“Al hacer memoria de todo lo vivido hasta acá, reconozco que Dios me ha acompañado desde el momento cero…”

Con 35 años de edad y oriundo de la ciudad de La Plata, Emiliano Nahuel Arruabarrena es uno de los jóvenes que el próximo 2 de septiembre, junto con Gastón Flores, realizará su profesión perpetua como Salesiano de Don Bosco.

Habiendo iniciado su proceso vocacional en la parroquia San Juan Bosco, Casa Salesiana San Miguel, de La Plata, una de las cosas que lo atrapa de la vida religiosa es la “búsqueda constante de la voluntad de Dios”.

Semanas antes de la celebración de su profesión, Emiliano conversó con donboscosur.

¿Qué significa para vos consagrarse como Salesiano de Don Bosco?

Es decir “sí” a un regalo que hasta el día de hoy siento inmerecido. Es una respuesta de fe que, a la vez, significa continuidad y novedad. Continuidad porque es parte de un camino de formación y acompañamiento que estoy transitando desde hace diez años, donde poco a poco pude ir dando pasos que me ayudaron a descubrir el lugar donde Dios me está llamando a ser feliz (vocación). Novedad porque…

¿Después de tanto tiempo de formación, qué te atrapa de la vida religiosa?

La dimensión comunitaria, el camino de servicio a los jóvenes, la búsqueda constante de la voluntad de Dios; la memoria y profecía.

¿Qué recuerdos se te vienen a la memoria en este tiempo de preparación profunda para la Profesión Perpetua?

¡Muchísimos!

En lo personal, esto me hizo mirar mucho todo lo vivido hasta acá. Recuerdo mucho a mi familia, y en particular a mi vieja y a todos mis tíos que me acompañan incondicionalmente y que me enseñaron a hacer lo mismo (o, al menos, a intentarlo). Recuerdo también a mis abuelos Juan, Rosa y Raquel, que desde chico me enseñaron a mirar al cielo y a confiar en Dios y en la Virgen, e hicieron que yo sea lo que soy hoy. Gran parte de lo que soy, sin dudas, se lo debo a mi familia.

También, todo lo vivido en el colegio San Miguel y en la parroquia San Juan Bosco, la que siempre será mi segunda casa y a la que disfruto mucho volver. A mis segundos abuelos y abuelas allí encontrados. A los primeros salesianos que allí me cautivaron con su presencia amorosa, siendo yo muy pequeño: Rafael Mañas, Ricardo Sills, Tito Rossi y Cayetano Castello.Todos ellos me hicieron sentir parte de una gran familia.

Al P. Hugo Izurieta, que con amor de abuelo intuyó que algo se encendía mi corazón y yo no me animaba a encararlo; y supo verlo, acogerlo y acompañarme con mucho amor y respeto. Él fue el primero que me enseñó, sin quererlo, a acompañar.

Recuerdo a todos los hermanos que desde que ingresé a Casa Emaús supieron guiarme y ayudarme a crecer con su cariño y ejemplo. Y también a tantos pibes y animadores con los que compartimos vida y corazón en Bahía Blanca, en Alta Gracia, en Córdoba capital (barrio Don Bosco), en Junín de los Andes y ahora en San Justo. Todos hicieron y hacen que mi corazón se ensanche más, y que entre ellos encuentre el sentido de mi vida, la vocación, el deseo más profundo de Dios para mí. Todos ellos estarán por siempre en mi corazón. Gracias a todos y cada uno.

¿Qué lema elegiste para la profesión? ¿Por qué?

Para la profesión perpetua elegí un lema inspirado en el Salmo 89 (88): «Cantaré eternamente el amor del Señor». En primer lugar, elegí ese lema porque sin dudas es el que representa el momento vital en el que me encuentro: profundamente inundado por el amor de Dios que me ha acompañado desde los primeros momentos de mi vida, no puedo más que agradecer y anunciar, “cantar” lo que Dios hace no solo en mi vida… sino en la de todos. Al hacer memoria de todo lo vivido hasta acá, reconozco que Dios me ha acompañado desde el momento cero: en mi familia, amigos, salesianos y salesianas, compañeros de camino, y particularmente en tantos pibes y pibas con los que tuve el regalo de compartir la vida y la fe desde el momento en que entré a la Congregación.

En segundo lugar, el lema juega con el tema de la música y el canto. Y amo cantar. A todos nos pasa que cuando estamos muy felices cantamos, tarareamos, silbamos. Esa felicidad contenida quiere hacerse visible, quiere expresar algo. En mi caso, quiero “cantar” que Dios existe, y su amor puede colmar por entero nuestras vidas. Eso quiero expresar con mi “sí”, eso quiero que se transparente con la profesión perpetua, eso quiero transmitir con mi vida entera. La alegría de saberme amado, y asumiendo en profundidad la invitación a amar para que otros sientan lo mismo.

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