Se estima que habrá alrededor de 70 mil personas que participarán, en la Plaza San Pedro, para la Santa Misa de canonización de siete nuevos santos, incluido Mons. Óscar Arnulfo Romero Galdámez, Arzobispo de San Salvador.
La canonización de “San Romero de América”, como lo venera todo un continente lo ha venerado durante algún tiempo, se produce después de un viaje complejo. El arzobispo de San Salvador, quien en sus homilías denunciaba la represión militar y la violencia de los grupos revolucionarios y defendió a los pobres y oprimidos, fue asesinado por un sicario el 24 de marzo de 1980, mientras celebraba la misa. Su caso, sin embargo, ha sido debatido durante mucho tiempo en el mundo eclesiástico, porque no todos estaban convencidos de que era un martirio: ¿lo había matado por odio a la fe o porque era un político?
En los siguientes años, la jerarquía eclesiástica salvadoreña no asumió posiciones claras. El mismo Papa Juan Pablo II se mantuvo bastante conservador, aunque en 1983, durante su visita a El Salvador, fue a orar sobre la tumba, lo que indicó que realmente entendió el valor del testimonio de Mons. Romero. De hecho, durante el Jubileo de 2000, se colocó en la lista de los “nuevos mártires”.
El viaje hacia la santidad de Mons. Romero primero se aceleró con el Papa Benedicto XVI, quien lo llamó “un gran testigo de la fe”. Actualmente es el Papa Francisco quien completó este proceso. Ya cuando era cardenal se refería como “un santo y un mártir” y ahora, el primer Papa latinoamericano de la historia canonizará, después de haberlo beatificado, al primer Arzobispo mártir de América.
La inscripción en el registro de los santos de hoy representa el reconocimiento definitivo de la Iglesia hacia Mons. Romero y a su forma de vivir la vida cristiana.
El Cardenal Gregorio Rosa Chávez, su actual sucesor en San Salvador, lo recuerda como un “hombre tímido, timidísimo, pero también un perfeccionista que repetía muchas veces que la conversión del corazón es el único camino hacia la reconciliación del país”.
Mons. Romero, quien había experimentado el sufrimiento y había perdido a su amigo, el P. Rutilio Grande, asesinado, optó por permanecer al lado de los oprimidos y nunca se dejó asustar por los ataques y las amenazas.
El valor humano de Mons. Romero es universalmente reconocido. Basta con decir que la ONU proclamó el 24 de marzo, fecha de su martirio, el día internacional por el derecho a la verdad sobre las violaciones graves de los derechos humanos y la dignidad de las víctimas.
Fuente: infoans.org.ar
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