Conocí personas magníficas en los días de la JMJ y jóvenes maravillosos. Por eso las palabras del Papa Francisco refiriéndose a Don Bosco y a su saber mirar con los ojos de Dios han recorrido el mundo en décimas de segundo y han perdurado y perduran en el tiempo.
Me ha calado muy profundamente en el corazón la historia de vida de una persona, una joven mamá que a causa de una grave enfermedad estuvo por más de un año y medio recluida en casa. No quería saber nada de nadie; no quería visitar a nadie ni ser visitada. Para ella la vida había terminado.
Personas que la querían bien la invitaron a acercarse a la casa salesiana. Un poco a la fuerza y con no poca resistencia se acercó, y desde aquel día (y han pasado varios años), ya no salió de esa presencia salesiana. Yo la ví allí. Allí la conocí. No podría haberme ni imaginado por un momento toda la lucha y batallas personales que ha tenido que vivir. Su dinamismo, su liderazgo, su capacidad de implicación de los demás y de ella misma me habrían hecho pensar en una vida siempre creciente, siempre de logros y de éxitos.
Resulta que tuvo una oportunidad.
Sucedió que con temor y temblor se acercó y se encontró con personas que sin pedir nada ‘supieron mirar con los ojos de Dios’. Y así he conocido el testimonio de decenas de jóvenes en esos días de la JMJ y de la maravillosa fiesta de Don Bosco en Panamá (con la procesión más multitudinaria que yo haya visto hasta el día hoy en mi vida), jóvenes que tienen otras tantas historias de vida en las que fueron mirados con una mirada ‘especial’, la de Dios.
Lo dijo magníficamente el Papa Francisco en la Vigilia del sábado de la JMJ cuando afirmó que “Abrazar la vida se manifiesta también cuando damos la bienvenida a lo que no es perfecto, a todo lo que no es puro ni destilado, pero no por eso menos digno de amor”. Esto marca la diferencia en los estilos con los que nos tratamos como personas.
Sabemos, y muchos estamos convencidos de ello, seguramente que muchos de ustedes amigos y amigas lectores que ‘el Amor sana’, el amor es curativo, y ‘sólo lo que se Ama puede ser salvado’. Pues bien, justamente por eso el primer paso que sin duda hemos de dar como educadores, como amigos y amigas de este estilo salesiano, o simplemente como personas de bien que andan por el mundo es el “no tener miedo de recibir la vida como viene, no tener miedo de abrazar la vida como es” (Papa Francisco en la Vigilia de la JMJ).
La joven mamá a la que me he referido al inicio de mi escrito sólo necesitaba encontrar un espacio de vida, un lugar con personas en el que con sus manos, con su corazón y su mente, con su persona toda pudiera sentirse ‘parte de algo’, de una ‘comunidad’ más grande que la necesitaba con su historia de vida. Y eso le cambió la vida.
El Papa Francisco ha dicho unas palabras sobre don Bosco en esa noche de la JMJ a la que me he referido que me llenan de emoción y también me resultan muy exigentes porque no podemos escucharlas y quedarnos en la indiferencia, ya que fidelidad a Don Bosco hoy significa tener y tomar las mismas opciones y decisiones que él ha tomado y que tendría hoy. Don Bosco, nos dice el Papa Francisco, “no se fue a buscar a los jóvenes a ninguna parte. (A ver, acá los que quieren a don Bosco, un aplauso…). Don Bosco no se fue a buscar a los jóvenes a ninguna parte lejana o especial, simplemente aprendió a mirar, a ver todo lo que pasaba a su alrededor en la ciudad, con los ojos de Dios y, así su corazón fue golpeado por cientos de niños, de jóvenes abandonados sin estudio, sin trabajo, sin la mano amiga de una comunidad. Muchos vivían en la misma ciudad, muchos criticaban a esos jóvenes, pero no sabían mirarlos con los ojos de Dios.
A los jóvenes hay que mirarlos con los ojos de Dios. Él lo hizo, se animó Don Bosco a dar el primer paso: abrazar la vida como se presenta y, a partir de ahí, no tuvo miedo de dar el segundo paso: crear con ellos una comunidad, una familia donde con trabajo y estudio se sintieran amados. Darles raíces desde donde sujetarse para que puedan llegar al cielo. Para que puedan ser alguien en la sociedad. Darles raíces para que se agarren y no los tire abajo el primer viento que viene. Eso hizo Don Bosco”.
Todo esto y mucho más me han dejado estos días. Me ha dejado el alma y el corazón lleno de rostros, como diría el gran Obispo Pedro Casaldáliga cuando se imaginaba antes de morir en la presencia de Dios, y que le dirían qué había hecho en la vida. Presentaría las manos vacías pero el corazón lleno de nombres.
Mis amigos y amigas, “la salvación que Dios nos regala es una invitación a formar parte de una historia de amor que se entreteje con nuestras historias” (Papa Francisco).
Ojalá demos frutos de vida allí donde estemos, como estemos y con quienes estemos…
Fuente: infoans.org
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