El 9 de octubre pasado, después de 45 años, el padre Benjamín Stocchetti atestiguó en el juicio por el asesinato del Salesiano padre Carlos Dorñak. El director del Instituto Superior Juan XXIII, Adrián Mandará se refirió ante este hecho del siguiente modo:
“Entre el espanto y la ternura. En esa tremenda contradicción, avanzamos como humanidad, a pesar de todo. Creemos que avanzamos al menos, hasta que a veces la realidad nos genera no ciertas dudas si no dudas ciertas, que no es lo mismo.
Esto viene a cuento de que muchos crecimos dando por verdadero aquello de que “más vale tarde que nunca”, pariente cercano del penoso “es lo que hay” tan vigente por estos días.
Y en esa adjudicación de verdad por costumbre o resignación tal vez no reparamos lo suficiente en otro dicho que sostiene que, si una justicia se demora, deja de ser justicia.
En estos días, cuarenta y cinco años después, nuestro querido hermano mayor Benjamín Stocchetti, pudo declarar por fin ante la Justicia como institución, en relación a uno de los hechos más dolorosos de nuestra historia como casa salesiana: aquello que sucedió en la noche del 21 de marzo de 1975 cuando el terrorismo de Estado irrumpió en nuestra comunidad y asesinó con alevosía al padre Carlos Dorñak, sdb.
Invito a todos los que estamos relacionados con nuestra familia a que escuchen con la mayor atención su testimonio. Es indispensable escucharlo. Sentirlo en primera persona. Aprehender cada palabra, cada tono, cada imagen que nos cuenta el padre Stocchetti. Como dice él, aquel ‘rayo al mediodía” que le cambió la vida para siempre y todavía lo hace despertarse cada noche.
Esa fe para sobreponerse a todo aquello que le vino en una noche a ‘contrasol, a contraluz, a contra vida’. Palabras sanadoras, definitivas, cristianas en el sentido de la misericordia, pero también en materia de compromiso. En todo caso, nada de aquello por lo que supuestamente, el terrorismo de Estado perpetró esta masacre, esta persecución, esa violencia, merece el más mínimo reproche o revisión. Que quede muy claro.
Que se revisen los que creían que podían quitar vidas por pensar distinto. Y si se puede que se arrepientan. Y más allá de que revisen o se arrepientan, que reciban su condena.
Recién a partir de allí, si quieren saque cada uno su propia conclusión, pero desde la certeza plena, incontrastable, indiscutible de que no hay opción aceptable entre matar o no matar o entre privilegiar a los poderosos por sobre los humildes, entre favorecer a los que tienen mucho por sobre los que no tienen nada. Eso no es opinable. Todo lo demás sí.
Se tardaron cuarenta y cinco años en, como dice San Francisco de Asís, echar luz donde todavía había oscuridad. En esa tardanza puede justificarse la apatía o la falta de repercusión o el desinterés que hay en un tema que pasa desapercibido.
Me pregunto si no serán tres de las formas que los mismos que se sintieron capaces de torturar, matar y desaparecer eligen para disimular sus persistentes pretensiones, a la espera de tiempos más propicios para volver a intentarlo.
Como único antídoto, barrera de prevención, vacuna y protocolo, queda entonces aquello, tantas veces dicho, y no tantas veces concretado, de memoria, verdad y justicia.
La memoria que tenemos el privilegio de atesorar y cultivar de parte de Benjamín, sobreviviente de aquellas horas tremendas, significativas y se quiere simbólicas y emergentes de muchos momentos estremecedores que marcaron a nuestra Institución.
La verdad que se desprende de sus palabras, serenas pero firmes. Dichas en el tono de quien sabe que tiene la razón de su lado.
Y la justicia, que esperemos llegue, para ser menos injusta, después de cuarenta y cinco años. No porque sea necesario aclarar nada de lo que aquí siempre tuvimos claro o probar inocencia alguna, porque eso ya fue regado con la sangre de nuestros hermanos, sino porque esta Argentina a la que nos debemos y de la que somos parte, esta Argentina igualada por el dolor y a pesar de todo iluminada por una esperanza, lo necesita imperiosamente para no volver a confundir su camino. NUNCA MÁS”.
Adrián Mandará
Director del ISJXXIII
“Casa Salesiana de Educación Superior”. (Juan23-Unisal)
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