El padre Jorge Crisafulli reafirmó su compromiso y vocación de servicio con los que más sufren y dijo: “Estoy enamorado de este continente y sigo buscando un futuro mejor para estos chicos”. Sus sueños, su trabajo con los niños abusados y explotados, la llegada del Coronavirus y la fe que lo mueve a seguir adelante.
Pasaron 25 años desde aquel día en que el padre salesiano Jorge Crisafulli llegó a Africa para entregar su amor a un continente diezmado por las guerras, el hambre y las enfermedades.
Miles de objetivos poblaban la agenda del cura bahiense, pero entre tantos, uno se destacaba: enseñar.
“Llegué como maestro, con el objetivo de educar, de evangelizar. Pero sin darme cuenta, me convertí en alumno. He aprendido de Africa mucho más de lo que he dado y sigo enamorado de este lugar, que es mi hogar, donde está mi gente, mi pueblo, mi lengua y la que hoy es mi raza”, cuenta desde Freetown, la capital de Sierra Leona.
Reconoce “el Gurí” -como lo llaman sus amigos en nuestra ciudad- que es dueño de una gran paz interior, que ama la Argentina, que recuerda a Bahía y su gente, pero cuando le toque morir, quiere que sea en Africa, “al lugar que llegó soñando un futuro mejor para esos chicos”.
El domingo a la tarde, cuando llega la electricidad, el padre Jorge envía fotos de los niños que lo rodean, todos llenos de sonrisas y rulos ensortijados. Y él en el medio, feliz.
Hace 4 años y medio que vive en la ciudad de Freetown. Pasó 6 años como inspector, otros 6 de vicario viviendo en Ghana, recorriendo Nigeria y Liberia, y conociendo muchos países del “continente verde esperanza”.
En Sierra Leona viven 7,5 millones de habitantes y, según cuenta, es un país hermoso desde el punto de geográfico y climático, con playas de arenas blancas y aguas cristalinas, que no tienen nada que envidiarle a Bali o a las mejores playas del mundo.
Excursión al mar con menores rescatados de la prostitución
“Soy director de una comunidad salesiana y una ONG que se llama Don Bosco Fambul, que en el dialecto krio significa ‘Familia’. Allí estamos con más de 100 trabajadores sociales, personal auxiliar, educadores y psicólogos para atender a la niñez más vulnerable: las víctimas de abuso sexual, de tráfico infantil, de matrimonio temprano, negligencia familiar y hasta de mutilación femenina. Historias muy duras de niños y niñas que necesitan experimentar su redención y liberación personal para reconciliarse con su pasado y su sufrimiento, con el objetivo de que puedan mirar al futuro con esperanza para volver a sonreír, a soñar. Ese es un poco nuestro trabajo, ayudarlos con su sanación interior y darles herramientas para salir adelante”.
Con Aminata, protagonista del documental “Love”
El programa Child Care Center contempla la contención de 40 niños de la calle, mientras que el Girls Shelter abarca a unas 51 niñas rescatadas en situación muy vulnerable que se dedicaban a la prostitución.
“El gobierno habla de 25 mil niños y niñas que viven, duermen y trabajan en las calles y nuestro trabajo es detectarlos, encontrar los más vulnerables y traerlos a los hogares de Don Bosco. Acá se les da todo lo que necesitan para poder vivir: techo, cama limpia, comida, cuidado médico, dental y sobretodo, apoyo psicosocial. Tratamos la sanación de los traumas a través de las conserjerías personales y las charlas grupales, musicoterapia, danza, drama, deportes y juegos. Algunos pueden volver a la escuela y otros, se los ubica en talleres de formación profesional con una salida laboral como sastrería, peluquería, cocina, costura y todo lo que implique el cuidado del cuerpo”.
Niñas rescatados de la prostitución
La vida en Sierra Leona abarca realidades crueles y difíciles de imaginar, además de la de los niños abusados.
“En una localidad cercana tenemos un hogar con 20 niñas que salieron de la prostitución y no logramos ubicarlas con sus familias. A ellas siempre les digo, por más que suene fuerte, que su futuro no está en vender su cuerpo o entre sus piernas, les digo que está en sus manos, en su cabeza y su corazón. Que capacitarse profesionalmente las va a liberar para no depender nunca más de un hombre, para no tener que vender su dignidad por un plato de comida o de ropa”.
Las palabras de padre Jorge van más allá: les recuerda a esas chicas que pueden levantarse con dignidad, con la mirada en alto y volver a creer en las personas.
“Siempre les digo que busquen al hombre que las quiera de verdad, más allá de lo erótico. Un amor con el que ellas puedan formar la familia que ansían y recuperar la dignidad que perdieron. Por eso las llamamos las niñas sin rostro, sin nombre, cuando las vemos en la calle. Nuestra tarea es que recobren su identidad y sepan que se las puede querer con un amor profundo y generoso, que es lo que tratamos de darles acá en la familia de Don Bosco”.
Sentir el dolor de cada niño como propio es parte del motor que mueve al padre Jorge a luchar por ellos.
“Sufro, si los veo sufrir. Siento su dolor cuando lloran, cuando llegan desarmados luego de vivir experiencias tan traumáticas. Pero al mismo tiempo me alegra mucho cuando vuelven a sonreír y a soñar, a creer de vuelta en la gente y en Dios. Mientras haya vida y capacidad para soñar siempre habrá una posibilidad para volver a empezar”.
Entre los 8 programas de ayuda que activa la comunidad salesiana en Freetown, está el “Hope Plus”, que le brinda formación y escuela a las niñas que se prostituyen, pero que tienen hogar.
“Estas niñas son mandadas a trabajar sexualmente de manera forzada por alguien de la familia, ya sea madre, padre o tía para pagar la renta de la casa o la escolaridad de algún hermanito. Es por eso que todas las noches el autobus “Don Bosco on Wheels” (Don Bosco sobre ruedas) sale a recorrer las calles para contactar a los chicos que se mueven por ese sector, que son unos 80 niños y más de 100 niñas. La más jovencita que rescatamos, de 9 años, tenía sífilis y gonorrea muy avanzada”.
Según dice, “el proyecto del autobús funciona muy bien” y de los 500-600 niños rescatados, 200 son reintegrados a sus hogares de origen sin pasar por los programas de rehabilitación.
“Los trabajadores sociales son los que siguen los rastros de estos niños y visitan los hogares en las aldeas y la selva para ver si los pueden devolver a sus familias. Porque siempre les recuerdo a todos que esto no es un orfanato, somos centros interinos de cuidado de niños, no queremos institucionalizarlos, que crezcan acá, en habitaciones comunes, sino que hagan la rehabilitación y vuelvan con sus familias”.
Las secuelas de la guerra y la pandemia que viene
Si bien la guerra terminó hace 15 años, las secuelas perduran en el tiempo y con consecuencias impensadas.
“Los que en ese entonces eran niños y adolescentes presenciaron los abusos y cómo se utilizaba la violación como arma de guerra. Eso lo tienen en su conciencia y lo llevan en la sangre, y esos mismos chicos son los que ahora ven a la mujer como un ser de segunda, que está para ser usado como objeto sexual o para procrear. Están pagando las consecuencias psicológicas y emocionales de una guerra fratricida que duró desde 1992 hasta 2003 y que dejó marcado a todo un país”.
El padre Jorge con un niño de la calle
El ebola también pasó dejando una secuela muy profunda en la economía, en lo social, y sobre en los niños que quedaron huérfanos. Hoy Africa, al igual que el mundo, enfrenta la posibilidad de una nueva guerra y es otra vez contra un virus.
“Con la experiencia del ébola a cuestas, la preparación para la llegada del Coronavirus nos agarró entrenados en el lavado de manos constante y el distanciamiento social. Enviamos a los chicos a una zona verde, en donde estamos construyendo una serie de hogares para evitarles el contagio y salimos solo lo necesario”.
En el país, los números que maneja el gobierno son poco confiables porque no se hacen testeos, por lo que no saben bien dónde están parados.
Niños huérfanos del ébola
“El virus no ha llegado tan fuerte como Europa o Sudamérica, pero creemos que con la época de lluvia los casos van a subir y si bien la temperatura baja un poco, no será menos de 25 grados, porque esto es una zona tropical. Ayuda que el 75 por ciento de la población sea menor de 25 años y que haya muy pocos ancianos, el público más vulnerable. En contra tenemos la gran cantidad de gente VIH positivo, con Hepatitis B, Malaria, Cólera, etc.”
El gobierno de Freetown contaba con tres respiradores al comienzo de esta pandemia. Ahora tienen 8 y 10 camas de cuidados intensivos.
“Esto no es Europa, si comienzan los contagios masivos estaríamos perdidos, sería una masacre. Pero confiamos en Dios y en que la gente cumpla con las reglas que pidió el gobierno”, cerró.
Fuente: lanueva.com
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