Leonardo Díaz: “El noviciado es un proceso que a uno lo pone en movimiento”

Leonardo Díaz es un joven de 24 años. Oriundo de San Justo, Buenos Aires, forma parte del Batallón 44 “Padre José María Ricardes”, de los Exploradores Argentinos de Don Bosco, y frecuenta el Santuario Sagrado Corazón de Jesús.

Al él, le atrapa la misión de los salesianos: “Ver a los misioneros por todo el mundo, en distintas realidades y con la voluntad puesta en dejarse interpelar por la cultura…”.

Desde inicios de 2022 vive en el Noviciado Interinspectorial de Montevideo, Uruguay. Allí, durante un año, hizo la experiencia del noviciado salesiano y el próximo sábado 4 de febrero realizará su Primera Profesión Religiosa junto con su compañero Braian Fernández, en Junín de los Andes.

Leonardo hablo con donboscosur y contó sus intereses y sus expectativas en vistas a este paso que va a dar para la vida religiosa.

¿Qué significa para vos consagrarse como Salesiano de Don Bosco?

Significa mucho. En lo personal puedo descubrir el paso de Dios por mi vida, un paso que tiene huellas de Don Bosco y que realmente me anima a decirle “sí”. Y decirle que sí es decirle a mi yo explorador/animador que tenga ánimos de entregar su vida por el servicio del Reino, por amor a Cristo en los más necesitados, especialmente en los jóvenes. Ellos mismos son los que nos forman como salesianos y a ellos mismos es a quienes les quiero regalar lo que soy, y todo lo que pueda seguir construyendo de mí en favor de los demás.

¿Cómo llegaste al Noviciado?

Llegué al Noviciado de Montevideo muy agradecido, contento y dispuesto, pero también con incertidumbres: el mudarse de país durante 2022, el convivir con hermanos de diversas inspectorías del Cono Sur y el comenzar un camino con ellos. Todo esto es un proceso que a uno lo pone en movimiento. Sin embargo, siempre ha sido muy positivo porque uno descubre la diversidad dentro del carisma y el regalo de la misión hecha comunidad.

¿Qué te atrapa de la vida religiosa?

Lo que me atrapa de la vida religiosa es la misión, ver a los salesianos misioneros por todo el mundo, en distintas realidades y con la voluntad puesta en dejarse interpelar por la cultura, haciéndose amigo, hermano, educador, padre y, fundamentalmente, signo y portador del amor de Dios. Esto es algo que, como dice la canción “Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar” de La Mosca, para el mundial de fútbol: “No te lo puedo explicar porque no vas a entender”. El deseo de ser misionero en países en conflicto, donde el Evangelio puesto en acción pueda ser un regalo para los jóvenes, sabiéndose agradecido de que también allí los hijos de Don Bosco dicen “presente”. 

También me atrapa la vida comunitaria, lo inmenso de una comunidad con el mismo eje: Cristo. Comunidad que te recibe y que te guarda un lugar; comunidad de hermanos que te acompañan. No solo hablo de la comunidad local, sino de la gran comunidad que es la familia salesiana, donde los hermanos y las hermanas llevan su consagración con regalo, pero también con gran responsabilidad y ejemplo del cual uno siempre quiere aprender. ¿Para quién? Para Cristo, presente en la misión cotidiana.

¿Qué recuerdos se te vienen a la memoria en este tiempo de preparación profunda para la Primera Profesión?

Durante este proceso voy recordando el tiempo en el que era animador. Por momentos me permito imaginar qué me estará diciendo el “Leo animador” de la colonia y de los Exploradores. Se me vienen muchos recuerdos. Sin embargo, también traigo a la memoria tantas personas que me acompañan y me dan su comentario constructivo y de aliento, personas que se toman el tiempo de rezar por mí y de animarme.

Hago memoria de salesianos, muchos que están cerca y, especialmente, algunos que están un poco más lejos, pero que me acompañan con mucha fraternidad. Memoria de charlas, momentos y hechos significativos que me han llevado a reflexionar, construir y aprender cada día más. Creo en el valor de cada persona y que en cada uno y en cada una siempre hay una palabra de aliento. Después de todo, somos animadores de otras vidas y el ser animador es algo que también nos une como personas. Más aún, si ahí le dejamos lugar a Cristo para que nos siga interpelando y uniendo.

¿Qué lema elegiste para la profesión? ¿Por qué?

El lema que elegí es “Nada es imposible para Dios” (Lc 1, 37). Lo elegí porque puedo darme cuenta en esta afirmación del ángel que hoy yo también tomo de María el deseo de responderle con alegría, sabiendo que Él no nos deja tirados, sabiendo que, como dijo mi abuela, “Él nos llama, nos prepara y nos envía”. Creo en Dios porque realmente no conoce lo imposible y confiar en Él es asegurarse su amor, ese amor que abunda todo concepto que tengamos de esa palabra. Su amor que también pide de nosotros, que pide de mí, y respondo con corazón de María, humilde y sencillo, que solo soy un servidor de Él, y que estoy dispuesto a hacer todo aquello que me vaya guiando.

 

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