¿Quién no oyó hablar del Padre Casanova? Un hombre bueno, un superior muy querido, que supo combinar el difícil arte de la autoridad y la sencillez, y convertir la paternidad en servicio de amor y alegría.
En su Inspectoría San Francisco de Sales, de Buenos Aires, se desempeñó por un determinado período en Morón (1957-1965) como ayudante y colaborador del Maestro de Novicios, P. Bomone. Durante el breve lapso de un año, se desempeñó como Vicario en “Institución Fernández”, de San Isidro (1966).
Inmediatamente después, empezó un fecundo período como Director de varias comunidades y superior en dos Inspectorías, que se prolongó más de treinta años, en la guía de los salesianos y en la pastoral escolar y parroquial.
El primer período de directorado lo transcurrió en el Colegio Wilfrid Barón, de Ramos Mejía, hasta el momento de ser nombrado por el Rector Mayor, el P. Luis Ricceri, como Inspector de Bolivia, desde 1968 hasta 1976. Fue una experiencia que dejó una huella profunda en los recuerdos del P. Jorge, conociendo a la vez las urgencias pastorales y las culturas de los países de la región.
Jorge nació en Temperley, provincia de Buenos Aires, el 21 de octubre de 1925. Sus padres, españoles, eran Cesáreo y Victorina Rodríguez. Su padre trabajaba en el Ferrocarril, por lo cual de tanto en tanto tuvo que trasladarse a diversas localidades, donde se le asignaban sus tareas laborales.
Así fue como, cuando Jorge tenía 11 años, la familia se encontraba en la ciudad de Mar del Plata. Allí le tocó hacer su primera comunión mientras era alumno del Cole-io Salesiano. Algún tiempo más tarde, allí también maduró la decisión de seguir la vocación a la vida salesiana como sacerdote, por lo cual pasó al Aspirantado de Bernal, siguiendo el consejo y la guía espiritual del P. Oscar Guerra.
En 1946 hizo el Noviciado en Morón, concluyendo con la profesión religiosa el 31 de enero de 1947. Nuevamente en Bernal, cursó los estudios de filosofía hasta 1949, seguidos por el trienio práctico en el mismo lugar, desde 1950 hasta 1952, como asistente y docente de segundo año de latín.
De allí se trasladó a la ciudad de Córdoba para completar su formación sacerdotal con cuatro años de estudios teológicos, que culminaron con la ordenación sacerdotal el 26 de noviembre de 1956.
Muchos de los que lo tuvieron como superior en esos años conservan un buen recuerdo de él. En ese tiempo desempeñó también dos importantes servicios a la Iglesia: fue Presidente de la Conferencia de Religiosos de Bolivia y fue nombrado, por la Santa Sede, Visitador Apostólico de las Diócesis de Riobamba y de Ibarra, en Ecuador (1973).
Casi inmediatamente después de terminar ese servicio en Bolivia, el mismo Rector Mayor, el P. Ricceri, le confió la Inspectoría de Buenos Aires por otros seis años, desde 1976 hasta 1982. Durante ese mismo período se desempeñó como vicepresidente primero de la Conferencia Argentina de Religiosos.
Sucesivamente continuó su servicio como Director en tres colegios del barrio porteño de Almagro: desde 1982 hasta 1984 en San Antonio (Director de los Posnovicios); desde 1985 hasta 1990 en el Colegio San Francisco de Sales; desde 1991 hasta 2001 en el Colegio Pío IX. En esta última etapa se le confió también el cargo de Párroco de la iglesia San Carlos y basílica de María Auxiliadora, desde 1996 hasta 2005. En todas las Casas en las que se desempeñó como Director, además de dedicarse con todas sus energías al mejor funcionamiento de las Obras, también se empeñó de manera destacada en el mantenimiento y embellecimiento edilicio de los colegios.
En 1984 y en 1990 prestó el servicio de Vicario Inspectorial, haciéndose cargo de la Inspectoría de Buenos Aires durante las ausencias de los Inspectores correspondientes, que concurrieron a los Capítulos Generales XXII y XXIII, en Roma.
El servicio prestado a la Familia Salesiana también fue notorio. Fue Delegado Nacional de los Salesianos Cooperadores, asesor inspectorial de ADMA, así como también asesor espiritual de la Asociación Damas Salesianas. Su cercanía y cariño hacia las Hijas de María Auxiliadora fue constante. Se recuerda con mucho cariño y gratitud, su servicio de asistencia y animación de PAMAVOC (Padres y Madres de Consagrados).
Una característica distintiva del P. Jorge a lo largo de estos años fue su disponibilidad y afabilidad con todos, como ha demostrado en los último 10 años de su vida, ya más retirada y tranquila, desde 2005 hasta el día de su muerte. Eran muchos los que mantenían contacto con él y le seguían demostrando su gratitud y afecto.
A días de cumplir 90 años, el P. Jorge falleció en la ciudad de Buenos Aires, a las 14 h del miércoles 14 de octubre de 2015.
Algunos mensajes
“Gracias por la información acerca del fallecimiento de nuestro querido Jorge Casanova. Un don para la Congregación este hermano. Rezo por él y por esa, mi querida Inspectoría. Un gran abrazo”. Ángel Fernández Artime SDB, Rector Mayor de los Salesianos
“El Padre Casanova tenía muy dentro del corazón a las Hijas de María Auxiliadora. Mientras pudo, estaba presente en las grandes celebraciones inspectoriales. Quería que le mandáramos la Agenda Inspectorial y la lista de las Hermanas que cumplían Bodas de Profesión. Conocía a cada una y se hacía presente a cada una con una tarjeta de saludo. […] ¡Que él contagie a sus hermanos salesianos ese cariño paterno y fraterno a las Hijas de María Auxiliadora e interceda por el aumento y la fidelidad de las vocaciones para nuestra Familia Religiosa! Que el Señor le conceda el descanso que Don Bosco prometió a sus hijos en el Paraíso…”. Hna. Mirtha Bullejos, HMA
“Gracias por hacerme partícipe de la pascua de nuestro hermano, el P. Jorge Casanova. Uno mi oración por ese hermano tan significativo para la ex Inspectoría de Buenos Aires. En mis años de filosofía lo recuerdo de Inspector en Buenos Aires; a veces ha venido a Avellaneda, donde vivíamos, a visitarnos y lo recuerdo por su alegría, entusiasmo… Su espíritu de niño. Mi saludo y cercanía. María nos cuida”. Mons. Esteban Laxague SDB, Obispo de Viedma
“Estimado P. Honorio y hermanos de la Congregación: Hemos conocido con gran dolor la noticia de la Pascua del P. Jorge Casanova. En nombre de la Junta Directiva Nacional y Secretariado de CONFAR queremos hacerles llegar nuestra cercanía y que acompañamos con nuestra oración a todos los Hermanos de esa Congregación. Con cordial afecto”. Hna. Ana María Guantay AM, Presidenta de CONFAR
“Muchas gracias por comunicarnos la noticia de la Pascua del querido P. Casanova. Las Voluntarias de Don Bosco de Mar del Plata les enviamos nuestro saludo fraterno, cercano y la seguridad de nuestras plegarias. Unidos en el Señor de la Vida”.
“Nos ha dejado un santo sacerdote, gran amigo y colaborador de las Damas Salesianas. Nuestro abrazo fraterno a la Comunidad, y nuestras oraciones”. Leonor Araujo
Testimonio de Fernando Montes
La historia de muchos de nosotros está marcada por el paso de este Salesiano, con mayúscula. Desde los tiempos en que siendo joven fue formador en el antiguo noviciado de San Justo. Luego director hasta que Don Ricceri le pidió que asumiera la animación de la Inspectoría de Bolivia.
Estaba en esa misión cuando le pidieron ir como visitador oficial al Ecuador para ver qué pasaba con el obispo Proaño. Fue en misión oficial y por ello tuvo un recibimiento también oficial. Se reía con gusto cuando recordaba que al bajar del avión, en Quito, se encontró con las autoridades (Nuncio y militares) recibiéndolo al pie del avión para comenzar una caravana hacia la Nunciatura escoltado por la policía. En realidad, fue enviado para condenar a Proaño. Pero Casanova quedó tan impresionado por el testimonio de este gran obispo que dedicó su misión a conversar con los sacerdotes, con los indígenas, a suturar heridas y a confirmar que el trabajo pastoral de Proaño era impecable.
Años después me comentaba un cura ecuatoriano: “Nunca pudimos conocer el informe de Casanova sobre la situación de la diócesis de Riobamba. Por esto estamos seguros que se trató de un informe favorable a Proaño que gracias a ello pudo seguir adelante con la pastoral liberadora en medio del pueblo indígena.”
Así era Casanova: un hombre de una profunda libertad interior, con una gran capacidad de intuición y de sentido común, hondamente marcado por la figura de Jesús. Gracias a eso tuvo la mirada siempre abierta a las nuevas situaciones.
Luego vinieron los años de Inspector en Buenos Aires y Patagonia austral. Allí aparece la figura del hermano preocupado, sobre todo, por las personas, por los salesianos jóvenes. Fue él, quien asumió la decisión de hacer cumplir la opción de un capítulo inspectorial respecto de abrir una obra de inserción en zonas marginales del Gran Buenos Aires. Le llovieron críticas, pero asumió la responsabilidad y la llevó adelante acompañando y alentando la presencia entre los más pobres. Como testigo de ese hecho puedo decir que nunca nos dejó solos, que siempre acompañó nuestras intuiciones y aprendizajes.
Eran tiempos de noches oscuras en la Argentina. En casos, a veces difíciles, fue capaz de proteger y defender a hermanos perseguidos por la dictadura. Así enfrentó tanto a militares como a obispos prodictadura, a quienes les molestaba el actuar de algunos salesianos en defensa de los derechos humanos.
A fines de 1978 el país estaba conmocionado por la posible guerra con Chile. Tres salesianos animábamos la comunidad de Puerto San Julián. Por allí pasaban cada tarde las tropas que iban a Río Gallegos, al matadero de la guerra. Se calculaban en 10 mil los muertos del primer día de guerra. Las tropas venían con sus capellanes militares que venían a alojarse a la parroquia. Capellanes casi más afectos a la guerra que los mismos soldados. Cenaban con nosotros. Hasta que surgía en ellos la pregunta ritual: ¿Hay muchos chilenos por aquí?
Uno de esos días apareció Casanova para visitar a la comunidad. Le digo: preparate porque esta noche hay baile. ¿Qué pasa? Y le conté lo que se venía.
La discusión de Casanova con los capellanes fue maravillosa. Allí apareció en él, la dimensión de su compromiso con el proyecto no violento, fraterno y pacificador de Jesús. Era el Jorge Casanova con los pies en la tierra.
Casanova sintió fuertemente que su primera misión estaba en el cuidado de los salesianos. Y en eso puso toda su energía y su gran capacidad.
Pero mirándolo a la distancia, Casanova representa un modelo de animación, una eclesiología, una mirada sobre Don Bosco, que buscaba la primacía de la fraternidad, la vida de familia y la misericordia.
También es bueno decir que muchas de las enseñanzas del Papa Francisco, que estimulan y abren ventanas a la vida religiosa, ya estaban en las intuiciones de Jorge Casanova, hace 40 años.
Pero ya en el pasado más cercano apareció otra dimensión de la figura de Casanova. La oración hecha silencio. Y los que nos pudimos acercar a él para buscar orientación, consejo y aliento lo vimos sereno, pacificado, vital y alegre como amasando una sabiduría que le venía de su experiencia y de la profundidad de su fe.
Fue un hermano que supo comprometerse con la causa de los pobres, que fue capaz de hablar cuando hubo que hablar, de enfrentar las arbitrariedades del poder político y religioso en defensa de los hermanos, que fue siempre austero y orante, que aceptó la vejez con dignidad y que tuvo el valor del silencio cuando el ruido de la superficialidad y del triunfalismo impedía escuchar la palabra del sabio.
Testimonio de Agustín Radrizzani
En la celebración de los 50 años de misa, escribía Mons. Radrizzani: “Su amor a Jesús y a la Iglesia, su sencillez de vida, su natural optimismo, su deseo de ayudarnos a todos, su juicio equilibrado, su servicio incondicional, su amor a la Eucaristía, a la Virgen y al Papa, estas cualidades dejaron en nosotros una huella imborrable de espíritu salesiano. La historia podrá decir cuánto le debemos a su estilo de ser padre, hermano y amigo, para que hagamos nuestro, el servicio que él brindó a la Iglesia y a la juventud.
Testimonio de José Repovz
El P. Repovz, en su 75 aniversario, le escribía “Una nota que sobresale en la vida del P. Casanova es la de que es un salesiano ‘jugado´. Por eso, en este gran cumpleaños, admiramos con alegría tu compromiso con Don Bosco y los jóvenes. Todos afirmamos que precisamente, por estar jugado por Don Bosco y los jóvenes, el P. Casanova es un animador con todas las letras, crea comunidad y familia, siempre levanta el ánimo, contagia espiritualidad y optimismo”.
En los documentos inspectoriales
Cuando en el Boletín Informativo inspectorial de septiembre de 1981, dedicado a su despedida como inspector, le preguntaban “¿Cómo fue su primer día como inspector de Buenos Aires?”, él dijo: “En lo anímico, me sentí muy contento de encontrarme con mis herma-nos, los salesianos de la inspectoría, después de estar ausente varios años. Por otro lado, preocupado por la responsabilidad de ayudarlos a crecer y compartir la animación de la inspectoría. Hacía mucho calor ese día en que yo me encontraba en Buenos Aires. Sí, un día pesado. El P. Sol me presentaba a los directores. Días después, el clima se me cambió porque fui a la Patagonia y volví renovado” (el brillo de sus ojos delataba un recuerdo casi fotográfico).
En la circular de octubre de 1981, al despedirse de su servicio de inspector, al mismo tiempo que cumplía bodas de plata sacerdotales, escribía. “Fueron años de fecunda y fraterna convivencia, en que hemos compartido alegrías, preocupaciones y responsabilidades, movidos por el amor a Don Bosco y a la Congregación y en continua búsqueda de la voluntad de Dios. Deseo compartir con todos este grato acontecimiento para que me ayuden a dar gracias a Dios. Por eso, durante los próximos meses pasaré unos momentos de grata convivencia en cada Comunidad, para compartir la Eucaristía y dar gracias a Dios por mis 25 años de sacerdocio y despedirme de los hermanos al concluir mi período de inspector”.
Daba a continuación la lista y los horarios en que pasaría por todas las casas, durante el mes. Es de observar que esta costumbre la tenía también en otras ocasiones, en que acostumbraba, pasar por las Casas de Buenos Aires, por la noche para cenar, mientras a la mañana atendía en la inspectoría a los que necesitaban hablarle.
Preparando el Capítulo Inspectorial de 1979, después de enunciar el tema. “Tener en cuenta, a nivel inspectorial y local, el proyecto educativo y pastoral salesiano de la inspectoría”, decía. Y continuaba: “el proyecto inspectorial y local, debe ser capaz de animar a la comunidad entera, hacia el compromiso de la evangelización”.
Centenario de la Expedición al desierto
En los festejos por los 100 años de la Expedición al desierto, decía: “¿por qué los salesianos fueron a la Patagonia? Fue una misión divina encomendada por Don Bosco. Primero fue un sueño y luego una realidad. Cuando se habla del pasado, presente y futuro de la Patagonia, resulta hoy un lugar común, la referencia a Don Bosco, a sus sueños, a los salesianos que con la colaboración de la Hijas de María Auxiliadora, evangelizaron y fraguaron, con las postrimerías de la historia indígena y los albores de la vida del colono, la imagen y el contenido espiritual de una Patagonia que esperaba integrarse en la vida y el quehacer argentinos.
Sobre la pastoral vocacional
En cuanto a la pastoral vocacional decía: “El resultado ha sido positivo, puedo asegurar que esta inspectoría nunca ha bajado de 5 novicios, aun en los años más difíciles. El aspirantado está integrado actualmente por 5 postulantes y 55 aspirantes provenientes de algunas de nuestras casas y fuera de ellas.”
En otra circular pedía “revitalizar nuestro conocimiento y devoción a Don Bosco. Retornar a las fuentes para vivificar los valores de nuestra identidad salesiana. El estilo de vida del espíritu salesiano supone una consagración por parte de Dios y exige actitudes interiores muy concretas: caridad evangélica, actividad apostólica y un clima de celo y renuncia con capacidad de iniciativa y flexibilidad frente a las urgencias, con sentido eclesial.”
En una conferencia dada durante un retiro a la Casa Inspectorial y a la Editorial sobre “la vida religiosa hoy”, aludía a una profecía de Juan XXIII sobre el Concilio, en la que hablaba de las tres etapas de la Iglesia. La etapa de los hombres: reuniones, documentos, participación de los padres conciliares. Etapa del demonio: la crisis de la Iglesia, la disminución de vocaciones y la salida de muchos de sus miembros. Y finalmente, la etapa del Espíritu Santo, que suscitaría una verdadera primavera en la Iglesia. Hablaba de “aumentar los cualitativos” y de hacerse tres preguntas.: “de dónde venimos, quiénes somos y hacía donde vamos”. Finalmente, con su estilo característico, hablaba de las tres “C”: comunión, corresponsabilidad y concelebración.
Así, espigando algunos párrafos de sus circulares, hemos podido vislumbrar algunos rasgos de su espiritualidad, que realmente fue muy importante para la formación salesiana de la Inspectoría de Buenos Aires y Patagonia austral.
Era el hombre de los pequeños detalles afectivos, que alegraban la vida de los hermanos: las tarjetas los días de cumpleaños, los regalos cuando venía de afuera, los saludos y las conversaciones afectuosas. Y así, siempre se hacía presente, pensando en los demás.
En los escrutinios previos a la profesión perpetua, se decía: “Es piadoso, humilde sencillo. Practica bien el sistema preventivo. Demuestra buenas aptitudes para las ocupaciones propias de nuestra Sociedad. Aunque a veces es un poco impetuoso y algo ingenuo. Será un fervoroso catequista. Es una promesa para la Congregación”.
El P. Jorge nació el 21 de octubre de 1925 en Temperley (Buenos Aires) y falleció el 14 de octubre 2015 en Buenos Aires. Tenía 89 años de edad, 68 de profesión religiosa y 58 de sacerdocio. Fue Director 23 años e Inspector 12 años.
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