El Rector Mayor es Cardenal

(ANS) Fue enorme la emoción de toda la Familia Salesiana cuando el Santo Padre Francisco pronunció la fórmula oficial de creación de los 21 nuevos cardenales, en la mañana del 30 de septiembre, y más aún cuando, cara a cara con el Rector Mayor arrodillado ante él, le impuso el casquete y el birrete colorados, el anillo cardenalicio y le asignó públicamente el diaconado “salesiano” de la iglesia de Santa María Auxiliadora de Via Tuscolana —según el Derecho Canónico, los cardenales están divididos en tres órdenes: cardenal diácono, cardenal presbítero y cardenal obispo. Por lo general, la mayoría de los cardenales son diáconos, a no ser que el Papa le asigne el orden de presbítero u obispo. Como un cardenal es “consejero” del Papa debe estar adscrito a Roma, por eso le dan el título de una Iglesia subvicaria de esta ciudad—.

El momento posterior del abrazo del Card. Fernández Artime al Santo Padre fue a la vez un gesto simbólico, signo de fidelidad en el servicio eclesial, pero también expresión de una concreta cercanía y afinidad entre ambos pastores.

Previamente, el rito solemne había visto el nombramiento del primero de los 21 cardenales, el agustino Card. Robert Francis Prevost, Prefecto del Dicasterio para los Obispos, quien dirigió un mensaje de homenaje y agradecimiento al Pontífice en nombre de todos. Subrayó cómo el cardenalato conlleva honores, pero sobre todo cargas, y el sentimiento de insuficiencia de los nuevos cardenales ante la grandeza del servicio al que ahora están llamados. Sin embargo, con espíritu de confianza en la Divina Providencia y en la clarividencia del Pontífice, renovó la adhesión de todos a la tarea asignada, que deberán llevar a cabo con absoluta dedicación, suma humildad y total lealtad.

Tras la lectura del pasaje evangélico de Pentecostés (Hch 12,1-11), el Santo Padre ofreció algunas indicaciones a los nuevos cardenales, válidas, sin embargo, también para todos los miembros del Colegio Cardenalicio.

“Antes de ser apóstoles —sacerdotes, obispos, cardenales—, somos ‘partos, medos, elamitas’… Y esto debe despertar en nosotros asombro y gratitud por haber recibido la gracia del Evangelio en nuestros respectivos pueblos de origen. Creo que esto es muy importante y no debe olvidarse”, dijo el Papa, exhortando a los recién ordenados a conservar el “estupor y la gratitud” por la acción del Espíritu Santo que ha llegado a ellos en sus lenguas y pueblos, a través de la mediación de tantas personas: padres, abuelos, catequistas.

Por eso, continuó Francisco, casi como sugiriendo un estilo pastoral de proximidad y sencillez, es importante recordar que “la fe se transmite en dialecto”, y que antes de ser “evangelizadores” todos han sido “evangelizados”.

La última mención del Santo Padre fue a la universalidad del Colegio Cardenalicio, expresión de una “sinfonicidad” y “sinodalidad” propia de toda la Iglesia. “La diversidad es necesaria, es indispensable. Pero cada sonido debe contribuir al proyecto común. Y para ello es fundamental escucharse unos a otros. Y el director de la orquesta está al servicio de esta especie de milagro que representa cada ejecución de una sinfonía”.

Y es precisamente la imagen de la orquesta, concluyó el Santo Padre, la que enseña “siempre mejor a ser una Iglesia sinfónica y sinodal… en la consoladora confianza de que tenemos como maestro al Espíritu Santo: el maestro interior de cada uno y el maestro del caminar juntos”, que “crea variedad y unidad” y que “es la armonía misma”.

La celebración concluyó con la Bendición Apostólica del Santo Padre a los cerca de 12.000 fieles presentes en la Plaza de San Pedro para esta jornada festiva; quienes, bajo un sol todavía estival, se alinearon después para las tradicionales “visitas de cortesía” a los nuevos cardenales en los pasillos del Palacio Apostólico Vaticano.

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