Homilía de la celebración por la Profesión Perpetua de Gastón Flores y de Emiliano Arruabarruena

Queridos hermanos:

Estamos aquí esta noche porque dos hermanos nuestros están dando un paso muy importante en sus vidas…

La primera lectura pone a nuestra consideración la raíz de toda vocación. Un llamado que a veces nos cuesta desentrañar, y que, con ayuda de los hombres expertos en el misterio de Dios, como el profeta, podemos descubrir. Y la respuesta generosa ante el llamado: Aquí estoy, habla Señor que tu siervo escucha. Hemos escuchado este Aquí estoy de Emiliano y Gastón. Frente al inmenso misterio de Dios temblamos al decirlo. Pero es lo que hoy celebramos. Aquí estoy Señor, habla que tu siervo escucha. Y el evangelio nos dice que toda vocación nace de la intimidad con Dios, cuando percibimos que no nos llama siervo, sino amigos… Esta noche la consagración de ellos sólo se entiende desde ese encuentro con el Dios amigo.

Gastón y Emiliano consagraran sus vidas a Dios para siempre. Ambos términos “consagrar la vida a Dios” y “para siempre” puede parecernos de una lógica difícil de comprender. No se nos escapa que consagrar la vida, entregarla a Dios para el servicio de los jóvenes más pobres, implica un acto de osadía no tan fácil de encontrar hoy en día y hacerlo para siempre lo hace aún más raro. El gesto que esta noche vamos a celebrar es por ello muy profundo. Muchos seguramente lo percibirán como algo grandioso, pero muy difícil de imitar y hasta de entender.

No es mi intención querer explicar algo cuya raíz más profunda está en el misterio de Dios. Pero si quisiera compartir con ustedes una pequeña reflexión sobre lo que estamos viviendo esta noche y lo quisiera hacer con tres imágenes bíblicas.

1.- Caminar sobre las aguas:

Muchos se preguntarán si no es demasiado consagrar la vida entera a Dios y al servicio de los jóvenes más pobres. Y es verdad que puede asustar un acto tan radical en una época que gusta de los compromisos más light. Y junto a esta pregunta nace también la duda si es posible tomar una decisión tan fuerte y permanente. Porque también digámoslo hoy asusta un poco cualquier cosa que pensemos para toda la vida. No sería ilógico preguntarles si lo pensaron bien.

Para los creyentes la vocación y por lo tanto esta consagración no nace de una iniciativa nuestra sino del llamado de Dios. Y no damos estos pasos sólo confiando en nuestras fuerzas, sino a partir de la certeza de que Dios sostiene nuestras vidas. Y nos confiamos a él, a sus caminos, a esa dinámica tantas veces desconcertantes que tienen sus caminos pero que siempre están cargadas de plenitudes. Por ello la primera imagen bíblica que quiero compartirles es la de Pedro caminando sobre las aguas. Toda experiencia de fe y la vida consagrada misma tiene un inicio de percibir a Dios y a dejarse desafiar por él. En pleno mar, azotados por el viento los discípulos ven caminar a alguien hacia la barca, sobre las aguas. Muchos piensan que es un fantasma, pero Pedro intuye que es el Señor. Y con el arrojo propio de él dice «Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua». Una petición cargada de confianza y de arrojo en su misterio. La expresión comienza si eres tú… Si vos estas, nada es imposible. Aquí estamos esta noche porque Gastón y Emiliano han percibido su misterio, y se han animado a las lógicas de Dios que no son siempre las nuestras, pero como Pedro si él está nos animamos a decirle: mándame caminar sobre las aguas. No tienen miedo y aunque la consagración al igual que caminar sobre las aguas pueda parecer una locura, algo que una persona sensata no haría, que sería de la vida sin el arrojo de quienes se animan a soñar, a imaginar caminos inéditos, a dejarse cuestionar por una lógica que rompe con una sensatez que carece de osadía, que nos encierra en horizontes pequeños. La vida consagrada es una experiencia de liminalidad, de aquella búsqueda que nos pone en la frontera.

Esta noche ellos son testigos de aquellos que abiertos al misterio de Dios se animan a seguir caminos inéditos. La vida consagrada nace de la confianza radical en la lógica de Dios. Sabemos de nuestras miserias, de nuestros límites, de nuestras fuerzas escasas para algo tan grande, pero confiamos en él. «Ven», le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él. Pero la vida, queridos Gastón y Emiliano, no es una línea recta, sin sobresaltos. Y les mentiría si le dijera que nuestra experiencia de fe que sostiene toda nuestra existencia no pasará por las dudas y la oscuridad de la noche. A poco de caminar Pedro dudó. al ver la violencia del viento, tuvo miedo, dice el evangelista. También a ustedes los vientos de la vida lo pondrán en situaciones complejas, y es posible que los asalte la duda. La duda, la incertidumbre, el miedo, es parte de esta experiencia de fe. Pero esta noche quiero dejarles, si me permiten, un humilde consejo: Aún en la noche más oscura, aun cuando el viento pareciera hundir nuestra barca, aún cuando el miedo corte nuestra respiración el Señor siempre está. La fe no es otra cosa que esta radical confianza en él. Por ello, y este es el consejo, no dejen de gritar «Señor, sálvame». Porque no es menos cierto lo que el evangelista narra: En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo. La fe es también esta experiencia de dejarse sostener por Dios. Nadie tiene una fe autentica si no ha experimentado la inmensa ternura de aquel que sostiene nuestro caminar.

2.- La samaritana

La otra imagen bíblica que quiero compartirles es el encuentro de Jesús con la samaritana. Encuentro cargado de sentido y con implicancias tan actuales. La Samaritana era una extranjera, que como bien lo expresa en el diálogo tenía costumbres, miradas distintas a Jesús que era Judío. Pero Jesús descubre en ella alguien sedienta, le ayuda a descubrir que no importa de qué pueblo, con que cultura, con qué historia, sino que le ayuda a ponerse en contacto con esa sed honda que habita en ella como en cada hombre y mujer de la historia.

Dice Cencini en su libro el futuro de la vida consagrada, que la invitación del Papa Francisco a abrazar el futuro con esperanza significa eso, antes que nada, abrazar. Abrazar es signo de amor y por lo tanto nos invita a tener un prejuicio positivo sobre este mundo. “significa en concreto la obstinada capacidad (del consagrado) de descubrir el deseo de infinito y de eternidad del ser humano” Y aunque a veces el hombre no lo sepa e incluso busque como la samaritana calmar la sed por caminos equivocados, convierte en extraordinaria la misión de aquel que como persona consagrada, desea acompañar al ser humano en esa búsqueda de lo divino en lo humano. Dice Cencini que el consagrado debiera ser esos zahoríes de lo divino en el corazón humano.

Pero queridos Emiliano y Gastón, para poder ser esos zahoríes de los que habla Cencini es necesario antes haber sido grandes buscadores. Haber hecho la experiencia de habernos acercado al pozo de Jacob para que Jesús nos ayude a conectar con nuestra sed más profunda, a descubrirnos como radicalmente insatisfechos, a percibir la sed de plenitud, de felicidad que nos habita y a descubrir que detrás de esta insatisfacción, de ese deseo hondo de plenitud, lo que se esconde es el deseo de Dios, tal como lo percibió San Agustín.

Ustedes consagran hoy sus vidas a Dios para siempre, no para ustedes mismos, sino para los jóvenes más pobres. Para ser compañeros de caminos de miles de jóvenes que buscan sentido, plenitud, finalmente felicidad incluso a veces por caminos equivocados…ellos necesitan de ustedes, de las búsquedas de ustedes. Ellos no buscan una teoría sino a otro caminante que conoce de Dios. Necesitan de alguien que les ayude a reconocer que el camino de la fe muchas veces está cargado de dudas, de incertidumbre, de lucha incluso hasta llegar al rechazo y a la negación o a la sensación de la ausencia y del silencio del Dios misterioso. Necesitan de alguien que no encontró a Dios en los libros sino en la vida…Y desde esta experiencia de Dios podrán como dice Cencini, ser expertos en descubrir esa sutil sed y nostalgia de Dios que se esconde a veces detrás de actitudes aparentemente negativas respecto de Dios.

3.- El samaritano

La tercera imagen queridos amigos es la del buen samaritano. Con mucha inteligencia Jesús le responde al doctor de la ley que la pregunta no es quien es mi prójimo sino de quien me hago yo prójimo. Toda la iglesia, pero especialmente la vida consagrada está invitada a ser samaritana. Esto es hacerse prójimo de los que están heridos, tirados a orillas del camino.

Unas de las caras más feas de nuestra cultura es justamente la tragedia de tantos hombres y mujeres que yacen tirados a orillas del camino. El Papa en evangelii Gaudium lo expresaba así: “se ha desarrollado una globalización de la indiferencia. Casi sin advertirlo, nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos, como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe. La cultura del bienestar nos anestesia y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas esas vidas truncadas por falta de posibilidades nos parecen un mero espectáculo que de ninguna manera nos altera” (Evangelii gaudium, 54).

Queridos Emiliano y Gastón, no olviden nunca como nació nuestro carisma. Nació en las calles de Turín viendo cómo se malograban tantas vidas jóvenes. Nació en las cárceles de Turín donde Don Bosco percibió que estaban llenas de jóvenes buenos cuyo único pecado era la falta de oportunidades. En la carta al CG 28 el Papa francisco lo dice con mucha claridad: “Gracias a la ayuda del sabio Cafasso, Don Bosco descubrió quién era en la mirada de esos jóvenes detenidos; y esos jóvenes detenidos descubrieron un rostro nuevo en la mirada de Don Bosco. Así ambos descubrieron el sueño de Dios (que necesita de estos encuentros para poder manifestarse). Don Bosco no descubrió su misión frente a un espejo, sino ante el dolor de ver jóvenes que no tenían futuro. El salesiano del s. XXI no descubrirá su identidad si no es capaz de padecer con «la cantidad de muchachos, sanos y robustos, de ingenio despierto que estaban en la cárcel atormentados y faltos en absoluto de alimento espiritual y material… en ellos estaba significado el oprobio de la patria, el deshonor de la familia» y podríamos agregar nosotros: de nuestra propia Iglesia” (Cfr. Memorias del Oratorio de san Francisco de Sales, 48).

Queridos hermanos, la consagración los pone de cara a los jóvenes, que están en nuestras calles, en nuestras cárceles, que están tirados a orillas del camino. No encierren este don entre cuatro paredes, ni dentro de los muros seguros de nuestras casas. Vayan como don Bosco a buscarlos en la periferia. La vida consagrada nació para ello y nuestro carisma nació en las calles de Turín y en sus cárceles. El Papa nos dice que Don Bosco descubrió quien era en la mirada de esos jóvenes y esos jóvenes descubrieron un rostro nuevo en la mirada de Don Bosco. Ustedes descubrirán quienes son, para que han entregado su vida a Dios en la mirada de los jóvenes más pobres. Y ellos necesitan de sus miradas para descubrir la ternura de Dios. Por ello es necesario que nunca olviden que son hijos de un padre Samaritano, que no se quedó cómodamente en la sacristía, sino que fue a las periferias, que se conmovió, que curó sus heridas, que los cargo sobre su montura y los llevó a una posada.

Queridos hermanos, la consagración de Gastón y Emiliano, nace de la osadía de quienes se animan a caminar sobre las aguas, de quienes se animaron a ir al pozo de Jacob para que Jesús como a la samaritana les descubriera que esa radical insatisfacción no es otra cosa que un deseo hondo de Dios y está al servicio de todos aquellos buscadores de felicidad, de aquellos insatisfecho que como la Samaritana necesitan que les ayude a descubrir que esta se encuentra en plenitud sólo en Dios. Y finalmente su consagración los hace samaritanos que a ejemplo de Don Bosco, se conmueve frente al sufrimiento de tantos jóvenes pobres que necesitan que nos hagamos sus prójimos. Que María de Nazareth, los cuide con ternura y en su escuela hecha de silencio frente al misterio de Dios y de servicio entregado, capaz de salir de prisa a ayudar a su prima Isabel, los sostenga en los momentos difíciles. Por ello nosotros le decimos auxiliadora. María Auxiliadora cuida de Gastón y Emiliano cada día de su vida hasta que se encuentren definitivamente con el rostro de Dios.

P. Darío Perera SDB
San Justo, 2 de septiembre de 2023

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