(Boletín Salesiano) Estamos en el centro de la provincia de Buenos Aires; 25 kilómetros de camino de tierra separan la ruta más cercana de este imponente edificio de estilo colonial. Entramos al patio, todo es silencio… hasta que suena el timbre y aparecen los protagonistas de este lugar.
Algunos vienen de recolectar la miel de los panales de abejas, otras se bajan de un tractor que lleva material al biodigestor. Un grupo llega desde la huerta, y otro estuvo hasta recién armando quesos, y arreglando una sembradora. Otras salen del aula, o de la biblioteca… todos entran a compartir el almuerzo al comedor.
Son los estudiantes de la escuela agrotécnica salesiana Carlos M. Casares, que de lunes a viernes viven en este lugar donde pasan más tiempo que en sus propias casas. Vienen de pueblos y ciudades de hasta 200 kilómetros a la redonda a formarse como especialistas en producción agropecuaria.
Y aunque no todos piensen seguir carreras vinculadas al campo, valoran la posibilidad de adquirir conocimientos prácticos para la vida y el trabajo; y sobre todo adoran su escuela.
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