Es una Pascua especial la que estamos a punto de vivir. Hemos acogido con inmensa alegría el gran don de la noticia de que el Sumo Pontífice ha autorizado a la Congregación para las Causas de los Santos promulgar el Decreto relativo al milagro atribuido a la intercesión del Beato Artemide Zatti. Profeso laico de la Sociedad Salesiana de San Juan Bosco; nacido el 12 de octubre de 1880 en Boretto (Italia) y muerto el 15 de marzo de 1951 en Viedma (Argentina). Con este acto del Santo Padre se abre el camino para la canonización del Beato Artemide Zatti.
Estamos profundamente agradecidos a Dios y al Santo Padre Francisco. En la Familia Salesiana, en la Iglesia argentina, en particular la diócesis de Viedma, en Italia, en Boretto, su pueblo natal, y en la diócesis de Reggio Emila se respira hoy un clima de gran entusiasmo.
1. Testimonio de la esperanza
Esta noticia, a la luz de la Pascua del Señor, es un mensaje y una semilla de esperanza para el tiempo dramático que estamos viviendo, marcado por la pandemia y, sobre todo, por tantas guerras, particularmente la de Ucrania, que traen muerte, dolor y destrucción. Artemide Zatti nos anima a vivir la esperanza como virtud y como actitud de vida en Dios. El camino de la santidad exige muy a menudo un cambio de valores y de visión. Este fue el camino vivido por Artemide, que en las pruebas de la vida descubrió en la Cruz la gran oportunidad de renacer a una vida nueva:
• cuando de muchacho en los duros y fatigosos trabajos del campo, aprendió pronto a afrontar las penalidades y responsabilidades que lo acompañarán siempre en los años de madurez;
• cuando con su familia dejó su propio pueblo, Boretto en Italia, en busca de mayor fortuna. La emigración a la Argentina, cuando Artemide tenía 15 años, es una consecuencia necesaria de la pobreza de la familia;
• cuando joven aspirante a la vida salesiana es atacado por la tuberculosis, infectado por un joven sacerdote al que ayudaba precisamente, porque estaba muy enfermo. El joven Zatti vive el drama de la enfermedad en carne propia, no sólo como una fragilidad y sufrimiento del cuerpo, sino también como algo que toca el corazón, que genera miedos y multiplica interrogantes, haciendo surgir con fuerza la pregunta del sentido de todo lo que sucede y del furo se le presenta, al ver que lo que soñaba y anhelaba de repente se viene abajo.
En la fe se vuelve a Dios, busca un nuevo sentido y una nueva dirección a la existencia, a la que no encuentra respuesta ni inmediata ni fácilmente. Gracias a la sabia y alentadora presencia del padre Cavalli y del padre Garrone y leyendo con espíritu de discernimiento y obediencia las vicisitudes de la vida, madura su vocación salesiana como hermano coadjutor, dedicando toda su vida al cuidado material y espiritual de los enfermos y a la asistencia a los pobres y necesitados. Decide quedarse con Don Bosco, viviendo plenamente la vocación original de “coadjutor”;
• cuando tiene que afrontar pruebas, sacrificios y deudas para llevar a cabo la misión a favor de los pobres y enfermos, gestionando el hospital y la farmacia, confiando siempre en la ayuda de la Providencia;
• cuando ve destruir el hospital al que había dedicado tantas energías y recursos, para construir uno nuevo;
• cuando en 1950 se cayó de una escalera y aparecieron los síntomas de un tumor, que él mismo lucidamente había diagnosticado, y que lo llevaría la muerte, ocurrida el 15 de marzo de 1951: sin embargo, continuó asistiendo a la misión a la que se había consagrado, aceptando los sufrimientos de esta última parte de la vida.
2. Amigo de los pobres
Artemide Zatti consagró su vida a Dios al servicio de los enfermos, de los pobres. Responsable del hospital San José de Viedma, ampliaba el círculo de sus pacientes llegando, con su inseparable bicicleta, a todos los enfermos de la ciudad, especialmente a los más pobres. Administraba mucho dinero, pero su vida fue muy pobre: para el viaje a Italia con motivo de la canonización de Don Bosco hubo que prestarle un traje, un sombrero y una maleta. Amado y estimado por los enfermos; amado y estimado por los médicos, que ponían en él su máxima confianza y se rendían a la influencia que brotaba de su santidad: “Cuando estoy con Zatti, no puedo dejar de creer en Dios”, exclamaba un día un médico que se autoproclamaba ateo ¿El secreto de tanto ascendiente? Este: para él todo enfermo era Jesús en persona. ¡Literalmente! Cuando por parte de los superiores se le recomendó un día que en las admisiones no superara el número de 30 enfermos, se le oyó murmurar: “¿Y si el 31 fuera el mismo Jesús?”. Por parte suya, no hay dudas: trataba a cada uno con la misma ternura con la que habría tratado al mismo Jesús, ofreciendo su propia habitación en casos de emergencia, o incluso depositando en ella un cadáver en momentos de necesidad. A menudo, la monja encargada de la ropa le oía decir: “¿Tiene un vestido para un Jesús de 12 años?”. Continuó incansablemente su misión entre los enfermos con serenidad, hasta el final de su vida, sin tomarse nuca un descanso.
Con su recta actitud nos restituye una visión salesiana de “saber permanecer” en nuestra tierra de misión para iluminar a quien corre el riesgo de perder la esperanza; para fortalecer la fe de quien se sienten desfallecer; para ser signo del amor de Dios cuando “parece” que ha estado ausente de la vida de dada día.
El testimonio de Artemide de ser un buen samaritano, de ser misericordioso como el Padre, fue una misión y un estilo que involucró a todos los que de alguna manera se dedicaban al hospital: médicos, enfermeras, auxiliares y cuidadores de enfermos, religiosas, voluntarios que donaban tiempo precioso a quien sufre. En la escuela de Zatti, su servicio junto a los enfermos, realizado con amor y competencia, se convertía en una misión. Zatti sabía e inculcaba la conciencia de que las manos de todos los que estaban con él tocaban la carne sufriente de Cristo y podían ser signo de las manos misericordiosas del Padre.
Todo esto lo llevaba a reconocer la singularidad de cada enfermo, con su dignidad y sus fragilidades, sabiendo que el enfermo es siempre más importante que su enfermedad, y por eso cuidaba la escucha de los pacientes, de sus historias, de sus angustias, de sus miedos. Sabía que aun cuando no es posible superar la enfermedad, siempre se puede curar, siempre se puede consolar, siempre se puede hacer sentir una cercanía que muestre interés por la persona ante su enfermedad.
Se paraba, escuchaba, establecía una relación directa y personal con el enfermo, sentía empatía y conmoción por él o por ella, se dejaba envolver por su sufrimiento hasta hacerse cargo de él en el servicio.
Artemide experimentó la proximidad como expresión del amor de Jesucristo, el buen samaritano, que con compasión se hizo cercano a todo ser humano herido por el pecado. Se sintió llamado a ser misericordioso como el Padre y a amar, en particular, a sus hermanos enfermos, débiles y sufrientes. Y vivió esta cercanía, además de personalmente, en forma comunitaria: de hecho ha generado una comunidad capaz de cuidar, que no abandona a nadie, que incluye y acoge sobre todo a los más frágiles.
Zatti ha establecido un pacto entre él y los necesitados de cuidados, un pacto basado en la confianza y el respeto mutuos, en la sinceridad, en la disponibilidad, capaces de superar cualquier barrera defensiva, poniendo en el centro la dignidad del paciente. Esta relación con el enfermo tenía para Zatti su fuente inagotable de motivación y fuerza en la caridad de Cristo.
3. Salesiano Coadjutor
La simpática figura de Artemide Zatti es una invitación a proponer a los jóvenes el encanto de la vida consagrada, la radicalidad del seguimiento de Cristo obediente, pobre y casto, la primacía de Dios y del Espíritu, la vida fraterna en comunidad, el consumirse totalmente por la misión. La vocación del salesiano coadjutor forma parte de la fisonomía que Don Bosco quiso dar a la Congregación Salesiana. Ciertamente, es una vocación que no es fácil de discernir y aceptar; florece más fácilmente donde se promueven entre los jóvenes las vocaciones apostólicas laicas y se les ofrece un gozoso y entusiasta testimonio de consagración religiosa, como el de Artemide Zatti.
Uno que ha experimentado la eficaz intercesión de Artemide Zatti precisamente en lo que se refiere a la vocación del consagrado laico es el mismo Papa Francisco, cuando era provincial de los jesuitas en Argentina. En una carta escrita al P. Cayetano Bruno SDB y fechada Buenos Aires, 18 de mayo de 1986, entre otras cosas, escribe: “En 1976, creo que fue hacia el mes de septiembre, durante una visita canónica a los misioneros jesuitas del norte de Argentina, me detuve unos días en el Arzobispado de Salta. Allí, entre una charla y otra al final de las comidas, Mons. Pérez me contó la vida del señor Zatti. Me dio incluso para leer el libro de la vida. Me llamó la atención su figura tan plena de Coadjutor. En aquel momento sentí que tenía que pedir al Señor, por intercesión de ese gran Coadjutor, que nos enviara vocaciones de coadjutores. Hice novenas y pedí a los novicios que las hicieran. […] En julio de 1977 ingresó el primer Coadjutor joven (actualmente tiene 32 años). El 29 de octubre de aquel año ingresó el segundo (actualmente de 33 años)”. La carta sigue, presentando año por año la lista de otros 16 hermanos que ingresaron de 1978 a 1986. Después continúa: “Desde que comenzamos las oraciones al Sr. Zatti, han ingresado 18 hermanos jóvenes que perseveran y otros 5 que salieron del noviciado y de juniorado. En total, 23 vocaciones. Los novicios, los estudiantes y los coadjutores jóvenes hicieron varias veces la Novena en honor al Sr. Zatti, pidiendo vocaciones de coadjutores. Yo mismo la hice. Estoy convencido de su intercesión para este problema, ya que, considerando el número, es un caso raro en la Compañía. En agradecimiento, en la 2ª y 3ª edición del Devocional del Sagrado Corazón, hemos puesto la Novena para pedir la Canonización del Sr. Zatti… Esta ha sido, en líneas generales, la historia de mi relación con el Sr. Zatti sobre el problema de las vocaciones de Hermanos Coadjutores para la Compañía. Repito que estoy convencido de su intercesión, porque sé cuánto hemos rezado poniéndolo como intercesor”.
Un espléndido y autorizado estímulo a que también nosotros interpongamos la intercesión de Artemide Zatti para el aumento de buenas y santas vocaciones de salesianos coadjutores.
4. ¡Artemide Zatti santo!
En este año dedicado a San Francisco de Sales, defensor y promotor de la vocación a la santidad para todos, el testimonio de Artemide Zatti nos recuerda como afirma el Concilio Vaticano II: “[que] todos los fieles de cualquier estado y condición están llamados por Señor, cada uno por su camino, a una santidad, cuya perfección es la misma del Padre celestial». Tanto Francisco de Sales como Don Bosco y Artemide hacen de la vida cotidiana una expresión del amor de Dios, que es recibido y también correspondido. Nuestros santos han querido acercar la relación con Dios a la vida y la vida a la relación con Dios Es la propuesta de la “santidad de la puerta de al lado” o la “clase media de santidad”, de la que el Papa Francisco nos habla con tanto afecto.
Dispongámonos a acoger la gracia y el mensaje que la Iglesia nos comunica a través del testimonio de santidad salesiana de este hermano coadjutor. La figura de Artemide Zatti constituye estímulo e inspiración para hacernos signos y portadores del amor de Dios por los jóvenes y los pobres.
Se trata de la principal forma profética del cristianismo: sorprender con la opción radical del amor, contrarrestando sin miedo cualquier ambigüedad, actuando decididamente contra el mal, que humilla a las personas. Volver a ver el mensaje transmitido con nuestra vida personal y comunitaria como un evangelio desplegado en el tiempo, y prolongación de la vida y del obrar de Jesús. En una palabra, ¡nuestra santidad!”.
Como he escrito en el Aguinaldo de este año: “también tenemos nosotros la necesidad de desplegar el «carisma de la visitación» como deseo del corazón de anunciar, sin esperar a que vengan a nosotros, yendo a espacios y lugares habitados por tantas personas a las que una palabra amable, un encuentro, una mirada llena de respeto les puede abrir los horizontes a una vida mejor. Artémide Zatti ha sido un hombre de la Visitación, llevando a Jesús en su corazón, reconociéndolo y sirviéndolo en los hermanos enfermos y pobres con alegría y generosidad. ¡Interceda por todos nosotros!
P. Ángel Fernández Artime, SDB
Rector Mayor
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