Aldo Falcone, recordado por su capacidad de trabajo, amabilidad y cercanía

Aldo Alejandro nació el 22 de septiembre de 1930 en San Isidro. Hijo de José Alejandro y Teresa Marinsalta. El 1º de marzo de 1938 ingresó como alumno del Colegio Salesiano Santa Isabel en un 1941 se unió al Aspirantado de Ramos-Bernal, “con el 5º grado aprobado”. En 1948 realizó su noviciado en Morón, haciendo su primera profesión el 31 de enero de 1949. Transcurrió los años de su formación inicial en Bernal, Ramos Mejía y Villada (Córdoba).

Las observaciones le decían que era una persona algo independiente y que trabaja con abnegación, sin medirse. Demuestra verdadero celo. Llegará a ser un buen salesiano, corrigiendo su carácter.

El 23 de noviembre de 1958 fue ordenado sacerdote por Mons. Miguel Raspanti, en Ramos Mejía.

Contaba con los títulos académicos de Maestro Normal y Profesor Salesiano en Ciencias Exactas y Letras (1959).

Fue personal en las Casas Salesianas de Ramos Mejía, León XIII, Juan Segundo Fernández, de Caleta Olivia, de San Julián, San Antonio, Pío IX y de Ushuaia. En varias oportunidades y por lapsos de tiempo más prolongados, desarrolló su apostolado en Río Grande, tanto en la EAS como en el Colegio Don Bosco. Desde el año 2006 fue Vicario Parroquial en la ciudad de Río Grande.

En mayo de 2015, el P. Daniel Schmidt, director de Río Grande, le escribe al Ecónomo Inspectorial sobre la salud de Aldo Falcone y le cuenta que tuvo un ACV y se estaba recuperando, pero le empezaron dificultades respiratorias y problemas cardiacos. Una caída en el baño y otras complicaciones. Por eso, lo Internan. Durante este último tiempo, el P. Aldo estuvo acompañado de forma estrecha por su hermana Ada y por el P. Ramón Osikovsky y por el P. Jorge Langus.

Falleció el día 3 de noviembre de 2015 en Río Grande, a los 85 años de edad, 66 años de profesión religiosa y 56 años de sacerdocio.

 

Crónica del P. Jorge Langus

Momentáneamente a cargo de la Comunidad, por ausencia del P. Daniel Shmidt, Jorge Langus redactó una extensa y prolija crónica de los últimos momentos del Padre Aldo.

La Comunidad lo atendió hasta el último minuto con amor junto con su hermana Ada, que había llegado a Río Grande para cuidarlo.

Eran las 18:30 del 3 de noviembre, cuando me llama Ada y me dice que me llamaron del Hospital. Me invitaba a ir al Hospital. Llegamos y golpeamos la puerta de la terapia intensiva. La enfermera nos hizo pasar y allí estaba Aldo tapado con una sábana. Era la cara de Aldo de siempre, la verdadera cara y así descubrimos que nos dio el último adiós.  Ninguno de los dos se animaba a Hablar. Entonces le hice la señal de la cruz y los dos rezamos un Ave María, para que la Virgen lo reciba con los brazos abiertos en el cielo. Me vino la imagen de la estatua de María Auxiliadora del templo. La derecha no tiene cetro, sino que tiene los abrazos abiertos. Así me parece que lo recibió a Aldo. Ada me dijo, “¿viste qué cara de paz tenía Aldo?”. Y así era. Aldo está grave y su estado es muy delicado. Todo partió de una neumonía mal curada. La sangre infectada y está entubado. Es muy difícil que salga de esta, por su edad y por el corazón. No sabemos cómo va a quedar. Esperamos que pueda vivir como persona digna.

 

En la misa exequial

A continuación, compartimos algunos párrafos de la homilía del P. Langus: “Nosotros creemos en Jesús. San Pablo en la Carta a los Corintios describe el sentido de la muerte para un cristiano. La base de nuestra fe es la resurrección de Jesús. Si no hubiera resucitado, nuestra fe seria vana. Jesús dijo a Marta: “Yo soy la resurrección y la vida”. Un salesiano laico, voluntario con Don Bosco que estaba paralizado desde los 16 años y vivió hasta los 68, dijo “que la celebración de mi funeral, el día de mi muerte, no sea un luto triste, sino un día de regocijo. Que sea fiesta para todos. Por fin podré contemplarlo tal cual es, y alabarlo y cantar sin cansarme para siempre.  Ser libre y correr, podré dejar la prisión de este cuerpo y dejar la silla de ruedas. El día de mi muerte no se pongan tristes. Soy feliz, podré correr como un niño por los prados y trepar a los árboles. Cuando me toca rezar el responso por una persona, veo en sus manos distintas cosas: flores, rosarios, hasta el peluche que un niño le puso en sus manos”. Pero Aldo añadía un cosa más: “llenen sus manos con el bien que hacen a los demás. Es lo único que se llevan, como decía Don Bosco. ¿Cuántas misas rezó Aldo? ¿Cuántos matrimonios, confesiones, comuniones, bautismos celebró en su vida de sacerdote? Aldo fue un regalo para nosotros”.

Luego, el celebrante leyó el mensaje del Obispo de Río Gallegos, Mons. Miguel Ángel D’Annibale: “Querida Comunidad de San Juan Bosco de Río Grande, me uno a ustedes en este momento de dolor y de esperanza, por la muerte del querido P. Aldo Falcone. Estoy en la ciudad de Pico Truncado con reuniones ya comprometidas y no puedo acompañarlos personalmente. Lo hago por medio de la oración. Conocí al P. Aldo en el año 1972, cuando era jefe de taller de electricidad del Colegio Salesiano Juan Segundo Fernández de San Isidro, donde yo comenzaba el primer año de la secundaria. Me impresionaba su capacidad de trabajo y responsabilidad. Siendo ya sacerdote, lo volví a encontrar en diciembre de 1987, en la ciudad de Puerto San Julián, por un viaje de vacaciones junto a otros sacerdotes. Nos recibió con mucha amabilidad y cercanía. Ya como obispo, he compartido muchos encuentros y charlas en Río Grande, disfrutando de su sabiduría y sentido común. Lo llevo en mi corazón con un gran recuerdo y rezo para que el Señor lo reciba en su gloria. Un especial saludo a su hermana Ada. Unidos en la oración, les dejo mi bendición”.

Durante la misa se rezó esta Oración: “Señor Jesús, que nos has regalado el don del P. Aldo, como sacerdote y salesiano, te pedimos que le concedas el don de la resurrección y del descanso eterno en el Cielo. Virgen María, María Auxiliadora, te pedimos recibas al Padre Aldo con los brazos abiertos y lo corones con la corona de la fidelidad sacerdotal y salesiana”.

 

Recuerdos y testimonios sobre el P. Aldo

Padre Inspector Honorio Caucamán

Querido Jorge:

Gracias por la comunicación. Esta mañana he llegado de Bogotá y me encuentro con tu coreo. Espero que todos tengamos paz. La vez anterior, cuando lo visité con Daniel en la clínica, me dijo: Uds. No se hagan problema. Hagan lo que les parezca lo más conveniente, yo me arreglo con el de arriba.

Les amando un gran abrazo a vos y también a Ada.

 

Padre Director Daniel Schmit

Desde Quito también, donde se encontraba haciendo unos de los niveles del curso de salesianas, decía:

Querido Aldo:

Hoy te estamos despidiendo con un “Hasta pronto”. Ya estás gozando el premio que el Señor promete a los que hacen el bien: la vida eterna. Quisiera poder expresarte en estas líneas, cuánto has significado en mi vida y en la vida de la Comunidad y con cuantos se han encontrado con vos, en el camino de la vida. Tu cordialidad en el trato sereno y atento en la relación con una conversación amistosa. Los que iban a tu encuentro, si era una visita, se iban confortados. Los que buscaban consejo, se iban serenos al sentirse escuchados y comprendidos, y si los pecados pesaban, les regalabas la misericordia de Dios.

En la vida de comunidad tu presencia silenciosa, casi imperceptible, cuando algo no te gustaba, sabías mortificarte para que el hermano no se sintiera mal y al corregirlo procurabas hacerlo con caridad. Los últimos años, tal vez ya sintiendo los achaques de la vida profundizabas el estudio de la Palabra de Dios. Pero los que te conocieron, sabían que eras un hombre práctico dispuesto a enseñar y hacer lo que te tocara hacer. Muchos recuerdan que eras de un carácter fuerte, pero que con los años supiste modelar y apaciguar los primeros impulsos. No guardabas rencor por las heridas que te ocasionaron. Tal vez, el recuerdo amargo del pasado, podía entristecer tu rostro, pero enseguida te reponías y quedaba todo superado. Te gustaba todo prolijo, el buen vino en la mesa, saborear una conversación amigable, disfrutar de los momentos sin precipitación. Como salesiano y sacerdote, pasaste haciendo el bien.

Gracias Aldo, te has ganado el cielo y te lo tienes bien merecido. Dese allí, sigue acompañándonos, para que seamos fieles a lo que Don Bosco nos pide cada día.

Daniel Schmit, tu hermano en Don Bosco.

José Éllero

Recuerdo que no lo conocí más que por comentarios y aunque vivimos algunos años juntos cuando tanto él como yo estábamos en Tierra del Fuego, sólo una vez pude entrevistarlo para agradecerle los mensajes o comentarios sobre los evangelios del fin de semana.

Al respecto, debo decir que eran muy profundos desde el análisis hermenéutico, y a veces de algunas consideraciones personales. Creo que eran fruto de su investigación, de su reflexión y conocimientos, en particular del griego y del latín.  Eso sí, no era para quienes no tenían alguna formación. Tenían un cierto carácter académico que yo valoro mucho.

Por otro lado, me llegó la información por parte de una Hija de María Auxiliadora que era muy valorado en la capilla Nuestra Señora de Luján que atendía con la misa dominical.

Creo que de mí tenía el concepto de que me interesaba el estudio y profundizar los textos bíblicos, por lo que me brindaba particular atención. Conmigo fue siempre muy cortés las pocas veces que nos vimos, pero prefería la soledad y el aislamiento.

Condujo por años el terciario de formación docente en Río Grande y gestionó la biblioteca (que, sin embargo, no tuve el gusto de conocer.)

Huyó de toda fiesta y encuentro social. No aceptó que le celebraran las bodas de oro, ni como salesiano, ni como sacerdote…

 

Ramón Osikovsky

En diálogo con José Fernando García, Ramón dice:

Ramón, siempre comenta (él fue compañero de aspirantado en Bernal, estaba en primer año y Aldo en tercero) que macaneaban mucho con Aldo, cuando estaban en Rio Grande, creando un clima de familia.

Como Aldo era un buen catador de vinos y traía buenos vinos a la mesa, cuando Ramón u otro hermano le ponían soda, saltaba Aldo y así macaneaban.

Dice que era un gran profesor de Físico-Química, pero al final se dedicó full time a la Biblia. Era su pasión y se actualizaba.

Alberto Calle comentaba, cuando estábamos en San Francisco, que Aldo preparaba muy bien las homilías, las escribía y se las enviaba todas las semanas”.

Es muy poco lo que dice y cuando le hago otras preguntas dice que no recuerda. El lunes cumplió 89 años. Está muy bien, pero hasta ahora es lo que dijo. Le seguirá preguntando.

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