Adrián nació en Lendinara, Rovigo (región italiana del Véneto), el 26 de abril de 1930. Realizó el noviciado en Albarè di Costermano, en 1950, y su primera profesión en el mismo lugar, el 16 de agosto de 1951. En 1958 fue enviado como misionero a la Argentina donde inicia, en el Instituto Villada (Córdoba), los estudios de Teología. Fue ordenado sacerdote en la ciudad de Córdoba, el 26 de noviembre de 1961.
Sus primeros años de ministerio sacerdotal lo desempeñó en Fortín Mercedes, en Rawson y en Luis Beltrán. En 1977 fue nombrado director para Viedma, Fortín Mercedes y Stefenelli. En 1986 fue enviado al Colegio Don Bosco de Neuquén y, posteriormente, a Carmen de Patagones como director y párroco. En 1997 fue destinado como director y párroco a Rawson hasta que, en 2002, se desempeñó en Viedma con los mismos cargos. En 2005 fue a Trelew. Desde 2019 residió en la Casa Artémides Zatti de Bahía Blanca, hasta su fallecimiento, el día 18 de septiembre de 2020.
Inquietud educativa
A raíz del Sínodo de 1984, le escribía el P. Arián al P. Benjamín Stochetti, que se estaban cuestionando serenamente acerca de los desafíos implicados. “Hay dos concretos –decía P. Adrián– el testimonio de vida consagrada y la visión de las escuelas católicas. Reunidos con todos los docentes, para responder a un cuestionario preparado por la diócesis para ese Sínodo, respondieron nueve preguntas hechas por la Comisión XIV”. Así fue como vieron el Sínodo, como una oportunidad excepcional, para puntualizar muchas cosas de ambos lados. “Para mí, es un providencial pentecostés –afirmaba el P. Adrián– que nos quiere renovar a todos”. Terminaba su reflexión, escribiendo: “la dirección espiritual, la vida de sacrificio y el deber de los estudios, son tres realidades que se están viviendo intensamente”.
Interés por la figura de Don Zatti
Al hacerlo director de Viedma, el Inspector, P. Joaquín López Pedroza, le decía: “conociendo tu sensibilidad espiritual, podrás acompañar la naciente espiritualidad de los devotos de nuestro Don Zatti. El P. Vecchi tenía sumo interés de que en torno a la figura de Don Zatti, surgiera un movimiento de espiritualidad que involucre al mundo de la salud. Tratá, en diálogo con el nuevo obispo y con los demás párrocos de Viedma, de coordinar las actividades que se organicen en tal sentido. Sé que toda obediencia nos exige un poco morir a nosotros mismos, asemejándonos a Jesús, obedientee al Padre, hasta la Cruz”.
Su preocupación por la marcha de la Inspectoría
Al pedido de sugerencias hecho por el Padre Inspector Rubén Hiperdinger, responde proponiendo el criterio de “representatividad” de los hermanos. Incluso los de la tercera edad, deberían tener un “senado juvenil” inspectorial, inspirándose en el Senado romano, en el que los consejeros más valiosos eran los ancianos (“senex”). Terminaba con su humor característico, recordando el dicho “experientia docet” e “historia est magistra vitae”.
Sus bodas de oro sacerdotales
“El Tata Dios le regaló sencillez y alegría. La Comunidad gozó de su presencia, de su amistad y cariño”. (P. Roberto Musante). El lema adoptado por el P. Adrián para sus bodas de oro sacerdotales era todo un símbolo descriptivo de su personalidad: “De simple hombre a mediador de Dios”. La celebración se realizó con la Eucaristía jubilar, el 26 de noviembre del 2011, en el Santuario de Nuestra Señora de la Paz, en Trelew.
“Toda vocación, es un signo del amor de Dios a su Pueblo, a su Iglesia –dijo el P. Honorio Caucamán en la homilía– y la celebración de este jubileo sacerdotal es una hermosa oportunidad para dar gracias a Dios, que llamó al P. Adrián y por su generosa respuesta. Cada vocación es fruto de un ambiente de fe y de una familia y comunidad cristiana. Son muchas las comunidades y lugares que han recibido la entrega del P. Adrián. Son muchas las personas que por su ministerio sacerdotal, sintieron el amor misericordioso de Dios. En este apostolado, siempre mantuvo una profunda sintonía con los niños y jóvenes, por su alegría contagiosa y sus oportunas ocurrencias.
Su personalidad
Induciendo la obediencia que le iba a dar como director de Rawson, el P. Joaquín López Pedroza, le dice al P. Adrián, algo que resulta una buena descripción de su personalidad: “Conociendo alguno de los dones que el Señor te ha regalado, don de gentes, capacidad de escucha y de diálogo, de discernimiento y dirección espiritual, disponibilidad y generosidad, gran trabajador, capacidad de organización y de animación de los laicos, sensibilidad y preocupación por las vocaciones, buen administrador”. Concluye la nota, augurándole: “ojalá el Señor suscite por tu mediación sacerdotal y animación del proyecto, generosas y santas vocaciones para la congregación. Pido a María Auxiliadora, te acompañe y colme de bendiciones a fin de que sepas vivir esta nueva obediencia con espíritu de gozosa serenidad. Que Don Bosco te ayude a ser fiel. Agradezco tu valiosa colaboración”.
Como vemos, indudablemente, esta carta constituye una buena descripción de las cualidades de la personalidad del P. Adrián, hecha por el mismo Padre Inspector.
Espiritualidad vivida e inculcada
Su espiritualidad estaba hecha de cosas prácticas, que indicaban fuerza de voluntad y esfuerzo personal. Así educaba, por ejemplo, el P. Adrián a los aspirantes menores. Uno de los pilares era la “Dirección espiritual”. Todos los meses hacía observaciones comunitarias y coloquios. El otro pilar era la “vida de sacrificio”. Acá se trataba de actos concretos, que partían de las ocupaciones de la vida diaria, con los horarios, con los oficios y con el estudio. Todo hecho con puntualidad y perfección. Vemos en todo esto, una espiritualidad de la acción, que inculcaba a los aspirantes. Finalmente, el pilar del “deber del estudio”, basado en la idea del deber bien cumplido, con amor, con esfuerzo, como instrumento de apostolado. En dos palabras, podríamos decir que su espiritualidad estaba caracterizada por el binomio “Piedad y voluntad”.
Algunas expresiones características del P. Adrián
- “Sólo Dios sabe cuánto te quiero”.
- “Si me gusta, me hace bien”.
- “El helado, siempre hace bien”.
- “Cuánto te extrañé”.
- “Voluntad férrea”
- “Sali, salí, salí”.
- “Yo que te hacía tan transparente, diáfano, simple…”
- “¡Oh querido!”
- “¿Qué pasa, qué pasa?”
- “Nunca, jamás, siempre…”
Su cruz
Un problema reiterativo en Adrián, eran sus várices. “Está a punto de provocarle una flebitis”, le decían los médicos ya en 1988. Causa o consecuencia, habrían sido sus problemas cardíacos, alta presión, a pesar de los remedios que tomaba sistemáticamente. Consecuencia de esto, eran como 10 kilos adelgazados desde su regreso de Italia. “Estoy fundido”, decía jocosamente Adrián. Y añadía en una carta al P. Benjamín Stochetti: “ya tengo que preparar el ‘viaje definitivo’, ¿no será que tendré que hacer una pausa por un tiempo, un año de pastoreo, por aquí?”. Concluía su humorada: “te pido una oración para que el Señor nos ilumine y dé el discernimiento para descubrir su VOUNTDAD” (con mayúscula).
Precisamente, se trataba de descubrir la Voluntad de Dios, en medio de las debilidades, enfermedades y sufrimientos. Fue otro aspecto de su espiritualidad voluntarista y esforzada. “Los retiros, los espacios explícitos de oración y de mediación son una gracia extraordinaria del Señor y un compromiso eclesial de primer orden”, concluía en su carta.
Así lo hemos conocido hasta el final, con su bastón y arrastrándose, pero con su interés intacto por las cartas, por el Truco y por su contagiosa alegría de siempre.
Su pascua
El P. Adrián Lucchiari nació en Lendinara (Rovigo, Italia) el 26 de abril de 1930. Falleció en Bahía Blanca, el 18 de septiembre de 2020. Tenía 69 años de profesión religiosa, 59 de sacerdote y 90 años de edad.
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