El domingo 22 de mayo el estudiante de teología Gustavo Ortiz hizo su profesión perpetua como Salesiano de Don Bosco, en una celebración en el Santuario del Sagrado Corazón de Jesús de San Justo que presidió el Padre Inspector, Darío Perera.
El templo estaba lleno de familiares, amigos y salesianos que se acercaron para acompañar a este joven de 37 años que hizo sus votos bajo el lema, extraído del artículo 62 de las Constituciones Salesianas, “Testimoniar a los jóvenes que Dios existe, y su amor puede llenar una vida”.
En la homilía, el P. Darío dijo: “Hoy estamos celebrando un misterioso encuentro entre el llamado de Dios y la apertura, el sí, que hoy vamos a escuchar de Tabo. Toda la existencia humana es siempre ese diálogo misterioso, intenso, comprometedor entre un Dios que llama y la libertad humana que responde”.
“Esta mañana -agregó- es en sí mismo un signo de este misterio. Un signo que interroga el sentido del andar humano en este mundo, en esta vida, en esta historia. El interrogante lo podemos formular de muchas maneras: (…) ¿Cómo se explica en pleno siglo XXI, marcado por la exacerbación de la subjetividad, que alguien piense su subjetividad desde la entrega al otro?”. Y apuntó: “La fuerza del anuncio del evangelio no está en la solidez de los argumentos sino en la osadía de los testigos. Testigo es aquel, querido Gustavo, que es capaz de vivir en carne propia lo que hemos escuchado en el evangelio: No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. ¿Y que es tu profesión perpetua sino el compromiso de dar toda la vida por los jóvenes más pobres, que tienen que ser tus amigos?”.
Entonces, el Padre Inspector se detuvo para profundizar un poco más en el significado de esta entrega: “El encuentro con Dios no es algo que se da una vez y es para siempre. La raíz de toda experiencia de Dios está en la búsqueda incesante de su rostro, toda vez que nunca poseemos a Dios para siempre. Dios es siempre la eterna pregunta que acompaña nuestro caminar. Y es la pregunta que acompaña a todo hombre. Dios es ese deseo que anida en cada corazón y que a veces se nos aparece como insatisfacción, otras como un intenso deseo de plenitud, tantas como el deseo de felicidad o bienestar”.
Y continuó su explicación: “El consagrado es alguien cuya certeza es que no hay plenitud posible lejos de Dios. Y que todo el misterio de este universo hermoso y admirable, de toda vida que palpita y desea, que sueña y ríe tiene su plenitud en él. Y que las oscuridades que nos circundan, los dolores que nos atraviesan, las lágrimas que tantas veces nublan nuestros ojos, sólo se soportan en él. Por eso, el primer desafío de todo consagrado es buscar su rostro. Buscarlo cuando todo es lindo y vale la pena, pero también cuando la noche nos cerca y hemos perdido sus huellas. ¿En qué consiste tu consagración y entrega a los jóvenes más pobres? En compartirles tu búsqueda de Dios. La consagración que hoy harás para siempre te convierte en un apasionado buscador de su rostro, rastreador de sus huellas, experto caminante. Por eso, para ser pastor de los jóvenes, la experticia no nos viene de los libros, de las ciencias, de la teoría, sino de la vida desafiada por el misterio de Dios.”
Y culminó: “Por eso, quiero terminar encomendándonos y encomendándote a nuestra Madre, Auxiliadora. Ella que le dio el sí al ángel sólo confiando en los misteriosos caminos de Dios, ella que acompañó el camino de Jesús y que permaneció al pie de la cruz, seguramente sin entender esos caminos, cuide de tu consagración y de tu servicio a los Jóvenes.”
Las palabras de Gustavo
Profundamente emocionado, Gustavo Ortiz agradeció la compañía de todos los presentes. “Hice mi profesión perpetua rodeado de mi familia, de mis hermanos salesianos y con las personas que me crucé en estos años compartiendo los distintos patios. En cada uno de ustedes siento la cercanía de Dios que me abrazaba y me invitaba a seguirlo más profundamente de cerca en este camino como consagrado.”
Y continuó: “Y de este modo, testimoniar a los jóvenes y a los más necesitados que su amor puede sostenerlos, escucharlos y acompañarlos en sus vidas.”
“En el mes de María Auxiliadora le pido a nuestra Madre, como lo hizo con Don Bosco, que nos acerque siempre al amor de su Hijo Jesucristo”, finalizó.
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