Decir Mallín es remitirse a la experiencia de las discípulas y los discípulos, de la vida en comunidad, de las charlas largas, las reflexiones conjuntas, habitando espacios que con la sola presencia del otro y de la otra se cargan de intimidad y sentido. Es traer al corazón tardes de juegos, alegrías, corridas y celebraciones. Rondas pequeñas donde se entretejen los sueños más personales con los colectivos en donde se vislumbran otros mundos posibles, con el coraje de los y las adolescentes y la fuerza de un proyecto que sentimos como propio, que nos trasciende y aúna en un horizonte común.
Mallín es poder compartir experiencias significativas en cada uno de nuestros centros, miradas sobre temas que atraviesan la vida de las y los adolescentes, pero también junto a las y los que formamos parte de dicho movimiento, compartimos sueños, novedades, proyectos colectivos que dan vida al mismo. De esta manera ensayando nuevos mapas, búsquedas, preguntas que atraviesan nuestras destinatarias y nuestros destinatarios y también como adultos, para que de alguna manera podamos mantener vivo el fuego comunitario que habilita y sostiene.
El testimonio de Romina Parovel, asesora del centro mallinista de Ushuaia, cuenta la experiencia desde cerca: “De los 54 años, acá en el extremo sur transitamos sólo 4, pero fueron los más profundos que he experimentado con las pibas y los pibes en la Casa Salesiana. Mallín vivificó el pasillo y el patio, lo llenó de energía, de identidad, planteó un modo de vincularse donde el diálogo a corazón abierto, las miradas y las sonrisas se constituyeron en un lenguaje en común y definió a la Pastoral como el espacio sagrado que cobija esa comunión. Gracias a Mallín, hay un lugar donde la voz se valida, los intentos se alientan y la diferencia se habilita, se abraza, se celebra y sirve de mediación para descubrir lo común y seguir creciendo. Todos somos bienvenidas, todas somos bienvenidas así como estamos, así como somos, así como nos soñamos. Gracias a Mallín somos un poco más libres, un poco más seguros, un poco más humanos y un poco más amigos y amigas todos los días. Quizás la experiencia de la transfiguración pasa un poco por ahí, por poder reconocer en las caras de quienes van llegando, el paso de Jesús por sus vidas…”
Gracias por estos 54 años del querido Movimiento Mallinista ¡Cuánta vida por agradecer, cuántas rondas compartidas que han pasado y siguen expandiéndose, resonando de diversas formas en miles de lugares!
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