Hermano “John” Lambrecht, piadoso, activo y ágil para las actividades manuales

Juan Lambrecht nació el 22 de junio de1926 en Alpachiri, provincia de La Pampa Orgulloso de su origen “ruso-alemán”, era hijo de Valentín y Paulina Jacob, padres rusos alemanes, o más conocidos como los “alemanes del Volga”. La honda religiosidad vivida en su colonia, marcó el carácter sereno, sencillo, dócil, piadoso del hermano John. Su infancia transcurrió en una localidad de 1.500 habitantes, en un ambiente rural donde su padre desarrollaba el oficio de “herrero mecánico” y su madre el de ama de casa. Era el segundo de seis hermanos.

El 1 de marzo 1938 ingresó con 11 años al Colegio Salesiano de General Acha. Un 24 de enero de 1946 iniciaba su noviciado en Morón, provincia de Buenos Aires (en ese momento pertenecía a la Inspectoría de Buenos Aires). El 31 de enero de 1947 hacía su primera profesión religiosa. Con la división de las Inspectorías, el hermano John formó parte de la Inspectoría de Córdoba, residiendo por dos años en la Casa Salesiana de Colonia Vignaud. Allí se tituló como “auxiliar de enfermería”. En una segunda división de Inspectorías fue destinado a Fortín Mercedes, para permanecer allí hasta el año 1951. En Fortín Mercedes finalizó los estudios de Magisterio y se desempeñó como maestro.

 

Maestro, chofer y encargado

A partir de ese momento desarrolló su apostolado en Stroeder (1952), Fortín Mercedes (1953;1968-1969), Junín de los Andes (1954-1955), Bariloche (1956-1959), Comodoro Rivadavia (1960-1967; 2001-2011). En 1962 se había titulado como “técnico mecánico en automotores” en el I.A.M.

También estuvo en Bahía Blanca (1970-1984) y en Trelew (1985-2000). Se desempeñó como maestro, profesor y maestro de enseñanza práctica, chofer del Padre Inspector (1970-1974) y encargado del “Cine Don Bosco” (1974-1985). A partir del año 2012 se encontraría en la Casa Zatti de Bahía Blanca. Falleció el 19 de agosto de 2014 en Bahía Blanca. Tenía 88 años de edad y 67 años de profesión religiosa.

Sus superiores siempre dijeron del hermano John que era piadoso, activo y se dedicaba con gusto a actividades manuales, de iniciativa personal.

 

Testimonios del hermano Jonh

Del P. Joaquín López Pedroza

El hermano Jonh se distinguió, en las diferentes obediencias recibidas, por el esmero en el cumplimiento de su deber, rayano en la meticulosidad y la obsesión. Tenía un corazón de niño: un corazón simple, dócil, sereno, alegre, respetuoso, querible. Cuando debió hacerse cargo de la atención del Cine Don Bosco de Bahía Blanca, cuidó hasta los más mínimos detalles. Tenía un archivo en el que guardaba todas las notas, los programas, las boletas, con un orden casi excesivo.

Espíritu comunitario: Se preocupó de ayudar en las distintas comunidades por las que pasó resolviendo los problemas materiales, como: la compra de alimentos (buscando siempre los mejores precios); el cuidado de los vehículos, materia en la que era considerado experto por su cualificación y praxis en el Taller del Deán Funes.

Vida de familia: Era entendido en muchos temas de los que solía hablar en la mesa comunitaria con mucha seguridad y aplomo. Como buen hermano coadjutor experimentó su vocación en medio de los chicos, haciéndose querer. Era muy valorada su presencia en los campamentos de los exploradores, en los que solía participar con mucho gusto. El Hno. John era el que resolvía muchos problemas campamenteros gracias a su camioneta y a su practicidad.

Tuvo la gracia de poder visitar la tierra de Don Bosco y la de Jesús. Su viaje a Tierra Santa resultó para el Hno. John y para los fieles de Trelew, al regreso del mismo, de un invalorable enriquecimiento. El Hno. John se dedicó a dar charlas con lujo de detalles de los lugares santos por los que había pasado. Tenía una memoria muy feliz.

Como catequista en la Parroquia María Auxiliadora de Trelew era muy apreciado por sus catequizandos, dado que el Hno. John preparaba con esmero cada una de las clases, haciéndolas amenas y agradables.

No llamaba la atención y, sin embargo, su presencia era muy apreciada por los hermanos. Su piedad sencilla y su vida de oración fiel fueron la garantía y el secreto de su perseverancia.

Que descanse en paz e interceda por las vocaciones de Hermanos Coadjutores de la Inspectoría.

 

Del P. Vicente Tirabasso

Las anécdotas que podría contar, algunas fueron compartidas en su velatorio.

Lo que puedo añadir es que en los años en que me desempeñé como inspector pude experimentar siempre su delicadeza y comprensión para conmigo, pues él había sido chofer del inspector y conocía de cerca el ritmo de vida y las dificultades que se atraviesan.

Sus cualidades: Un signo de ello es que cada vez que yo visitaba la comunidad de Comodoro Rivadavia, sabiendo que me gustaban los mariscos (“los bichitos”, como les llamaba), él –que era el Ecónomo de la comunidad– se preocupaba de conseguirlos y hacerlos preparar adecuadamente, si bien en su listado de menús no figuraban, pues no le agradaba mucho el pescado.

Otro rasgo bonito de sus últimos años era que, dado que estaba muy limitado en su movilidad, trataba de seguir los noticiosos de la televisión, de modo de poder informar a los hermanos durante las comidas y de generar motivos de conversación distendida en la mesa fraterna.

En enero del 2001, sabiendo que iba a cambiar de Trelew, un grupo de parroquianos le escribe una carta para hacerle “un pedido de corazón”, al inspector P. Joaquín López Pedroza, para que no lo cambie al hermano John. Es interesante en esa carta, las cualidades que atribuyen al hermano, como su disponibilidad para cualquier trabajo que se deba hacer en Caritas o su memoria para recordar todos los datos y la información de la actividad programada.

Siempre dispuesto a obedecer: Asimismo, cuando la obediencia lo cambiaba de Bahía Blanca, después de 12 años durante los que había sido, entre otras cosas, el director del cine, él se manifestaba dispuesto a obedecer, aunque le costaba hacerlo. Recordaba en ese momento las palabras de su Padre Maestro que decía “la obediencia debe ser pronto, cuando es gustosa o cuando no lo es”. Y también las palabras de Don Bosco que decía “que el salesiano debe estar dispuso a subir al púlpito o bajar a la cocina, dar catequesis o barrer, dar clase y estudiar en su celda o acompañar a los niños en el patio”.

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