Braian Fernández: “Elijo vivir en oración y acción todos los días por el bienestar de la juventud”

Nacido en Coronel Pringles, al sur de la provincia de Buenos Aires, Braian Fernández forma parte del Oratorio Miguel Rúa de la Casa Salesiana Sagrado Corazón, de La Plata. “Esta es mi primera experiencia en la Familia Salesiana”, explica este joven de 28 años. Y agrega: “El grupo que me formó cristianamente en mi adolescencia fue el Grupo Misionero Karol, en mi pueblo”.

Junto con Leonardo Díaz, desde el año pasado están en el Noviciado Interinspectorial de Montevideo y el próximo sábado 4 de febrero realizarán su Primera Profesión Religiosa en Junín de los Andes.

Antes de este paso vocacional, Braian habló con donboscosur.

¿Qué significa para vos consagrarse como Salesiano de Don Bosco?

Para mí es un paso muy importante que vengo soñando y pensando en estos años de discernimiento. Es un paso de reafirmar que quiero que mi vida sea enteramente para los y las jóvenes como religioso, solo por amor “de” y “a” Jesús. Significa que elijo vivir en oración y acción todos los días, con la mirada y el corazón puestos en el bienestar de la juventud. Significa que dejo de pertenecerme para pertenecerle a los y las que más necesiten.

¿Cómo llegaste al Noviciado? ¿Qué te atrapa de la vida religiosa?

Al noviciado llegué con muchas expectativas, con una gran conciencia de que era un momento clave en mi búsqueda de servicio a los y las demás. Siempre estuvo en el horizonte de mi vida la posibilidad de ser religioso, pero quería reafirmar todo eso, o ver por dónde podía seguir sirviendo de mejor manera. En otras palabas, cuál era el zapato más cómodo para caminar esta vida de servicio y de entrega a Dios y a los y las jóvenes. Y fui descubriendo que la mejor manera de responder a este servicio es como religioso. Que yo, Braian, descubro en la vida religiosa la mejor manera de poder llevar adelante esta misión. ¿Por qué? No lo tengo demasiado claro como para ponerlo en palabras, pero es algo que me siento profundamente llamado a hacerlo. Siento que la vida religiosa tiene un gran privilegio: su preocupación es cómo llegar a todos los jóvenes, cómo alcanzarles propuestas que transformen su vida.

¿Qué recuerdos se te vienen a la memoria en este tiempo de preparación profunda para la Primera Profesión?

Hace días estuve haciendo “síntesis” del año, y todavía no caigo de este paso que voy a dar. Siento que pasó todo muy rápido. Desde que conocí a los salesianos, en junio de 2017, no paré de buscar cómo poder ayudar y colaborar con esta gran misión. Recuerdo cuando entré por primera vez a una misa en la Basílica del Sagrado Corazón, en La Plata, estaba llena de jóvenes. Jamás había visto algo así hasta ese momento. Me acuerdo que lo que sentí era que no quería irme más de ahí. También recuerdo el primer oratorio, ese bendito oratorio que empezó a adueñarse de mis tiempos, de mis pensamientos. Recuerdo el Voluntariado Misionero Salesiano en la querida Meseta Chubutense, fue el lugar donde terminé de definir que para mi vida quería algo “así” para siempre, en comunidad, para otros. Recuerdo los años en Casa Emaús, que pasé durante la pandemia, en donde hemos podido acompañar muchas vidas e historias. Allí ha sido un regalo la amistad y la confianza de tantos y tantas jóvenes. Muchas cosas vividas en la Familia Salesiana en tan pocos años, que fueron los años donde más herramientas tuve para conocerme, crecer y buscar estar con Dios lo más cerca que pueda, todo el tiempo.

También recuerdo a tantos sacerdotes, salesianos e Hijas de María Auxiliadora que marcaron mi vida, que fueron modelos de este vivir y gustar la vida religiosa y de buscar la manera de estar en medio de los y las jóvenes.

¿Qué lema elegiste para la Profesión? ¿Por qué?

Mi lema es “Permanecer y adorarte”. Si bien no es ninguna cita bíblica, son dos palabras que aparecen mucho en el Evangelio y que también tiene mucho significado. Son dos palabras que me ayudaron y que fueron un antes y un después en mi vida de fe, y que, justamente, se dieron este año.

La palabra “permanecer” la tomé de un compañero del noviciado, que en un momento de “sequedad” en la oración que estaba pasando, él dijo: “Permanecer con Dios, incluso en el silencio, incluso cuando creemos que no está. Solo sentarse en la capilla, en silencio, manso y esperar”.  Esa palabra, tan simple, transformó mi mirada, transformó mi vínculo con Dios para siempre. Ya no me desespero cuando creo o considero que no estoy en comunión con Dios, solo agradezco el poder tener la certeza de que Él está siempre y de mil formas durante todo el día.

Y la palabra “adorarte” viene de una charla con un salesiano, donde nos compartíamos alguna experiencia de Dios que habíamos tenido. Y los dos nos contamos experiencias que nos habían desbordado de tal manera que parecían irreales, que no entraban en palabras. Era tal el amor experimentado en esa situación que no cabía en una mirada humana simplista. Y solo quedaba agradecer ese encuentro tan sagrado. Entonces, ante estas situaciones que nos desbordan, que no entendemos, que nos sobrepasa de amor, solo queda adorarlo y darle gracias por todo lo que nos da, por todo lo que acompaña nuestra vida, incluso por todo lo que no logramos ver ni dimensionar.

“Permanecer y adorarte”, estar con Él para siempre, manso, incluso en los momentos de silencio, y adorarlo, darle gracias eternamente, por todo lo que ha hecho con mi vida y lo que me regala todos los días.

 

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