Obispos y sacerdotes de la Pastoral en las Villas de Emergencia destacan la contribución de los movimientos populares a la paz social en el país, y rechazan las voces que se alzan para descalificar la tarea de estos grupos que reconocen “el valor del otro en cuanto otro y su aporte al bien común”.
En un comunicado titulado “Los movimientos sociales y su compromiso por una patria para todos”, aseguran que estas organizaciones contribuyeron a que salga la Ley de Emergencia Social y más recientemente a la sanción de la ley de Integración Socio-Urbana.
“Donde la mano invisible del mercado con su teoría del derrame nunca termina llegando, porque la copa siempre necesita crecer más, donde el Estado a duras penas hace pie y a veces le falta inteligencia para resolver temas concretos, son muchas veces los movimientos sociales -a través de sus integrantes- los que terminan tendiendo la mano en situaciones de la vida diaria y fortalecen con su presencia el tejido social”, sostienen.
“Es imprescindible valorar todo lo que el pueblo pobre trabajador realiza para vivir con dignidad. Su no bajar los brazos, su no renunciar al bien posible en medio de grandes dificultades. Esto merece nuestro compromiso de construir puentes de projimidad, apostando por la cultura del encuentro”, concluyen.
Texto del comunicado
Si queremos trabajar por la paz social tenemos que reconocer en primer lugar el valor del otro en cuanto otro y su aporte al bien común. En esta perspectiva quisiéramos destacar algunos de los aportes de los movimientos sociales. Lo creemos conveniente porque a veces se escuchan distintas voces que los descalifican. Estos movimientos están integrados mayoritariamente por personas humildes y pobres. Y todo lo que de alguna manera fomente el rechazo a los pobres duele en el alma.
Los movimientos sociales, con distintas acciones, han contribuido a que salga la ley de emergencia social, proceso que ha sido muy valioso porque ha logrado visibilizar al pueblo pobre trabajador. Los trabajadores y trabajadoras que luchan diariamente por sobrevivir y lo hacen en el marco de la economía popular. El salario social complementario que reciben estos trabajadores y trabajadoras va rápidamente a la economía real: se invierte en alimentos, en algo de ropa para su familia o en algunos ladrillos para mejorar la propia casa. Obviamente no se especula con ese poco dinero, ni se deja de pensar primero en el pan para los hijos. El deseo de la inmensa mayoría es tener acceso a un mejor trabajo, por ejemplo en la obra pública o en el ingreso en alguna pyme –que son las que mayoritariamente dan más puestos de trabajo-.
Por otro lado, han posibilitado con su compromiso la ley de integración socio urbana. Es decir han relevado en un trabajo coordinado con el Estado, junto a otras organizaciones –como Caritas-, las villas y barrios precarios de nuestra patria. Los ha movilizado esa sabiduría popular que sabe que la tierra es nuestra casa común. Y que toda familia tiene derecho a un pedazo de tierra. Y en ese terreno tener su techo, ya que familia y vivienda van de la mano. Pero, además, un techo, para que sea hogar, debe tener una dimensión comunitaria, y esta es la preocupación por el barrio.
En estos barrios relevados, en perspectiva histórica, prácticamente no hubo presencia del Estado, y en muchos de ellos se instaló el narcotráfico. Los vecinos y vecinas son los primeros en padecer las consecuencias, en aquello más sagrado que tienen, en sus hijos e hijas. Eso los ha empujado a organizarse y a pensar no sólo en sus hijos sino en los de los vecinos. Al encontrar un espacio de participación comunitaria en distintos movimientos sociales, empezaron caminos de prevención y de asistencia directa.
Donde la mano invisible del mercado con su teoría del derrame nunca termina llegando, porque la copa siempre necesita crecer más, donde el Estado a duras penas hace pie y a veces le falta inteligencia para resolver temas concretos, son muchas veces los movimientos sociales -a través de sus integrantes- los que terminan tendiendo la mano en situaciones de la vida diaria y fortalecen con su presencia el tejido social.
Es imprescindible valorar todo lo que el pueblo pobre trabajador realiza para vivir con dignidad. Su no bajar los brazos, su no renunciar al bien posible en medio de grandes dificultades. Esto merece nuestro compromiso de construir puentes de projimidad, apostando por la cultura del encuentro.
Que la Virgen de Luján nos inspire los caminos para cuidar a nuestra Patria empezando por los más pobres.
16 de octubre de 2018. (Aniversario de la canonización del Santo Cura Brochero)
Equipo de Sacerdotes de Villas de Capital y Provincia
Mons. Gustavo Carrara. Obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Buenos Aires. Vicario para la Pastoral en Villas de CABA
P. José María Di Paola. Villa La Carcova, 13 de Julio y Villa Curita. Diócesis de San Martín.
P. Lorenzo de Vedia, P. Carlos Olivero, P. Gastón Colombres. Villa 21-24 y Zavaleta. Arquidiócesis de Buenos Aires.
P. Guillermo Torre, P. José Luis Lozzia, P. Marco Espínola. Villa 31. Arquidiócesis de Buenos Aires.
P. Juan Isasmendi, P. Eduardo Casabal, P. Ignacio Bagattini. Villa 1-11-14. Arquidiócesis de Buenos Aires.
P. Sebastián Sury, P. Damián Reynoso. Villa 15. Arquidiócesis de Buenos Aires.
P. Domingo Rehin: Villa Lanzone. Diócesis de San Martín.
P. Basilicio Britez, Villa Palito. Diócesis de San Justo.
P. Nicolás Angellotti. Puerta de Hierro, San Petesburgo y 17 de Marzo. Diócesis de San Justo.
Carlos Morena, Mario Romanín, Alejandro León, Juan Carlos Romanín, Salesianos, Don Bosco. Cecilia Lee, misionera franciscana. Bea GmiItrowicz, misionera franciscana, Villa Itatí. Diócesis de Quilmes.
P. Rodrigo Valdez. Villa Playón de Chacarita. Arquidiócesis de Buenos Aires.
P. Martín Carroza. Villa Cildañez. Arquidiócesis de Buenos Aires.
P. Pedro Baya Casal, P. Adrián Bennardis. Villa 3 y del Barrio Ramón Carrillo. Arquidiócesis de Buenos Aires.
P. Juan Ignacio Pandolfini. Villa la Cava. Diócesis de San Isidro.
P. Juan Manuel Ortiz de Rozas. San Fernando. Diócesis de San Isidro.
P. Joaquín Giangreco. Villa Trujuy. Diócesis Merlo-Moreno.
P. Nibaldo Leal. Villa Hidalgo. Diócesis de San Martin.
P. Franco Punturo. Villa 20. Arquidiócesis de Buenos Aires.
P. Alejandro Seijo: Villa Rodrigo Bueno. Arquidiócesis de Buenos Aires.
P. Andrés Tocalini. Villa los Piletones. Arquidiócesis de Buenos Aires.
P. Omar Mazza. Villa Inta. Arquidiócesis de Buenos Aires.
Informes: www.episcopado.org y en las redes sociales Facebook, Twitter e Instagram.+
Fuente: aica.org
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