En el marco de esta Semana Santa, como Pueblo de Dios se suma a nuestra gratitud ese infinito Amor de Dios, que se manifiesta en Jesús, por la feliz y esperada noticia de la aprobación del milagro de Don Artémides Zatti, que lo conduce a la canonización: es el reconocimiento del testimonio de vida salesiana como hermano coadjutor que vivió plenamente para Dios en el servicio a los hermanos.
Don Zatti nos dice: “a Jesús hay que darle lo mejor porque él ha dado todo por los más pobres y por los más pequeños”. Y reconocemos en él esa misericordia por los enfermos y por los más necesitados. En su propia historia vive el dolor de la enfermedad, de la tuberculosis; vive el dolor de migrar y dejar su tierra. En esos dolores, Don Zatti descubre el designio de Dios y lo abraza como salesiano coadjutor, entregando su vida en Viedma, en esta tierra patagónica tan querida por Don Bosco, en el servicio en el Hospital San José a esos “Cristos” que veía en cada enfermo.
Es hermosa la expresión en ese humanismo optimista de San Francisco de Sales –de quien este año recordamos los 400 años de su muerte– en la vida de Don Zatti: él fue un hombre plenamente humano, un hombre plenamente al servicio a Dios. Fue un hombre que no vivió “puertas adentro”, sino que pudo involucrase en los ambientes sociales de su comunidad, supo estar a la mano de los vecinos que lo necesitaban.
En este tiempo de tanto desequilibrio que nos trae la cultura consumista, Zatti nos devuelve la sencillez, la austeridad y la pobreza del Evangelio que le viene de ese corazón contemplativo enamorado de Dios. No se encierra en si mismo, sino que sale a recorrer los caminos, como el Samaritano, para dar su mano a quien lo necesitaba.
¡Que Don Zatti nos ayude a los salesianos a poner el corazón en el centro de la vida de los hermanos!
Pedro Narambuena, sdb
Comunidad Salesiana de Viedma
Bravooooo!!!!! Qué alegría!!!
Don Zatti en los altares!!!