Juan Luzovec, ciudadano ilustre de Caleta Olivia

Juan había nacido el 23 de febrero de 1931 en Zgornji Brink, Liubliana (Eslovenia). Su padre era Juan y su madre Juliana Kmetik. Era el mayor y tenía otros cinco hermanos, porque uno mayor y otro más chico habían muerto de bebés. Conoció a los salesianos en un campo de refugiados en marzo de 1945. En 1948 emigraba junto a su familia a la Argentina. “Éramos seis chicos y el patio era nuestro lugar encantador, donde se jugaba y Juan sacaba fotos”, recuerda Cristina, la hermana de Juan.

 

El éxodo esloveno

Terminada la guerra mundial en 1945, después de la caída de Alemania, el pueblo esloveno, como muchos otros de la ex Yugoslavia, en vez de encontrar la libertad, se vieron obligados a huir y abandonar sus hogares, para no caer en una dictadura peor, la de los comunistas, y para salvar también su fe católica.

Surgidos de los montes como partisanos, los comunistas invaden y se apoderan de todo, implantando un régimen pro-soviético, cuyo referente principal, era el dictador, mariscal Tito. Muchos, en su mayoría católicos, para salvar su fe, huyeron refugiándose en un campo de refugiados, en Austria, en la zona del Tirol. Allí encontraron asilo en un campo de refugiados, donde tenían seis galpones, con escuela y capilla. Eran unos mil seiscientos refugiados eslovenos, sin derecho a residencia, confinados en el campo. Allí nacían, vivían y morían, en un mundo aparte, donde faltaba comida y hasta agua potable.

Ante el temor de que los soldados ingleses, con la excusa de repatriarlos, los entregaran a Tito que exterminó a gran parte de eslovenos, los refugiados se ingeniaron para sobrevivir y trabajar por su propio sustento. Así comienza una escuela para chicos y enseñanza de artes y oficios para adolescentes. Hay también educación rural, economía doméstica donde se fabrican su propia ropa y calzado, teatro, música y hasta surge un seminario. Allí, Juan conoce al P. Juan Mernik y a un grupo de salesianos que animan un oratorio. Allí también se va forjando la vocación del pequeño Juan, que al viajar a la Argentina con su familia, el P. Mernik y muchos otros eslovenos, llegarán al aspirantado de Bernal, el 11 de marzo de 1949.

Hizo su noviciado en enero del año siguiente en Morón. El 31 de enero de 1951 hacía su primera profesión como Salesiano de Don Bosco. Finalizados los estudios de Filosofía (1951-1952) y el trienio en la escuela agrícola de Del Valle (1953-1955), inició la Teología en el Instituto Villada de Córdoba (1956-1959). Fue ordenado sacerdote el 22 de noviembre de 1959 de manos de Mons. Ramón José Castellano, arzobispo de Córdoba. Poseía un carácter amable, alegre y simpático, que lo hacían apreciable por todos.

 

Apostolado sacerdotal

Desarrolló un fecundo ministerio en Institución Fernández (1960-1967), en Puerto Deseado (1968), en Río Gallegos (1969; 1971-1972; 1993-2000; 2011) y en Caleta Olivia (1973-1984; 1990-1992; 2001-2010; 2012-2014). Durante algunos años (1985-1989), el P. Juan prestó sus servicios a la Diócesis de Río Gallegos como Encargado del Seminario Diocesano de Cañadón Seco (Santa Cruz) y como Párroco de la Parroquia Nuestra Señora del Rosario, en la misma localidad. Durante un breve tiempo, encaró estudios en Roma (San Tarsicio, 1970). Al nivel de la animación inspectorial, el P. Juan fue Consejero Inspectorial y Delegado para la Patagonia Austral durante diez años (1993-2002). Una observación hecha sobre su persona a raíz de un incipiente nombramiento decía: “Es apreciado por su celo sacerdotal, por su capacidad de unir a los hermanos y por su sentido de ubicación como salesiano.”

 

En la tierra de los sueños de Don Bosco

Después de breves períodos en Puerto Deseado, en Río Gallegos y en Europa, llegó a Caleta Olivia, donde estuvo entre idas y vueltas, 27 años. “El Padre Juan es de acá y siempre que se fue, volvió”, decía la gente. Por ese entonces, Caleta tenía 16 mil habitantes y parecía “la segunda ciudad de Catamarca”. La ciudad comenzaba a crecer al ritmo de YPF, por el auge del petróleo.

En la década del 70 se edificó el colegio Don Bosco, cedido después a las Hermanas del Spinola. Los salesianos trasladaron su vivienda a una gamela de YPF, que ahora es casa de retiros y comenzaron la edificación del San José Obrero, donde se levantaron más tarde el primario y el secundario, por iniciativa de Juan y, después, la nueva Casa Salesiana con vivienda para la comunidad. Allí Juan, de pantalones cortos, fue visto trabajar con una bloquea, haciendo bloques de cemento para levantar el Colegio.

Entre 1974 y 1975 mueren sus padres. Por eso, en ese tiempo, Juan viaja varias veces a visitarlos en sus momentos finales y pudo celebrar una misa en la habitación de su madre, el día anterior al de su muerte. Ese día se reunieron todos los hermanos, para despedirla.

 

Compromiso social y sentido pastoral

Durante el “Setentismo” se sufrieron diversas contrariedades, como el intento de deportación de chilenos durante el régimen de Pinochet, la prohibición de reuniones con jóvenes y la desaparición de algunos, con pedidos de listas de parte de la SIDE y otros que iban presos a Trelew.

Igualmente, los jóvenes se reunían en la Parroquia y Juan respondió a todos estos problemas, igual que a los conflictos de los trabajadores de Gas del Estado perseguidos por problemas políticos y sindicales.

Su defensa de los Derechos Humanos y su compromiso solidario por el bien común y la justicia, no tuvieron respiro por esos años.

 

Párroco y animador de juventudes

Después de su sexenio como director, quedó otros 6 años como párroco y pudo inaugurar el templo de la Virgen del Valle, con una triunfal llegada de la Virgen desde Catamarca, y una caravana de 30 kilómetros de vehículos desde Comodoro Rivadavia. Por ese entonces y por su acción pastoral sin descanso, crecieron los Cursillos de Cristiandad, los Encuentros Matrimoniales, la Legión de María, las Comunidades barriales y los grupos juveniles. Fue realmente un constructor de comunidades que se extendieron por toda la zona norte de Santa Cruz.

Sus homilías eran esperanzadoras, sencillas y profundas para la gente. Siempre hablaba del amor de Dios y cómo Dios ama a cada uno de sus hijos de manera especial. Igualmente, en las confesiones y dirección espiritual, animaba a los jóvenes y penitentes tratando de quitarles el miedo a Dios, la carga de la religión y la culpa.

“Fue un maestro, un padre y buen Pastor”, reconocieron después de la muerte de Juan, muchos que en esa época tenían 18 o 20 años. “Su rol fue muy importante en la formación política de las comunidades juveniles que animó”, termina reconociendo una de las participantes de esa época. “En los 90 fue el único que propuso, desde la Iglesia, un acercamiento entre los políticos y la gente para abrir el “diálogo” como metodología de trabajo.

 

Amistad y alegría

Tenía una visión realista de la vida y una preocupación por los ancianos y enfermos. No era un “asceta”, al menos en el sentido tradicional de la palabra. Gustaba de la buena música, de la buena cocina y jugar a las cartas con amigos. Amaba hacer excursiones por los lagos del sur y de Bariloche.

La Patagonia fue el gran amor de su vida. Su trayectoria pastoral y social fue ampliamente conocida en esa zona, sobre todo en Caleta Olivia. Amaba a Caleta y Caleta lo amaba a él. Su rasgo más destacado fue “ser servidor del prójimo”. En el año 2004 fue reconocido como “ciudadano ilustre de Caleta Olivia”.

Había recibido también el premio “Divino Maestro” del CONSUDEC, por su vocación docente y por el trabajo como profesor en el aula, especialmente de física, matemáticas y teología, con su característica paciencia y alegría, que se le trasparentaba en los ojos.

 

El camino de la cruz y la vía de la luz

Como todo cristiano, fue seguidor de Cristo y se fue identificando con Él, en el dolor. Estuvo alejado de Caleta, para atener la parroquia de Cañadón Seco y entre 1993 y 2002, fue delegado del Padre Inspector, para la zona de Patagonia Austral. Esto lo llevó a recorrer grandes distancias en auto para visitar a los salesianos y organizar jornadas de formación.

Conoció también el camino de la enfermedad y del sufrimiento físico por accidentes que sufrió y que lo llevaron, con el tiempo, a deslizase con  “asiento móvil”, que a pesar de sus resistencias iniciales, terminó soportando con serenidad, no exenta de alguna ironía. Soportó varias operaciones y consiguientes internaciones en la Casa Zatti de Buenos Aires.

Debió aceptar ser director de Río Gallegos. Pero siempre volvió a Caleta, hasta el fin. En noviembre de 2009 celebró sus bodas de oro sacerdotales acompañado por sus hermanas y todos los familiares y amigos que pudieron, en la Capilla de la Casa Zatti. Presidió la Eucaristía, sentado. Fue muy emotivo. En mayo del 2012, volvió definitivamente a Caleta. Pudo retomar con alegría, sus misas de las comunidades de Cristo Obrero, Señor del Milagro y Don Bosco. Atendió también unas horas, la oficina parroquial para dialogar con la gente.

 

EL 22 de febrero de 2014 celebró su último cumpleaños, en la ruta 3. Allí se había congregado una multitud, pues se celebraría una reunión crucial, entre autoridades del gobierno nacional y representantes del pueblo. Motivo, una tensa situación por el conflicto del agua. Los ánimos caldeados y temor de conflictos mayores. Por suerte Juan, pudo llegar hasta allí con gran alegría de todos, llevando pacificación a los ánimos.

El 27 de septiembre, mientras se disponía a celebrar como todos los domingos, sufrió una caída de espaldas y un fuerte golpe en la cabeza, en la puerta de la iglesia. El diagnóstico fue obstrucción total de la carótida. Ya no se recuperó más y así, a pesar de los esfuerzos, terminó sus días el 17 de diciembre del 2014, acompañado por el obispo de Río Gallegos, Mons. Miguel Ángel Danibale; por el Padre Inspector, Honorio Caucamán; por el Intendente Municipal de Caleta Olivia, José Manuel Córdoba, y por el afecto de todos.

Tenía 83 años de edad, 63 de profesión religiosa y 55 de sacerdote. Néstor Zubeldía, el director de la Comunidad Salesiana de Caleta, escribió la carta mortuoria, de la que agradecemos los datos entresacados para escribir esta semblanza.

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