El próximo 4 de febrero, como cierre del Retiro de Jóvenes en Junín de los Andes, se realizará en la parroquia Nuestra Señora de las Nieves y Laura Vicuña la primera profesión como Salesiano de Don Bosco del novicio Francisco Papasidero.
Nacido en Morón, vivió por mucho tiempo en Bariloche y Tandil. Actualmente tiene 38 años. Estudió y se recibió de realizador en artes audiovisuales. En estas semanas previas a la consagración religiosa, en donde se encuentra preparando su corazón y su mente para ese momento, conversó con donboscosur.
“Cuando pedí comenzar mi discernimiento en Casa Emaús mi motivación principal consistía en descubrir si eso que yo sentía interiormente como un llamado a la vida religiosa venía de Dios o era simplemente una inclinación motivada por mi historia de vida o por alguna circunstancia concreta. En estos años de formación, y en especial durante el noviciado, pude descubrir signos de mi vocación salesiana, especialmente, como la presencia de los jóvenes, la Palabra, que han reafirmado mi seguimiento a Jesús. Eso fue lo que me animó a pedir hacer la profesión religiosa, para consagrarme como salesiano de Don Bosco a los jóvenes”, cuenta Francisco.
Y agrega: “Para mí, dar este paso significa sentirme amado por Dios, que me regala la posibilidad de seguirlo, de ser signo de su presencia entre los jóvenes, en especial, de aquellos más necesitados”.
Sobre la llegada y la vida en el noviciado Francisco relata: “Mi aterrizaje al noviciado no fue fácil. Llegué con muchas dudas acerca de la vida consagrada y con un cierto temor, conociendo mis propios límites, a poder vivirla con coherencia y sinceridad. Me dispuse muy seriamente a trabajar, y gracias al acompañamiento del maestro Alfonso Bauer y del equipo formador, la vida comunitaria, los jóvenes y las vicisitudes propias del andar cotidiano, pude experimentar y tener una idea más clara de la vida religiosa”.
Y sobre la vida consagrada, explica que lo que “lo que más me atrapa es su capacidad de engendrar vida sin límites. Las renuncias que conlleva, que son muchas, uno las ofrece generosamente, en miras de amar más y con mayor libertad. Este es mi ideal como consagrado, luego de profesar, me tocará transformarlo en vida”.
“En la vida del noviciado, la dimensión comunitaria, es una de las más fuertes —reflexiona—. Convivimos ‘veinticuatro siete’ un grupo de personas, de nacionalidades y culturas muy diversas. Si bien esto enriquece, muchas veces tiene su lado áspero y difícil. En lo personal, mi experiencia comunitaria fue muy enriquecedora, aunque en distintas oportunidades he tenido ganas de dar un portazo, armar la maleta y volverme. Sin embargo, fueron más, y por mucho, los momentos vividos en un clima de familia, muy al estilo salesiano. Entre varios recuerdos, que tengo muchos, tengo cuando preparamos la casa para recibir una imagen de Don Bosco traída desde Ecuador. Le metimos mucho esmero y trabajo para que el lugar quedara lo mejor posible. Pensábamos en los futuros habitantes de esta casa, cuando nosotros ya no estemos por acá. Les queríamos dejar un espacio agradable, un lugar especial para el discernimiento. Y fue muy emotivo ver a los hermanos tan comprometidos en esta tarea, me di cuenta de la importancia de los pequeños detalles, del trabajo escondido y pequeño. Ojalá siempre tenga esa chispa, que vi en ellos, para trabajar, en cada comunidad donde me toque vivir, en construir un lugar con olor a hogar y familia”.
Desde la Inspectoría Beato Ceferino Namuncurá invitamos a rezar por este tiempo de preparación a la primera profesión de Francisco, para que Dios siga obrando en su vida, especialmente en este tiempo en que se consagrará para estar al servicio de los jóvenes con el carisma de Don Bosco.
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