emocionado. Reconoce que ha perdido muchas cosas pero lo acepta y ha decidido seguir adelante. “Yo le decía a Pía, de Emaús, que iba a ser historia en Bariloche, no voy a ser intendente pero sí el primero que habitó esta casita”, bromeó.

Para finalizar afirmó “yo veo que los pibes y las pibas de acá no están perdidos, solo necesitan una nueva oportunidad, sé que lo que no se puede hacer solo, Dios da la fuerza para modificarlo”.

Claudio además es uno de los talleristas de Construcción y ha estudiado electricidad por lo que toda la mano de obra, fue puesta por ellos.

Belmont comentó que la historia del Hogar de Cristo comenzó dentro de la comunidad de Jesús Misericordioso “ya se estaban juntando algunos jóvenes y nosotros nos sumamos, por eso estamos muy agradecidos y siempre seguirá siendo nuestro lugar de origen”.

El 4 de febrero de 2018 realizaron un primer campamento con gran concurrencia de chicos y chicas de los barrios, en cuyo cierre se hizo las que después se volvieron habituales rondas de testimonios. Muchos de ellos descubrieron que podían ser importantes para los demás, una luz que hasta ese momento, no conocían. A las pocas semanas se decidió darle continuidad a las actividades y nunca más cesaron.

El padre Pablo Bustos, de la parroquia San Cayetano del barrio El Frutillar, en un momento tan especial, reemplazó sus palabras por una canción “un testimonio fuerte de acompañar la vida así como viene, como el lema del Hogar de Cristo”.

“Sostener, acompañar y hacer proyectos, es lindo encontrar gente así porque a veces uno se pincha cuando quiere acompañar y ve que siempre es un empezar de nuevo”. El tema que compartió con su celular habla de elegir, el construir sobre roca o sobre arena “esta última opción a veces es la tentación, el vivir poniendo parches, pero la realidad siempre lleva a lo mismo”.

Construir sobre roca “tiene una dinámica distinta, entonces la canción juega con esas dos opciones y se las regalo como oración” dijo el padre.

Luego bendijo la casa; “es también bendecir el bien para todas las personas que entren y salgan de aquí, que sea un hogar donde el calor por ahora solo es humano” dijo al mencionar las bajas temperaturas reinantes. “Es el calor que más importa, el de la cercanía, la calidez y el encuentro, del sentirse acompañado y querido” agregó.

El actual párroco

El padre Pablo Bustos es desde hace poco tiempo el nuevo párroco de la San Cayetano del barrio El Frutillar, un lugar que ha representado un gran desafío por la vara tan alta que dejó Miguel Haag.

“El 11 de febrero se fue Miguelito y yo llegué el 12, había estado en Bariloche solo acompañando grupos de jóvenes” relató.

Al hablar de su nueva función dijo “me encontré con una comunidad muy especial y distinta a otras en las que he estado, con mucha vida comunitaria, ganas de participación y cercanía con los que más necesitan”.

Afirmó que al principio anduvo medio perdido “al poco tiempo comenzó la cuarentena entonces no se han podido dar encuentros con esos 14 barrios, la parroquia y ocho centros comunitarios, cada uno con su particularidad” detalló. De todas maneras, camina y recorre conociendo las actividades que se desarrollan y apuesta a un mayor acercamiento apenas sea posible.

Con Miguel ya se conocía, “desde hace años que nos venimos reemplazando mutuamente en algunas obras y lugares y sabemos la manera de trabajar que tenemos”.

Al hablar de las tareas de emergencia debido a la pandemia dijo “estamos acompañando a los centros barriales a través de Cáritas, Jesús Misericordioso, las hermanas Dominicas del Nahuel Hue, San Cayetano, en algunos lugares estamos brindando viandas y en otros módulos”.

Además, han presentado un proyecto para retomar los talleres que desarrollaban el año pasado, pero en esta oportunidad, como microemprendimientos para las familias en El Pilar. “Vamos acompañando realidades personales que van surgiendo y la idea es sostener esa ayuda en el tiempo”.

Para finalizar envió un mensaje a la gente en estos momentos de crisis “que no bajen los brazos, que sigan apostando a la esperanza, que no dejen de pedir ayuda, que no se encierren en la depresión ni la desilusión”.

“Que aprendan a gritar si hace falta, para descubrir que hay gente que quiere dar una mano, para que la gente reaccione o sumarse a otros gritos para ser escuchados, así van naciendo más gritos y cuando eso sucede, hay que escucharlos y dar una mano en lo que se pueda”, señaló.

Fuente: El Cordillerano

 

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