“Comienzo diciendo que sus ejemplos y anécdotas llenas de simpatía forman parte de la parva de motivos por los que tengo necesidad de agradecer a Dios.
”¡Cómo no admirar a quien, con toda sencillez, en una reunión, no hace mucho, pudo manifestar que desde los 16 años no tuvo dudas ni fisuras en su fidelidad firme y coherente en su vocación!
”Detrás de su semblante serio y de pocas palabras se ocultaba una bondad humilde, sencilla y disponible pensando en los otros antes que en sí mismo y compartiendo una muy propia simpatía, ‘única e irrepetible’.
”Siempre lo vimos reflexivo y pensador si bien desde hace algunos años sentenciaba. ‘Yo ya leo muy poco: ¡pienso!’.
”Más de un hermano afirmó: ‘Murió de pie…’ ‘Murió en la brecha…’ Para algunos no era fácil dialogar con el Rafa, pero más difícil era discutirle y ganarle.
”En fin: Rafael era nativo de la zona de Palencia, zona ruda y austera como él. Por su recia valentía, de allí surgían los soldados elegidos para formar parte de la mejor vanguardia que debía abrirse paso entre los enemigos; para “el Rafa” pudieron ser la pereza, el comodísimo, la superficialidad, el querer ser cristiano sin cruz, el mimetismo mundano y otras hierbas” (P. Benjamín Stochetti, 4 de octubre de 2015).
***
Orígenes y formación
Rafael había nacido el 24 de octubre de 1936 en Osornillo, provincia de Palencia (España), hijo de Máximo y Ladislada Diego, y tercero de cuatro hermanos. Conoció a los salesianos al ingresar al colegio de la ciudad de Huesca en 1949, a la edad de 17 años.
Llegó a Argentina en Diciembre de 1953, como aspirante salesiano. En la ciudad de Viedma ingresó en la Congregación Salesiana con la Profesión Religiosa emitida el 11 de febrero de 1955. Cursó los estudios en el Instituto Adscripto Don Bosco de Fortín Mercedes, obteniendo el título de Maestro Normal Nacional y posteriormente el de Profesor Secundario de la Institución Salesiana, reconocido por la Superintendencia Nacional de Enseñanza Privada (SNEP). El estudio de la Sagrada Teología lo realizó en el Instituto Teológico Salesiano Villada de Córdoba y en esa ciudad recibió la ordenación sacerdotal de manos de Mons. Enrique Angelelli, el 8 de agosto de 1964.
A partir de ese momento lo vemos ejercer su ministerio en diversos destinos. El apostolado de la docencia lo fue ejerciendo por algo más de 45 años, de acuerdo con este detalle:
– FORTIN MERCEDES (Buenos Aires), Maestro en el “Colegio San Pedro” (1958- 1960);
– VIEDMA (Río Negro), Profesor en el “Seminario Salesiano Interinspectorial”(1965-1970);
– MANUCHO (Santa Fe), como Director y Maestro de Novicios del noviciado interinspectorial de Argentina y Paraguay (1971-1980);
– VILLA REGINA (Río Negro), Director del Instituto Ténico Nuestra Señora del Rosario (1980-1988);
– NEUQUEN, Director del Colegio Don Bosco (1989-1896);
– BAHIA BLANCA (Buenos Aires), Director del Instituto Técnico La Piedad (1992-2000);
– STEFENELLI (Río Negro), Director del Colegio “San Miguel” (2001-2007);
– BAHIA BLANCA (Buenos Aires), Director de la Obra Salesiana integrada por el Colegio Don Bosco y el Instituto Técnico La Piedad (2008-2010);
– GRAL. ACHA (La Pampa), Director de la Obra Salesiana (2010-2015).
Para la memoria colectiva fue “maestro de novicios”
En Manucho fue maestro de novicios y director. Pasada la mitad del año 2015, por cuestiones de salud, el P. Rafael se trasladó a la Casa Zatti de Bahía Blanca. Desde hacía unos años que venía sobrellevando un cáncer.
El P. Rafael se tituló como Maestro Normal, Profesor Secundario, Profesor de Filosofía y Profesor de Pedagogía (este último título obtenido en la Universidad del Comahue).
También se desempeñó como Consejero Inspectorial en la “Inspectoría San Francisco Javier” durante los años 2006-2008 y también en algunos períodos precedentes.
Testimonio de Omar Cura
Rafael supo ser un gran compañero de camino, un amigo, un guía, un sacerdote paternal, un hombre que daba confianza, libertad y responsabilidad, comprensión y reflexión, esperanza y horizonte de vida. Misionero, pastor, educador, guía espiritual y hombre siempre disponible.
Fue un hombre de Dios y de la vida cotidiana, pues con sus palabras y gestos llevaba a los bienes espirituales, a la fe y a la esperanza y a estar ocupados en las cosas concretas de todos los días. Amó tanto la educación, con equilibrio, razón y prudencia. Tuvo calificaciones de 10 en casi todas las asignaturas de la Licenciatura en Ciencias de la Educación que hizo en la Universidad Nacional del Comahue. Alentaba a todos a comprometerse más y más en la educación católica y pública, a estar entre la gente, y a brindar cada vez mayores niveles de compromisos social, pero con libertad y prudencia.
Fue sobre todo un hombre libre y que confió en la persona, que promovía que desarrollemos todas las capacidades humanas en todos los órdenes de la vida. En él siempre se veía la razón guiando la vida y orientando a los demás con sobriedad virtuosa. Por eso, lo incisivo de tantos consejos y reflexiones. Supo promover el vivir según la originalidad de cada uno con responsabilidad y compromiso. Siempre se lo encontró ‘en lo suyo’, en el colegio, en la iglesia, en la misa, orientando espiritualmente, en la animación de las reuniones de los docentes y en la atención de lo cotidiano de la casa, las canchas, las obras.
Testimonio del P. Benjamín Stochetti
Comienzo diciendo que sus ejemplos y anécdotas llenas de simpatía forman parte de la parva de motivos por los que tengo necesidad de agradecer a Dios.
¡Cómo no admirar a quien con toda sencillez, en una reunión, no hace mucho, pudo manifestar que desde los 16 años no tuvo dudas ni fisuras en su fidelidad firme y coherente en su vocación!
Vamos desgranando recuerdos:
Tenía el don del consejo y del discernimiento. Más de uno de quienes lo tuvieron como Maestro de Novicios reconocía que su acertada opinión y consejos lo habían iluminado y guiado a lo largo de toda su vida.
Uno de los signos más claros de que Rafa tenía algún ‘don especial’ de Dios es sin duda el hecho de que en sus años de maestro de novicios florecieron varios excelentes y queridos obispos e inspectores salesianos.
También he recibido testimonios agradecidos de feligreses que lo habían tenido como confesor o consejero espiritual y querían contactarse nuevamente con él.
Yo mismo como provincial lo consulté en más de una ocasión; le propuse incluso que fuera mi vicario pero él declinó sabiamente la propuesta.
Como joven sacerdote demostró una capacidad intelectual clara y profunda, bien aprovechada mediante una concentración tenaz, paciente y perseverante, que le permitieron desempeñar serena y responsablemente la misión de docente y formador de postnovicios, confesor de las parroquias y comunidades de Viedma y Patagones, capellán del hospital y cursar exitosamente sus estudios de Ciencias de la Educación en la flamante Universidad Nacional del Comahue.
Detrás de su semblante serio y de pocas palabras se ocultaba una bondad humilde, sencilla y disponible pensando en los otros antes que en sí mismo y compartiendo una muy propia simpatía, ‘única e irrepetible’.
Alguien lo propuso como merecedor del premio a la mayor simpatía entre sus compañeros y celebramos fraternalmente el día en que no pudo ya contener su hilaridad y comenzó a dibujar en su rostro la sonrisa.
Siempre lo vimos reflexivo y pensador si bien desde hace algunos años sentenciaba. ‘Yo, ya leo muy poco: ¡pienso!’.
Otro rasgo que no podemos olvidar es su austeridad y capacidad de sacrificio sin la más mínima muestra de queja y mucho menos de alarde o pretensión de que se le reconociera; al contrario, no resultaba fácil conocer sus sufrimientos. Una caída de una higuera en los años de su postnoviciado fortinense le dejó resentimientos en su columna vertebral (¿fisura tal vez?), que le provocaban periódicamente dolores que sólo él conocía y de los cuales nos percatábamos cuando le costaba mucho caminar.
Más de un hermano afirmó: ‘Murió de pie…’ ‘Murió en la brecha…’ Se comentó también la impresión que dejó Rafa en la última reunión de Directores en la que participó; era el Rafa de siempre, entero: sus intervenciones, pocas pero respetables y pertinentes. Sabido es que el cáncer lo acompañaba desde hacía algunos años, quién sabe con cuáles y cuántas molestias. De lo poco que no pudo ocultar o negar fue que le costaba someterse a los médicos y culminar su vida en la Enfermería Inspectorial de Bahía Blanca.
Algunos detalles de Rafa como Director y Párroco: ante todo también él pretendía que los demás, incluso sus alumnos fueran por lo menos como él y eso causaba en ellos sudores, rabietas, lágrimas y repetir más de una vez el examen.
Simpático el caso de aquel exalumno de Neuquén que al tomar una decisión definitiva en su vida profesional al final optó por las disciplinas filosóficas en las que había sufrido mucho con su Rector.
Por otra parte, cuántos lamentaron haber reconocido sus dotes de pastor y educador cuando ya era demasiado tarde, alguna vez cuando ya lo habían trasladado a otra casa.
Para algunos no era fácil dialogar con el Rafa, pero más difícil discutirle y ganarle. El ‘¡Vete y funda!’ con que respondía a alguna objeción el entonces Padre Maestro sigue resonando en los oídos de sus ex- novicios.
Alguna vez también lo vimos discutir por canales zonales de T.V. sobre cuestiones morales o pedagógicas y se podía decir de las palabras del Rafa ‘al salir, salen cortando’.
En fin: Rafael era nativo de la zona de Palencia, zona ruda y austera como él. Escuché de un excelente humanista que la contextura física de Rafael es típica de esa región y que por eso, y más aún por su recia valentía, de allí surgían los soldados elegidos para formar parte de la mejor vanguardia que debía abrirse paso entre los enemigos; para el Rafa pudieron ser la pereza, el comodísimo, la superficialidad, el querer ser cristiano sin cruz, el mimetismo mundano y otras hierbas…
Testimonio del P. Rubén Hipperdinger
El P. Rafael era un “verdadero israelita” un salesiano de una sola pieza, coherente, generoso, de gran sentido común. Su testimonio de vida salesiana consagrada fue nítido en todo momento.
Su espiritualidad profunda le daba una fortaleza interior impactante frente a cualquier tipo de dificultad. Nada lo arredraba, ni siquiera la enfermedad: llegaba de La Pampa a la tarde, al día siguiente por la mañana le hacían la quimio en Neuquén y a la tarde de ese mismo día regresaba a General Acha en ómnibus.
Cuando celebró sus cincuenta años de misa brillaba en sus ojos la alegría del servidor fiel. En las celebraciones no hizo otra cosa que dar gracias.
El comentario de la gente de Villa Regina que lo quería mucho era: “se lo ve feliz y sereno”.
En La Piedad y en General Acha
El Padre Inspector de Bahía Blanca, Vicente Tirabasso, le escribe al enviarlo a La Piedad en 2008: “Te agradezco el amor a la Inspectoría, la actual y la nueva, y la disponibilidad que has manifestado hasta ahora y ratificado al aceptar este servicio. En dicha comunidad, tu compromiso fundamental, será el de construir fraternidad, no exenta de esfuerzos de conversión y reconciliación cotidiana y aportar a la elaboración del proyecto comunitario de vida”.
Al ser nombrado párroco de La Inmaculada, de General Acha, le escribe el obispo de Santa Rosa, Mario Aurelio Poli: “Con motivo de que el P. Inspector de la Inspectoría Ceferino Namuncurá, P. Ángel Fernández Artime, te ha nombrado párroco de la Inmaculada de General Acha, y considerando que tu persona reúne las cualidades espirituales y doctrinales para dicho oficio.
”Deseo agradecer la obediencia que te trajo hasta aquí, Padre Rafael, para servir a tus hermanos en el camino de la fe. Muy pronto conocí, tu generosa entrega y tu disposición para servir a las necesidades diocesanas, al aceptar ser confesor de las Hermanas Carmelitas descalzas en el Carmelo de Nuestra Señora de la Pampa, quienes valoran más que nadie, tu sabiduría y tu buen consejo en las cosas del alma”.
A la muerte de su madre
Al responder desde España a la carta del P. Benjamín Stochetti, nombrándolo director de Villa Regina, le dice entre otras cosas: “hay que dar tiempo a la familia, de lo contrario podría servir como tiempo privilegiado para descansar y ponerse al día con la lectura, todo esto por el clima que ha tocado y por el silencio”.
Al narrarle la muerte de su madre, le dice: “Todo fue muy rápido. Mi madre había vuelto de un paseo con mis tías, a eso de las ocho de la tarde. A las ocho y cuarto, la encontró mi hermano en el suelo y sin sentido; la llevaron al hospital de Palencia, pero dijeron que no había nada que hacer. Era una embolia cerebral. Estuvo en coma un día. Para toda la familia ha sido muy duro, puesto que, a lo largo del año, han muerto tres, un primo, el más joven de la familia, de 36 años, sin haber estado nada enfermo. Una tía, hermana de mi madre… Y mi madre. Pero nos estamos sobreponiendo”.
Carácter y deseos apostólicos
Cuando el P. Moreno le anuncia que irá a Manucho de Maestro de Novicios, le dice:
“Su carta me ha desconcertado y dejé pasar 6 días antes de contestar… Se me presenta a primera vista, que no se trata de dar conferencias o explicar conceptos sobre vida religiosa, para lo cual, más o menos me siento capaz. Se tratará de conseguir que aprecien una vida y que logren vivirla y para eso, no tengo formación específica alguna, por lo menos próxima. Mi manera de ser puede despertar respeto, pero de manera alguna origina simpatía espontánea y pronta. Esto me parece que puede ser un obstáculo verdadero en el noviciado”.
(“Nervioso controlado”, le habían observado en el trienio en Bahía Blanca; capacidad educativa y vida religiosa: “óptima”).
Le dice al P. Cantini, desde Manucho, que al terminar su misión en el noviciado, le propone ir a Fortín Mercedes:
“Toda mi vida la he pasado en casas de formación, de lo que no me siento molesto, pero como todos los que estaban antes en casas de formación, con el tiempo muy reducido. Los últimos 8 años, director y maestro de novicios. Esto desgasta, por lo menos a mí. Creo que un paréntesis es necesario para un descanso psicológico y reubicación. A partir del sacerdocio, todo lo que he podido hacer como enriquecimiento personal, ha sido a los apurones, bajo la urgencia de responsabilidades y para salir del paso…”.
Ir de Manucho a Fortín, le parece lo mismo, continuar con las mismas tareas y desea cambiar de ocupación.
Como queda un año en Manucho, después de ser maestro de novicios, Mons. Vicente Zaspe, al regresar de Europa, le dice al P. Cantini: “Me encuentro con la gratísima noticia de la permanencia en la diócesis del P. Rafael Ruiz, por un año, aunque signifique un sacrificio para la Inspectoría. Todos vivimos premiados por la insuficiencia numérica y cualitativa de nuestro personal. Aunque queremos redimensionar nuestras obras, muchas de ellas no pueden ser borradas de nuestra preocupación. Le aseguro que aquí, el aspecto sacerdotal, constituye un verdadero drama…”
Al P. Casetta, en noviembre del 1979, que lo manda de director y párroco a Villa Regina, ante los problemas de salud que sufre el P. Rondini, el P. Rafael dice: “No tengo nada que objetar a nada. Si esa es la obediencia, iremos y si se presenta otra, igualmente”.
Hacia el final
Así era Rafael, como dijo Stochetti, enemigo del comodismo, la pereza, la superficialidad, el querer ser cristiano sin cruz, el mimetismo mundano y otras hierbas. Rafael Ruiz falleció el 2 de octubre de 2015 en la ciudad de Bahía Blanca. Tenía 78 años de edad, 60 años de profesión religiosa y 51 años de sacerdocio. Fue Maestro de Novicios 10 años y Director 44 años.
0 Comments