Ludovico Huijsdens, abnegado misionero, de vida austera y pobre

Luis Teodoro María nació el 19 de junio de 1922 en Rotterdam, Holanda. Hijo de Leonardo y Cornelia Vugts. El 1º de septiembre de 1936 ingresaba al aspirantado salesiano de Essen, Alemania, para integrar, a continuación, el recién fundado aspirantado holandés en el pueblo de Leusden, en 1937.

Realizó su noviciado en Ugchelen, Apeldoorn (Holanda) entre 1942 y 1943. Hizo su primera profesión el 16 de agosto de 1943. Su postnoviciado y trienio los desarrolló en las casas holandesas de Ugchelen y Leusden. Los primeros tres años de teología los hizo en Bollengo, Italia, pero una enfermedad pulmonar hizo que los terminara en Oud Heverlee, Bélgica. Fue ordenado sacerdote el 27 de abril de 1952.

Como novel sacerdote, fue enviado de misionero a Colombia, donde desarrolló su apostolado en las ciudades de Mosquera, Cali, Medellín, Bucaramanga y Cartagena. Luego de un breve período de discernimiento en su tierra natal, fue enviado en 1960 como misionero a la Patagonia. Gran parte de su vida residió en Bahía Blanca, aunque también prestó sus servicios por breves lapsos de tiempo en Carmen de Patagones, en Neuquén (fue Secretario de Mons. Jaime De Nevares), en Fortín Mercedes, en Salta (Secretario de Mons. Carlos Mariano Pérez Eslava), en Río Gallegos (asistente de la Curia) y la Casa Salesiana La Piedad. Durante 35 años se desempeñó como Secretario Inspectorial de la ex Inspectoría San Francisco Javier (ABB) y durante 10 años fue Director de la Comunidad Inspectorial y Casa de Salud de Bahía Blanca.

 

Actividad pastoral

Al nombrarlo director de la Casa de la Enfermería, antigua casa inspectorial de Bahía Blanca, el P. Joaquín López Pedroza le recordaba las palabras de las Constituciones y del Manual del Director, pidiéndole que tomar al Buen Pastor, Jesús, como modelo, sin desanimarse al poder alcanzar la meta, pues como a San Pablo “le bastaba su gracia” y que la Madre María Auxiliadora, estaría siempre con él, como lo había hecho con Don Bosco.

El 28 de abril de 2002, con motivo de las bodas de oro de misa del P. Ludovico. El diario bahiense La Nueva Provincia publicaba una crónica de la actividad de su actividad, destacando que, desde hacía 30 años, ejercía su apostolado en la ciudad de Bahía Blanca.

En 2009, la unificación de las comunidades del Don Bosco y La Piedad trajo algún inconveniente para la comunidad de la enfermería, que había sido dirigida mucho tiempo por el P. Ludovico. Se trataba de nombrar un nuevo director en reemplazo del P. Franco Castellani. El P. Marcelo Pevere había sido nombrado para el cargo. Aceptó ir a la enfermería a trabajar al servicio de los enfermos con gran disponibilidad y sacrificio, pero no aceptó el cargo de director y, de hecho, nunca lo ejerció ni tomó ninguna decisión respecto a los problemas que se fueron suscitando. El P. José Juan del Col, que era el vicario de la Casa, trabajaba como director del Insituto Superior Juan XXIII. De hecho, él pasaba el día en el Instituto y sólo estaba presente en la comunidad durante el almuerzo. En 2011, se suscitó un grave problema que, por ausencia de un director estable, tomó gran trascendencia y llevó al P. Ludovico a dirigir una carta al Padre Inspector, Ángel Fernández Artime. Concretamente pedía que se mandara un director estable, y de no ser posible, que lo trasladaran a él, con sus 89 años a La Piedad. De no ser así, se volvería a Holanda. De hecho, al año siguiente, el P. Ángel envió al P. Juan Carlos Meinvielle como nuevo director a la Casa Zatti de Bahía Blanca y los problemas suscitados con el personal laico se arreglaron.

 

Testimonios sobre el P. Ludovico

Del P. Vicente Tirabasso:

Hermano sencillo en su estilo de vida. Era nuestro confesor durante los años en que cursé la escuela primaria en el Don Bosco. Siempre breve y comprensivo en sus confesiones.

Como Secretario Inspectorial fue kantianamente metódico, puntilloso en el cuidado de la documentación, sumamente respetuoso de la autoridad del Inspector y con una memoria histórica envidiable. Cuando necesitábamos conocer alguna fecha, acudíamos a él, que normalmente daba la respuesta de memoria y luego la confirmaba yendo a la documentación… ¡Raramente le erraba!

NB: lo que no se puede contar en la carta es que cuando llegaba el período de las obediencias, los hermanos de comunidad solían “tirarle la lengua”, compartiendo alguna copita más de ginebra en la sobremesa…

 

Del P. Joaquín López Pedroza

Ha sido un hombre fiel al Señor y a quienes desempeñamos, en algún momento, tareas de animación inspectorial.

Como buen Secretario se distinguió por su orden, rapidez en resolver los temas que se le confiaban y, especialmente, su prudencia y confiabilidad. Jamás le oí hablar de algún tema reservado fuera del Consejo.

El P. Ludovico tenía gran sensibilidad y espíritu sacerdotal que supo vivir, sobre todo, en el Sacramento de la Reconciliación. Como Confesor era muy apreciado y buscado por los feligreses de la iglesia del Sagrado Corazón del Colegio Don Bosco de Bahía Blanca. En encuentros y retiros, era también muy valorado su ministerio por los hermanos.

Quien lo trataba de cerca llegaba a valorarlo cada vez más, hasta llegarse a encariñar con él, por su delicadeza, su transparencia, su sencillez, su vida de oración, su fidelidad a las Constituciones, su abnegación como misionero, su vida austera y pobre, su amor a Don Bosco y a la Auxiliadora.

Con gusto comentaba noticias de su querida Holanda y se preocupaba por la falta de vocaciones en la tierra que dio tantos misioneros a la Iglesia y a la Congregación. Desde el cielo intercederá para que vuelvan a florecer las vocaciones misioneras en Europa.

Mi profundo “gracias” al Señor por el regalo del P. Ludovico a nuestra Patagonia. Mi oración llena de esperanza para que el P. Ludovico haya recibido ya el premio al servidor bueno y fiel.

 

Los momentos finales

El P. Meinvielle recuerda: “Asistí a los momentos finales de la vida de Ludovico. Lo acompañamos con una enfermera, durante largo rato. Estaba inmóvil en su cama, con expresión serena. Por momentos daba algún signo vital. Rezaba”.

Y agrega: “De pronto, se incorporó en la cama, sentándose y abriendo los brazos. Moraba hacia lo alto como si quiera ver a través de la puerta, algo o alguien que estuviera afuera. En esa posición estuvo un rato. Poco después, volvió a recostarse y expiró”.

“No dudé nunca de la presencia de la Santísima Virgen que, a no dudarlo, venía a buscar a su hijo para llevarlo a otro campo misionero”, apunta Meinvielle.

El P. Ludovico Huijsdens nació el 19 de junio de 1922 en Rotterdam, Holanda, y murió en la ciudad de Bahía Blanca el día 22 de marzo de 2014, a los 91 años de edad, 70 años de profesión religiosa y 61 años de sacerdocio. Desde el año 2009 se encontraba en la Casa de salud de dicha ciudad.

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