José Kindslenher, misionero y padre

Vocacion misionera: empezada con el “Circo de Dios”, acrecentada en Junín y Bariloche, vivida plenamente en la meseta de Trelew, ejercida también en sus años de párroco. Nunca dejó de visitar al poblador más recóndito y más alejado del campo y de las comunidades.

Amor a los pobres: vivido en pleno en los años de Bariloche con la atención a los Barrios del Alto, manifestado en su vida austera, en su preocupación para cuantos tenían alguna dificultad y en su aceptación plena de la Doctrina Social de la Iglesia.

Amor a la Eucaristía y a María: sus devociones preferidas que trataba de difundir alrededor suyo. Amor tierno para con María sentida como Madre y por eso, hubiera querido que las imágenes no tuvieran ni coronas, ni cetro.

Capacidad de escucha: se mostró siempre atento a escuchar a cuantos lo buscaban por un consejo, por la confesión o por pedir ayuda. En Bariloche celebró por varios años una Misa donde concurrían docentes y estudiantes del Instituto Balseiro y del Centro Atómico de la localidad.

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José Kindslenher nació el 27 de noviembre de 1927 en Waidhofen (Austria), tercer hijo de Francisco (empleado del Estado) y de Herminia (ama de casa).

Allí frecuentó la escuela primaria, la secundaria y conoció a los salesianos.

A los 26 años hizo su profesión religiosa, enseñó por tres años en una Casa Salesiana de los suburbios de Viena y pidió ser misionero.

El Padre Pepe y el Circo de Dios

(De los archivos del Padre Heraclio Moreno)

Las circunstancias le permitieron adelantar los tiempos, de modo que la última etapa de su formación sacerdotal pudo cumplirla en la que sería la tierra de su misión. Así, en 1960 llegaba a la Argentina para incorporarse a la Inspectoría Patagónica. De este modo, la legendaria “Ostmark” venía a sumarse a la lista de países que generosamente brindaron su aporte a la evangelización de la tierra de los sueños de Don Bosco.

Cursó los estudios de Teología en el Instituto Salesiano de Córdoba, donde recibió la ordenación sacerdotal el 15 de agosto de 1963 y se dispuso a comenzar su apostolado.

En la Inspectoría Patagónica, en la labor misionera, se destacaba en ese tiempo, por su originalidad, la que llevaba a cabo el P. Enrique Olivares como misionero itinerante. Para eso fue utilizando, sucesivamente, el  clásico sulki, como lo hacían los primeros misioneros; luego la motocicleta y más tarde el Jeep, hasta que logró adquirir un camión de gran porte, vetusto, pero en eficiencia merced a un prolijo trabajo de mantenimiento. Al camión le acopló una casita rodante, que servía de vivienda y de capilla. Sobre el camión cargaba una respetable carpa con capacidad para más de un centenar de personas, sillas, y otros enseres. Al típico conjunto así formado se lo denominó “El Circo de Dios”.

En un primer tiempo tuvo como compañero de tareas al P. Eugenio Mazzoglio, a quien los superiores, atendiendo a los años que ya iba cargando sobre sobre su, no exuberante, físico, pensaron destinar a otras tareas. Para cubrir esa vacante llegaba oportunamente.

El neosacerdote José Kindslehner, de ahora en adelante, y para toda su vida, el Padre Pepe, iba a inyectar juventud y potencia al quijotesco emprendimiento.

Con gran fervor y entusiasmo asumió la tarea que le permitía realizar el ideal de su vida, haciéndolo de una manera tan especial, como una forma de emprendimiento, que parecía hecho a su medida, y para el que contaba con excelentes condiciones: fuerte complexión física, destreza para ejecuciones manuales, tenacidad y gran temple; todo lo cual constituía el válido soporte humano de su personalidad religiosa y sacerdotal que le permitía, con la misma naturalidad, enfundarse en un trajinado overol para levantar la carpa, acarrear sillas, revisar motores e instalaciones o endosar el atuendo de clérigo para proclamar la Palabra de Dios a chicos y grandes y presidir las celebraciones religiosas.

Por otra parte, su natural austeridad se condecía plenamente con el régimen de manutención donde el invariable menú cotidiano consistía en el tradicional guiso, cocido en una veterana marmita sin lujos ni exquisiteces.

El ámbito de la jurisdicción del “Circo de Dios” abarcaba la entera Inspectoría contando para ello con el aval del superior religioso y de los respectivos obispos diocesanos. El recorrido se extendía por los faldeos cordilleranos, la meseta patagónica y la costa atlántica. El itinerario incluía solo poblados y caseríos de lugares apartados o zona marginales de poblaciones más grandes.

La llegada de los misioneros se anunciaba con una recorrida del “autotransporte” por las calles, informando mediante altavoces el lugar donde se instalaría la misión, como asimismo los horarios de atención y de las celebraciones. Se elegía un sitio apropiado para plantar la carpa que contara además con espacio suficiente para llevar a cabo actividades típicas de “Oratorio Salesiano” con chicos y jóvenes.

El programa de trabajo contemplaba “encuentros” diversificados: para chicos se dedicaban los turnos de la mañana y de la tarde, teniendo en cuenta las obligaciones escolares de cada uno; las horas de la noche se dedicaban, para la exposición temática, a las personas mayores; y para todos, en las jornadas de celebraciones. Las reuniones se matizaban con cánticos adecuados, contando con el aporte del P. Olivares, dotado de excelente voz barítona y con buen manejo de la guitarra.

La misión se extendía de una a varias semanas, teniendo en cuenta diversos factores, como cantidad de gente, ambiente socio-religioso y otros.

Alrededor de dos intensos años pasó el P. Pepe en esta campaña evangelizadora brindando con gran dedicación y eficiencia las primicias de su espíritu misionero, hasta que el P. Olivares, iniciador de este estilo tan especial de propalar el Reino de Dios, juzgó cerrado el ciclo con miras a continuar su tarea sacerdotal misionera en tierras del Brasil.

Para el Padre Pepe esta experiencia le sirvió de preparación para ulteriores destinos que la Congregación le tenía reservados en tierras del Chubut.

Otros esfuerzos del Padre Pepe

En 1966 el P. Pepe fue destinado al Colegio “Cardenal Cagliero” de la localidad de Stroeder (Provincia de Bs As.) a unos 80 kilómetros al norte de la Comarca Viedma-Patagones. Allí, en 1973, se desempeñó como director y párroco.

En 1974 fue a Fortín Mercedes como director del Aspirantado-Seminario menor de los salesianos, donde trabajó con el P. David García, director de Junín de los Andes.

En 1980 llegó a Junín como encargado de la parroquia, atendiendo el Internado y visitando, cuando podía, las comunidades mapuches en el campo donde se lo recuerda por su esforzada presencia durante una famosa nevada. Aquí en Junín construyó el gimnasio de la Casa Salesiana.

En 1986 fue a San Carlos de Bariloche como vicario de la Parroquia de la Inmaculada atendiendo a los “narrios del alto”, construyendo varias Capillas y ayudando a las familias más pobres. En el Barrio “Frutillar” puso su morada, aún así, nunca abandonó la Comunidad Salesiana. En esos barrios propugnó la construcción de un gimnasio para los jóvenes del lugar.

En 1998 es destinado a la Casa Salesiana de Trelew para atender la zona misionera de la meseta en Chubut: Gastre, Gan Gan, Telsen a unos 350 kilómetros de distancia del mismo Trelew. Por unos años trabajó juntamente con el P. David García.

En 2011 volvió nuevamente a Junín de los Andes, con sus 82 años. Allí, en 2016, sufrió su cuarto ACV, el que lo imposibilitó casi totalmente. Durante más de un mes y medio estuvo acompañado por la comunidad cristiana en la atención diaria en el hospital.

En el mismo 2016 fue trasladado, con su consentimiento, a Bahía Blanca en la Casa Artémides Zatti, donde falleció el 12 de julio del 2017 a las 20.

Testimonios

Misionero “todoterreno”

(Por el P. Fernando Arce)

A Pepe Kindslehner lo recuerdo como un hombre muy austero y trabajador, con convicciones férreas, con una opción muy clara por ayudar a los más pobres, siempre cargando en su camioneta alimentos, chapas, o lo que necesitaran. Era de aquella estirpe de misioneros “todoterreno”.

En Junín lo recuerdan trepado a los andamios y pegando los ladrillos del gimnasio. En pleno invierno iba con su mochila grande cargada con alimentos; donde no podía seguir la camioneta, seguía con esquíes llegar a los paisanos del campo.

En Rawson era famosa su negativa a entrar en la Casa de Retiro, porque aparentaba ser muy ostentosa. En Bariloche lo recuerdan por su opción por los barrios más humildes del “Alto”, donde levantó un enorme polideportivo, y donde luego toda la Inspectoría seguiría aquella opción profética, trasladando la vivienda de la comunidad salesiana al barrio Frutillar. Manifestó siempre su opción por el pueblo mapuche, y todavía a los 70 años seguía madrugando para estudiar cada día un poco de su lengua.

 

 

Austero en su alimentación, su descanso, su trabajo

Comunidad Salesiana de Junín de los Andes, 2017

Pepe era extremadamente austero. No pensaba en sí mismo sino en los demás; en todo caso si pensaba en si era para ver si podía ser más pobre y austero. Y si por distintos motivos debía recuperar sus fuerzas, trataba de acelerar su mejoría con ejercicios y tratamientos personales.

Vale la pena recordar una de sus andanzas: en el único camino del inmenso desierto del Chubut, el Padre Pepe fue a chocar frontalmente con el Pastor Evangélico de la zona; son trasladados a la misma sala del hospital. Allí los dos se trenzan en una ardiente discusión sobre quién tenía la culpa; igualmente los dos recitan los mismos salmos. Le implantan una prótesis, pero su físico la rechaza; quien sabe si no fue por sus mismos ejercicios y tratamientos personales para acelerar su recuperación, pero con resultados adversos; le insistieron que aceptara una segunda, pero no quiso. Desde entonces tenía una pierna más larga que la otra.

Era austero en su alimentación, su descanso, su trabajo. Por años, el Padre Pepe desayunaba con agua azucarada y pan; prácticamente no cenaba ya que no aceptaba mirar televisión a la que endilgaba ser “un cajón”. Si a esto añadimos que su jornada de trabajo era sin descanso alguno entenderemos por qué se dormía en el volante al remontar las cinco cuadras entre el Don Bosco de Bariloche y el María Auxiliadora, para rezar la Misa a esa comunidad.

Y qué decir de los kilómetros de esquí para llevar alimentos y medicinas a las familias mapuches aisladas por la nieve en los cerros de Junín. En los internados del aspirantado de Fortín, de Stroeder y de Junín, Pepe era incansable para lo que necesitaran los chicos, además de cultivar como pocos la asistencia salesiana como presencia y compartir educativo con ellos; como para no creer, culminaba su jornada con un entusiasta partido de básquet.

Ciertamente, no para él sino para los chicos, levantó gimnasios en Stroeder, en Junín y en Bariloche; no le interesaba tanto la arquitectura sino la solidez de las construcciones para que duraran largos años.

Realmente Pepe era pobre y para los pobres; por eso, bien temprano llenaba su camioneta con las donaciones de todo tipo que le ofrecían varios mercados de Bariloche para llevar a sus pobres.

Frente a estas sencillas pinceladas de la vida de nuestro admirable hermano no nos llama la atención si el Padre Obispo Esteban Hesayne, a pesar de distanciamientos pastorales, demostrara abiertamente su aprecio y admiración por el Padre Pepe.

 

Testamento espiritual

Misionero y Padre José Kindslenher “Pepe”

San Carlos de Bariloche, 7 de junio de 1995

“Hoy quiero poner por escrito lo que escribí muchos años atrás.

Si me muero, no quiero “pompa fúnebre”. Que me entierren como a un pobre.

Cajón de álamo sin pintura ni coronas.

Puesto en la tierra, pues de la tierra somos sacados, es semilla del “otro reino”.

No digan “Mis Pésames”, sino “Felicitaciones”, porque llegó a la Meta por la infinita misericordia del Buen Dios que es Amor.

No gasten plata en flores, etc, sino recen y hagan rezar, para que pronto pueda el padrecito Pepe ver a su Creador junto a la mamá del cielo, y todos los Santos y Ángeles que tantas veces quise ver en la tierra yo.

Perdónenme todas mis “macanas”.

¡Hasta pronto!

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