El 11 de noviembre, en el Santuario María Auxiliadora de Fortín Mercedes, se celebró una Eucaristía en acción de gracias por los 148 años del envío de los primeros misioneros salesianos a la Argentina y por los 16 años de la beatificación de Ceferino Namuncurá, que tuvo lugar en Chimpay, su tierra natal. Mucho para dar gracias y seguir andando.
“Acontecimientos que motivaron un encuentro de acción de gracias, por esos signos de la providencia divina, que nos sigue animando a no dejarnos robar los sueños, ni el corazón misionero, propio de todo bautizado y que Don Bosco vivió e infundió en sus jóvenes”, explicó el P. Pedro Narambuena.
Durante la Eucaristía, animada por los directivos de las comunidades educativas, se llevó procesionalmente al altar la reliquia de Ceferino, fruto maduro de la tarea educativa pastoral de los misioneros. “Seguro de su propia identidad cultural, Ceferino abrazó el sueño de servir al bien de su gente. Su opción de “Quiero estudiar para ser útil a mi gente” iluminó toda su vida. Se puso en camino y se comprometió en entregar todos sus talentos para servir a su pueblo. Como pueblo peregrino en el Santuario, se hizo memoria de ese fuerte momento de gracia, como fue la beatificación, y se renovó, delante del cuadro de María Auxiliadora, bendecido por Don Bosco y entregado al P. Juan Cagliero, el corazón misionero y el compromiso de dar vida al sueño de Don Bosco de ser misioneros hoy”, sostuvo el P. Pedro.
Todo santuario es testigo de la ternura de Dios, que por medio de María, o de los Santos, anima y sostiene la esperanza de los peregrinos. En esta oportunidad la Eucaristía estuvo presidida por el P. Joaquín López Pedrosa, que lleva 61 años como misionero en la Patagonia, acompañado por el P. Martín Dumrauf y por el P. Pedro Narambuena, con mucha participación de las comunidades.
“El sueño y el corazón misionero de Don Bosco, así como encendieron este ideal en Ceferino, siguen dando vida y animando nuestro peregrinar, siempre sostenidos por María Auxiliadora patrona de la Patagonia”, afirmó Narambuena.
En el momento de la homilía, el P. Joaquín narró su vocación misionera y animó a los presentes a no dejarse robar la pasión por el anuncio de la Buena Noticia, que tantos hoy necesitan.
Qué lindo contemplar cómo Dios va entretejiendo y acompañando nuestros pasos como continuadores de ese sueño que encendió en el corazón de un niño cuando solo tenía nueve años. En ese camino misionero, nunca se camina solos, siempre está el Espíritu Santo que es fuego y viento para no quedarnos encerrados en los miedos y María Auxiliadora, que acompañó desde el inició ese sueño de Juanito que el año próximo cumplirá doscientos años.
“Sigamos celebrando el caminar misionero y que la santidad de Ceferino, anime y acompañe los sueños de cada corazón que se ha encontrado con Jesús”, animó el P. Pedro.
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