Hugo Rubén Izurieta nació en Chascomús el 1 de abril de 1934, un domingo de Pascua, el mismo día de la canonización de Don Bosco. Fue bautizado el 22 del mismo mes. Sus padres fueron Hugo Izurieta y Angélica Ahuntzaina. De chico vivió en el campo. Era el mayor de cinco hermanos varones. Poco después, por un problema de salud del papá, se fueron a vivir a La Plata. Comenzó sus estudios en una escuela del Estado y al poco tiempo pudo ingresar al colegio Sagrado Corazón. Allí, su primer maestro fue el salesiano sacerdote y misionero Godofredo Peindl. En los Ejercicios Espirituales de ese año, 1945, al escuchar las palabras del Padre Director, Carlos Cremaschi, sintió el llamado de la vocación. Gracias a la influencia del P. Domingo Martínez, el promotor vocacional de aquel tiempo, pudo ir al aspirantado menor de Ramos Mejía. En febrero de 1947 llegó a Bernal.
Hizo el noviciado en Morón (hoy San Justo) en 1951 y el 31 de enero de 1952 su primera profesión religiosa, en manos del famoso maestro de novicios don Ambrosio Zappa, acompañado en ese momento, por el asistente P. Miguel Alemán. Cursó la filosofía en Bernal y el trienio lo realizó en el pupilaje de artesanos del entonces San Carlos (Colegio Pío IX), tres años felices diría después Hugo. Realizó la teología en Córdoba-Villada, en los tiempos en que se juntaban cerca de 120 estudiantes, de Argentina, Paraguay y Uruguay. Allí fue ordenado de sacerdote, el 26 de noviembre de 1961, por el hoy beato Enrique Angelelli, obispo auxiliar de Córdoba, porque el arzobispo, Ramón Castellano, se hallaba en Roma, en el Concilio Vaticano II.
Primeros albores del apostolado sacerdotal
Para ese entonces, estando el P. Hugo en 1º año de la Teología, se había creado la Inspectoría de La Plata y a él, siendo originario de la ciudad de La Plata, le tocó quedarse en la “Chacarera”, como llamaban simpáticamente a la nueva Inspectoría, por la cantidad de escuelas agrícolas. A él en efecto le tocó empezar su misión sacerdotal en Uribelarrea y luego fue director en las Casas de Gral. Pirán (prov. de Buenos Aires), en Don Bosco (Quilmes), en General Pico (La Pampa), en Sagrado Corazón (La Plata), en Mar del Plata, en Bernal, en Ensenada y, nuevamente, en Uribelarrea. Fue párroco de San Juan Bosco (La Plata).
Sus años como Padre Inspector
Por tres años fue consejero inspectorial y luego le llegó la hora de ser inspector de la Inspectoría Nuestra Señora de Luján (ex ALP) entre 1987 y 1993. Sus antecesores, habían sido el P. Felipe Salvetti, primer Inspector de ALP, el P. Emilio Hernando y Mons. Argimiro Daniel Moure. Su nombramiento de Inspector, según compartía él mismo, después en tono jocoso, con el P. Juan Cantini, tuvo la originalidad de haberse hecho, por teléfono, mediante una llamada directa del Rector Mayor, Don Egidio Viganó.
Desempeñó también diversos roles a nivel eclesial, como integrante del Consejo Presbiteral de las diócesis de Santa Rosa y de La Plata, presidente de la Junta Regional de Educación Católica de la Diócesis de Mar del Plata y asesor de la Federación Diocesana de la Unión de Padres de Familia de Mar del Plata.
Experiencias de su vida
Son muy interesantes, las memorias que Hugo dejó escritas a modo de Carta Mortuoria, en las que relata diversas experiencias de su vida sacerdotal. Apenas ordenado, fue al externado de Bernal, donde le tocó ser alternativamente, catequista y consejero. Pero además, el oratorio, el cine, los Exploradores. Cinco años densos de trabajo a los que se le sumó, el Curso de Pastoral, al que concurría de viernes a la tarde a sábado a mediodía. En Uribelarrea, residía en el Colegio María Auxiliadora, que las Hermanas acababan de dejar. Funcionaba como una residencia temporal vocacional adonde acudían los chicos que el P. Grosso, promotor vocacional, traía de los diversos lugares de la inspectoría.
Interesante fue, según cuenta en sus relatos, su experiencia en General Pirán. La escuela agrícola pasó al cierre gradual del primario y del internado y luego al secundario mixto. Allí fue director, párroco, rector y ecónomo puesto que de nueve salesianos pasaron a cinco. En 1973, en Don Bosco fue responsable de los estudiantes de Teología que venían del Manga-Uruguay. Tiempos difíciles, de cambios y renovación en la Iglesia y en la sociedad. De los ocho estudiantes de Teología que hubo, quedaron dos.
Y sigue recordando sus experiencias en General Pico, en La Plata y en Mar del Plata. En los 9 años de General Pico llevó adelante la construcción de la nueva Casa Parroquial. Gestionó aportes para la ampliación de Hogar de Ancianos. En La Plata debió ser ecónomo porque todavía existían los mediopupilos y el primario. Además, capellán del Batallón 10 “Brigadier Cornelio Saavedra”. En Mar del Plata, fue feliz, aunque sólo estuvo 2 años y medio. Eran un lindo grupo de hermanos para atender la pastoral y la conducción escolar de primario y secundario.
En lo que Hugo no es muy explícito es en el relato de sus años de Inspector. Y termina recordando los años en que fue director de Bernal, de Ensenada, donde fue también párroco y de Uribelarrea. Y añade un renglón, en el que desea que sus memorias, ayuden a que los hermanos que han de seguir esos caminos para el bien de tantos jovencitos.
El camino de la cruz
En 2008, siendo director de Uribelarrea, sufrió un infarto del que gracias a Dios se recuperó, pero lo dejó un tanto condicionado, para las tareas apostólicas.
Además, desde tiempo atrás venía sufriendo un proceso progresivo de artrosis deformante que lo condicionó para el resto de su vida, dificultándole muchísimo el caminar libremente. Dice el Padre Hugo en las páginas que dejó como memoria: “mirando los años que el buen Dios me regaló para vivir, siempre encontré la alegría de descubrir en el camino, la mano misericordiosa de Dios, que me acompañó y la protección materna de María, en los momentos difíciles”.
Por su fortaleza y templanza, tenía fama de ser un “vasco duro”. Él mismo dice, en sus memorias: “Nunca pedí nada a mis superiores, en cuanto a obediencias se refiere. En cambio, sí, pedía al Señor descubrir siempre su Voluntad, en lo que me tocaba y debo dar siempre gracias a Dios, por ello”. Añade que estas líneas, quieren ser un poco de historia de la evolución de las Casas, en el tiempo que le tocó servir a la Congregación.
“Doy sentidas gracias a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, por sus llamadas, desde el nacimiento a la vida, el Bautismo, el seguimiento de Don Bosco, con sus implicancias de salvación, consagración y misión. Desde ese momento, conciencia de la vida y carisma recibidos. Gracias a Dios y a los bienhechores espirituales y materiales. Pido perdón por mis errores y por aquello que no hice o hice mal”.
Y termina con un tierno y humilde pedido: “Entre mis ropas está la sotana que usé por muchos años, la desearía como mortaja”.
El P. Hugo falleció en la ciudad de La Plata el 19 de enero de 2020, con 68 años de profesión religiosa, 58 años de sacerdote y 85 años de edad.
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