Jóvenes y Familia Salesiana, caminando juntos

Inspirador por el lema “Anclados en la esperanza, peregrinos con los jóvenes” y por el magisterio del Papa Francisco “una Iglesia donde entran todos, todos, todos”, el sábado 26 de abril 14 ramas de la Familia Salesiana de la Inspectoría visitaron a la presencia Salesiana en San Isidro, para compartir miradas, búsquedas y, sobre todo, un sueño común: ser parte de una Iglesia viva, abierta, joven y misionera.

El encuentro comenzó con un momento fuerte de comunión en donde se recordó al Papa Francisco, uniéndose en la oración con todos los que participaban de la Misa de exequias y caravana por los “lugares de dolor” de Buenos Aires. Aunque la noticia de la muerte del papa golpeó el corazón, nadie quiso quedarse en la tristeza. Más bien, recoger su herencia. Francisco fue pastor de lo esencial, del encuentro, del abrazo a los descartados, del “rezá por mí”. Fue el Papa de una Iglesia “hospital de campaña” y de la ternura como estilo. Fue quien nos insistió hasta el cansancio con que la Iglesia debe ser una casa para todos, todos, todos.

Después llegó un momento más dinámico: los jóvenes se acercaron a los stands que preparó cada rama —Salesianos, Hijas de María Auxiliadora, Voluntarias de Don Bosco, Cooperadores, Exalumnos, ADMA, Voluntarios con Don Bosco— con creatividad, color y testimonio. Pero lo más valioso fue el diálogo. No hubo discursos largos ni respuestas cerradas. Hubo preguntas sinceras, sonrisas, historias compartidas.

Los jóvenes no sólo querían “saber quiénes somos”. Querían descubrir si en el camino de cada rama hay lugar para todos.

En un tercer momento que tocó el alma fue la visita, junto con los jóvenes, a la Casa Zatti. Allí se celebró la Eucaristía como verdadera familia: la que abarca generaciones, carismas, fragilidades y sueños. Escuchar a estos pastores que dieron su vida por los jóvenes fue un recordatorio silencioso, pero fuerte: la misión no se termina; se transforma.

Ese gesto de estar con quienes los precedieron, celebrar con ellos, fue también una catequesis viva: el futuro se construye con raíces.

Finalmente, el encuentro culminó compartiendo el almuerzo con los Oratorios. No fue solo comida: fue comunión. Hubo risas, juegos y se compartieron sueños. Porque en la mesa también se construye Reino, también se tejen vocaciones y también se escucha la voz de Dios, que se manifiesta en lo cotidiano.

El evangelio del día enviaba “a anunciar la Buena Noticia a toda la creación”. Y aunque se empezó el día con cierta congoja, como los discípulos de Emaús, se terminó con el corazón ardiendo: los jóvenes devuelven la fuerza, el sentido y el rumbo.

Don Bosco soñó con una familia que camina con los jóvenes, no para dirigirlos, sino para acompañarlos. Una familia que cree en ellos, que aprende de ellos y que quiere ofrecerles un lugar donde crecer, servir y amar.

“Querido joven: no esperes a ‘estar listo’ para sumarte. Te estamos esperando como sos, con tu mochila llena de dudas, búsquedas, alegrías y heridas. Porque esta Iglesia es también tuya. Porque este sueño se hace realidad con vos”, declararon los miembros de la Familia Salesiana a los chicos y las chicas con las que compartieron el sábado.

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