“Uno de los regalos más lindos es poder ser testigo del gran amor que Dios nos tiene, en especial a los jóvenes”

Nacido y criado en San Juan, Gastón Flores (30) es uno de los jóvenes que, junto con Emiliano Nahuel Arruabarrena, el próximo 2 de septiembre realizará su profesión perpetua como Salesiano de Don Bosco.

“El caminar junto a otras personas que experimentan las mismas inquietudes, los mismos temores, pero también las mismas convicciones arraigadas en el amor hacia Don Bosco, Jesús y los jóvenes, constituye otro de los preciosos dones que esta vida me ha otorgado”, dice Gastón quien conoció a los salesianos y experimentó su carisma en el Colegio Don Bosco de su ciudad natal.

En los últimos tiempos antes de su profesión, Gastón conversó con donboscosur.

¿Qué significa para vos consagrarse como Salesiano de Don Bosco?

En primer lugar, creo que es pura gracia. Es poder dar con alegría un paso de fe en este camino tan hermoso y desafiante como lo es la vida religiosa. Consagrarme como Salesiano religioso es sentirme cada vez más un hijo de Don Bosco, amado y querido por Dios, el cual dice que sí a un llamado de amor, para amar. Es sentirme pequeño, pero a la vez enorme, confiando y sabiendo que cuando Jesús te pide que lo sigas, te llama con todo lo que somos lo bueno y lo no tan bueno, con nuestras luces y nuestras sombras, para ser grandes en su amor. Por eso busco corresponder a su amor y reflejar su modo de vivir y amar.

¿Después de tanto tiempo de formación, qué te atrapa de la vida religiosa?

Uno de los regalos más lindos que tiene esta vida es poder ser testigo del gran amor que Dios nos tiene, en especial a los jóvenes. Celebro y agradezco el poder ser un observador del cálido amor de Dios en la vida de tantos pibes y pibas. Estoy profundamente convencido de que todos somos valiosos y amados particularmente por Dios. Él permanece a nuestro lado en cada paso, vela por nuestros sueños y nos ama de manera incondicional. Su amor no se ve limitado por nuestros méritos, nos brinda su perdón y siempre ve la parte buena de todo lo que hacemos.

Además, la experiencia de compartir esta vida en comunidad es algo hermoso. El caminar junto a otras personas que experimentan las mismas inquietudes, los mismos temores, pero también las mismas convicciones arraigadas en el amor hacia Don Bosco, Jesús y los jóvenes, constituye otro de los preciosos dones que esta vida me ha otorgado. La vida comunitaria es para mí un regalo excepcional, que me permite compartir junto con otros la misma pasión y compromiso.

¿Qué recuerdos se te vienen a la memoria en este tiempo de preparación profunda para la Profesión Perpetua?

Lo que se me viene a la mente, en primer lugar, es mi familia, junto con las vivencias de mi infancia, la presencia de mi abuela materna, los primeros amigos que fui haciendo, todos los momentos tan lindos que pasé en el colegio Don Bosco, de San Juan. Recuerdo con mucho cariño cuando conocí a Don Bosco, ¡estaba fascinado!, su corazón me cautivó al instante y a medida que fui creciendo su persona me fue atrapando cada vez más.

Otra de las cosas que recuerdo, es mi ingreso al Aspirantado. En ese tiempo tan importante y feliz, cada uno de mis hermanos dejó una marca profunda en mi memoria y corazón. Juntos compartimos risas y conversaciones que iban más allá de lo superficial, y en esas experiencias encontramos un camino hacia la presencia de Dios en nuestras vidas.

Se me vienen muchos rostros de personas con las que compartí la tierra sagrada de sus vidas y con las cuales estoy profundamente agradecido. Sobre todo, recuerdo a los pibes y pibas de Rosario, donde realicé mi tirocinio, que agradecido estoy de tanta vida, tantos momentos, tanto Dios compartido.

Por último, no puedo dejar de recordar con cariño, a tantos salesianos que fueron referentes, modelos y verdaderos hermanos que supieron escuchar lo profundo de mi corazón y acompañarme en este camino tan lindo.

¡Cuántas experiencias fundantes, cuánta vida, cuántas cosas hermosas por agradecer! Y en todas está Dios.

¿Qué lema elegiste para la profesión? ¿Por qué?

El lema que elegí es “Nosotros amamos, porque él nos amó primero”, de la primera carta de San Juan, capítulo 4, versículo 19.

A lo largo de toda mi vida, pude ir haciendo experiencia del gran amor de Dios en ella. Lo pude descubrir en mi familia, en mis amigos, en los momentos más oscuros y desafiantes, en el encuentro con la figura de Don Bosco, y en muchos momentos más, inclusive en aquellos donde creí que estaba solo.

Estoy convencido que Dios se ha encariñado conmigo y con todos nosotros. El rezar con este fragmento de “buena noticia” me ayuda a hacer presente ese amor en mi vida y me motiva a donarlo. Creo que es el núcleo central que busco en mi vida de salesiano, anunciar con mi vida que es Dios el que da el primer paso. Es él, el que nos “primerea” y nos invita a hacer lo mismo. Quiero que mi vida entregada sea un anuncio de su amor, en especial a los jóvenes más pobres.

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