“…Lo que pasó esa noche y lo que vino después, lo comparé como un rayo al mediodía…”

Por Emmanuel Brini (Docente de la Faculta de Derecho de la UNISAL)

En esta semana que la sociedad conmemora el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia en homenaje a las víctimas de la última dictadura cívico-militar-eclesiástica argentina, queremos recordar y reflexionar en estas páginas, sobre un momento importante que se vivió en la ciudad de Bahía Blanca y particularmente en la Congregación Salesiana, por la sentencia que se conoció el lunes 2 de agosto de 2021, en el marco del Juicio a la Triple A local, donde el Tribunal Oral Criminal Federal, condenó de manera unánime a cuatro ex miembros de la patota paraestatal por 24 crímenes de lesa humanidad cometidos entre 1974 y 1975 cuyas víctimas fueron mayoritariamente jóvenes militantes y activistas sociales, estudiantiles, religiosos, políticos y sindicales.

Los condenados fueron Juan Carlos Curzio, Héctor Ángel Forcelli y Osvaldo Pallero, a cumplir una pena de 10 años de prisión por considerarlos coautores penalmente responsables del delito de asociación ilícita. El cuarto, Raúl Roberto Aceituno, fue condenado a prisión perpetua, por constatarse que, además e integrar la Triple A, fue uno de los responsables directos del asesinato del estudiante y militante estudiantil David Hover “Watu” Cilleruelo en los pasillos de la Universidad Nacional del Sur.

El tribunal estuvo integrado por Roberto Daniel Amábile (presidente), Marcos Javier Aguerrido y Pablo Díaz Lacava. La Unidad Fiscal de Derechos Humanos que llevó adelante la acusación en este proceso penal, está encabezada por el fiscal general Miguel Ángel Palazzani, e integrada también por los auxiliares fiscales José Alberto Nebbia y Pablo Vicente Fermento.

El veredicto -como todo el juicio- fue transmitido por el canal de Youtube de la Universidad Nacional del Sur [y se encuentra disponible para su consulta en la Plataforma Audiovisuales UNS – Juicios Lesa Humanidad https://www.youtube.com/playlist?list=PLZVOJg7zgDV2p- MuPw3duduFNDf8yUAKx ]. Hubo participación remota y presencial, en el auditorio de la universidad, que permitió una amplia participación de la ciudadanía.

Carlos Dorñak, presente

 El sacerdote Carlos Dorñak, integraba la Congregación Salesiana, de la Inspectoría Patagónica San Francisco Javier; y se desempeñaba como vicerrector del Instituto Superior “Juan XIII”, donde, además, era el director del coro.

Asimismo, integraba la Comunidad Salesiana que junto a los sacerdotes, Benito Ángel Santecchia –por entonces Rector del Juan XXIII-, Benjamín Stochetti; y José Del Col; vivían en calle Gorriti 132, de esta ciudad, donde hoy tiene sede el rectorado de la Universidad Salesiana.

Desde principios de los años 70, Santecchia y Stochetti participaban, junto a los sacerdotes Hugo Segovia, José Zamorano, Néstor Navarro, la monja Norma Gorriarán, y Miguel Alejandro Sarmiento- entre otros religiosos de esta ciudad pertenecientes a la Congregación Salesiana, Diocesanos, religiosas vinculadas a las Hijas de María del colegio La Inmaculada y a la Parroquia de La Pequeña Obra-, de reuniones semanales que se hacían reflexionar sobre su misión pastoral, identificándose con la corriente latinoamericana del Movimiento de los Sacerdotes Tercermundistas, por expresar, una manifiesta opción por la justicia social y los sectores más vulnerables de la sociedad.

El 21 de marzo de 1975, aproximadamente entre las 2.30 y las 3:30 horas, un grupo operativo integrado por tres personas vestidas de civil y armadas, ingresaron en la morada salesiana, tras romper la ventana de la habitación en la que dormía Santecchia. Al advertir los ruidos y el peligro de la situación, Santecchia fue a advertirles a los restantes moradores que dormían en sus habitaciones; dirigiéndose hacia el fondo del edificio. En esa secuencia, se escuchó el estampido de un arma de fuego y una fuerte explosión, a la que le siguió el incendio.

Los religiosos, luego de que transcurrieron unos minutos de silencio, y se pudo sofocar el fuego, encontraron al padre Dorñak asesinado.

La pericia realizada por el Departamento local de bomberos, caratuló al hecho como “intencional”, y dictaminó que la causa productora del mismo fue la utilización de una bomba casera del tipo “Molotov”.

Llamativamente, y aunque esta vivienda se encontraba físicamente a la vuelta de la Delegación de la Policía Federal, no existieron más testigos del hecho que los religiosos convivientes con el Padre Dorñak.

Con posterioridad al asesinato, en la fachada del Instituto Juan XXIII, aprecio una pintada con la leyenda: “Las tres A son nuestros compañeros, sigan reventando zurdos, los apoya el pueblo entero”.

Stochetti, durante su testimonio, expresó que a los pocos días del asesinato de Dorñak, ese grupo de sacerdotes salesianos que conducían el Instituto Juan XXIII, fueron a amenazados de muerte mediante una carta anónima, en la cual, les daban un plazo de 7 días para que se fueran de la ciudad.

Al poco tiempo, Santecchia debió exiliarse a la República del Paraguay y Stochetti se mudó a otra ciudad.

El asesinato de Dorñak no fue el único perpetrado esa misma noche. Durante el juicio se acreditó que también fueron secuestrados –y posteriormente asesinados otras dos víctimas – Fernando Alduvino y Marisa Isabel Mendivil. También en esas horas, se atentó con una bomba en el domicilio de Jorge Riganti y en la Escuela que Caritas en el barrio Villa Nocito.

Otro siento relevante que se conoció durante el juicio fue que la Congregación Salesiana se encontraba señalada por los organismos de inteligencia de la ciudad, por ser “complaciente” con el movimiento de sacerdotes tercermundistas. Dichos informes indicaban que [los religiosos que] “tienen mayores probabilidades de gravitación en la jurisdicción, por el lugar en que se desempeñan, son los que actúan en el Instituto Superior Juan XXIII, el que cuenta con aproximadamente con 800 alumnos”, enfatizando en la “indiferencia y complicidad de la Dirección de algunos colegios e institutos”

El movimiento estudiantil del Instituto Juan XXIII también fue objeto de una intensa persecución por parte de los organismos de inteligencia. Expresión de ello han sido los casos de las víctimas del terrorismo de estado Carlos Roberto Rivera y Daniel José Bombara, también vinculados a la institución.

Vale destacar que también se obtuvo prueba durante el juicio que dió cuenta de que el Movimiento de los Sacerdotes Tercermundistas en esta ciudad, fue objeto de persecución ya desde el año 1972, como lo demuestran los reportes relativos a Hugo Segovia, José Zamorano y Néstor Navarro.

En relación a ello, también debemos recordar los atentados sufridos en la casa parroquial de Nuestra Señora del Carmen donde vivía el cura Zamorano, y la explosión de una bomba de gran poder en el domicilio del cura Segovia.

Aquella persecución, y el asesinato de Dorñak marcó con el temor a toda la comunidad de religiosos.

Declaración de Stochetti

 El Salesiano Benjamín Stochetti atestiguo en la audiencia de fecha 9 de octubre de 2020, por lo cual, con 84 años, realizó un aporte de gran valor,  como  único  testigo  vivo  que  presenció  aquellos  hechos, y particularmente por lo revelador de lo difíciles que fueron aquellos días. En su testimonio expresó (…) pero yo, fíjese como habrá sido lo que sentí yo, yo tendría 26 años, así que era mucho más joven, ni recuerdo bien la edad que tenía entonces, pero en ese momento estuve creo que un solo año como Rector, y yo le aseguro que no por mí, sino también por los rectores anteriores, que había sido el padre Francella el fundador y el padre Benito Santecchia, el ambiente que había de docentes y de alumnos para mí era excelente, realmente excelente, yo siempre comparé lo que pasó esa noche y lo que vino después, lo comparé como un rayo al mediodía y le digo, como que fue tan fuerte para mí, que por años lo que tal vez le pedía también a Dios y que yo prefería, era que nunca tuviera un tiempo más pacífico, más nuestro, más acogedor que el que teníamos en ese momento, yo prefería y le pedía a Dios que siempre tuviera alguna dificultad, porque no quería tener la experiencia de, como comparaba, de un rayo a mediodía.(…)

Queda mucho para seguir reflexionando y dialogando en comunidad sobre estos hechos tan dramáticos que se vivieron, para continuar consolidando este “Nunca Más”.

Hay que destacar la relevancia fundamental que tienen los Juicios por Delitos de Lesa Humanidad, luego de 45 largos años de impunidad. Allí se reconstruye la verdad histórica de lo que sucedido, rompiendo silencios, miedos y complicidades que -en este caso, como tantos otros- dejaban abierto a conjeturas y prejuicios.

El estado que en aquella época perseguía y asesinaba, hoy escucha los valientes testimonios de víctimas, familiares y testigos, condenando a los responsables. Ese proceso de historización permite a todo el pueblo argentino conocer su historia, para no repetirla.

Celebramos estas sentencias judiciales ya que tienen efectos reparatorios tanto en lo subjetivo como en lo colectivo, permitiéndonos avanzar en la construcción de una sociedad más justa y equitativa.

Por último, agradecer el valiente testimonio de fe que vivían estos sacerdotes, religiosos y laicos, aun en los contextos de persecución y asesinatos. Ellos vivían en nuestra ciudad, y caminaban los lugares que nosotros estamos. Sus mensajes invitan al compromiso, a seguir buscando caminos que transformen en serio la realidad de las hermanas y hermanos que están sufriendo profundas desigualdades estructurales.

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